ALBERTO GÓMEZ
MÁLAGA.
Domingo, 4 de marzo 2018, 00:43
La voz de Luz Casal, ya lo advirtió Pablo Guerrero, puede ser dulce o áspera, acariciar como la seda o desgarrar como los colmillos de un animal herido. Curtida en el rock, la cantante gallega ha construido una de las trayectorias más potentes y tentaculares ... de la música popular española de las últimas décadas, aunque confiesa tener la sensación de debutar con cada disco. Ahora, tras cinco años sin canciones inéditas, regresa con 'Que corra el aire', su álbum más directo y diverso, y una gira internacional que volverá a llevarla por medio mundo, desde Francia, donde la adoran, hasta Japón o Grecia, con parada en el Teatro Cervantes de Málaga el 30 de abril.
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-Impacta la variedad de cortes de 'Que corra el aire'. ¿Estamos ante su disco más ecléctico?
-Son ramas de un mismo árbol. Siempre he cantado, escrito y elegido canciones muy diversas. Lo difícil es cohesionarlas para que formen parte de un disco. En el estudio hay que tener un criterio definido, y Ricky (Falkner, el productor) me ha demostrado que tiene las ideas muy claras. Estábamos de acuerdo en que eran canciones cojonudas, aunque fueran distintas entre sí. Tan claro lo tuvimos que grabamos las bases en menos tiempo del previsto. Ese espíritu de banda, de actuación en vivo, está muy presente.
-¿Con qué pautas llegó al estudio?
-Después de la experiencia de 'A contraluz', con el que estuve medio año metida en el estudio, creo que es mejor llegar con las ideas claras y las canciones definidas, pero siempre dejando espacio a la posibilidad de que ocurran cosas inesperadas.
-¿Por qué eligió a Ricky Falkner, uno de los referentes de la escena 'indie', como productor?
-Estaba escuchando una canción de Quique González y pensé que tenía una producción maravillosa. Me guié por uno de esos pálpitos que tengo y no sé razonar. Casi siempre he grabado fuera de España para tener mayor concentración, pero en este caso tenía la necesidad de grabar el disco aquí, con músicos que hablaran el mismo idioma, para que las cosas ocurrieran de manera mucho más directa.
-El tiempo, entendido desde su fugacidad, es un tema recurrente en el disco. ¿Fue premeditado?
-Desde 2007 tengo la sensación de que el tiempo no está para malgastarlo, pero en la música no hago casi nada de manera premeditada. Me guío por estímulos, impactos. No tengo reglas fijas. Son cosas que necesito expresar. Por ejemplo, en este disco el dolor está tamizado, analizado con la distancia del tiempo transcurrido y de otras experiencias, y apenas hay expresiones amorosas, salvo en 'Quise olvidarte'.
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-Hay un momento especial cuando, en el tema dedicado a su padre, canta: «Lo fui todo para él: / lo más dulce, lo más cruel».
-Es un homenaje a su memoria. Podría considerarse la continuación de 'Entre mis recuerdos', que comencé a escribir al día siguiente de darle sepultura, cuando la pena era algo que podía mascarse, casi una presencia física. El dolor era enorme. En este caso es un homenaje sin pena, con cariño añadido en vez de tristeza. Analizo hasta qué punto me parezco a él y cómo todo podría haber sido mejor, aunque las cosas siempre pueden ser mejores de lo que son.
-En muchas de sus letras se percibe ese poso de reflexión y una tendencia a evitar el dramatismo.
-Esa percepción suya tiene una explicación sólida. Hay personas para quienes acumular experiencias es como (parodia una voz lastimosa): «Ay, qué dureza, tengo un año más». En mi caso es: «Ay, qué bien, tengo un año más». Esa visión del mundo, de mi propia vida, me hace tomarme las cosas con más calma, con un cierto análisis que permite despojar aquello que no me interesa y me provoca malestar o dolor. Tengo la sensación de que, salvo que sea una necesidad casi física, exponer las miserias resulta una obviedad. Me produce rechazo eso de, por ejemplo, «estoy dolida, me han dejado». Me da vergüenza. Prefiero ir a los clásicos, canciones como las que grabé en 'La pasión', que están hechas en una época con una ternura y una ingenuidad que me parecen más verdaderas que rimar amor, dolor y todo el cuento ese.
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-¿Hemos dejado de ser ingenuos?
-Yo siempre espero algo mejor, pero no solo por ambición, sino porque creo que no todo está perdido. Y no me refiero al mundo en general, sino al mío propio. Hay que resolver las dificultades de la vida. Si tienes energía, como es mi caso, puedes arreglar si no el mundo, sí al menos el mundo más próximo. Es como si estuviera buscando la armonía constantemente, incluso entre el ruido.
-En otro de los temas critica la insatisfacción continua: «Nada nos complace, lo queremos todo / sin que importe cuándo, dónde o cómo».
-En mi entorno veo que son pocas las personas con éxito que están satisfechas. Siempre he pensado que la ambición es un elemento importante, pero parece que solo exista en el aspecto material o físico, no en lo más íntimo. A mí me fastidia no tener un conocimiento profundo de Platón, por decirle el primer nombre que se me ocurre. Quien tiene el pelo rubio lo quiere tener moreno, y quien lo tiene moreno se tiñe de rubio. Es un ejemplo estúpido, trivial, pero es cierto que existe una insatisfacción enorme. Luego vas a otro sitio donde la gente lo está pasando peor, hay más dificultades y el clima es pésimo pero están más contentos.
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-¿Qué le ha parecido 'Yeah! Yeah! Yeah!', de Bob Stanley?
-Creo que es el mejor libro que puede tenerse para conocer la música popular, sobre todo anglosajona. Es imprescindible. En el estudio se percibía, y fue bastante placentero, que estábamos todos en el mismo barco, precisamente porque compartíamos esas referencias del pop-rock clásico.
-Usted siempre ha reivindicado a mujeres poderosas en la música, desde Violeta Parra o Janis Joplin hasta Dalida. ¿Cómo le han influido?
-Siempre han resultado un modelo, desde María Callas hasta Mari Trini. Es inspirador saber que ha habido mujeres que se han expresado en la música como cantantes o compositoras, o ambas cosas a la vez, y han salido victoriosas aunque hayan sufrido. Con su trabajo han conseguido lo que muchos otros desean: permanecer, ser importantes a pesar de no estar físicamente presentes. Me ocurre incluso con mujeres que no me han influenciado mucho, como Patti Smith; aunque luego no vayas a seguir sus ejemplos porque tienes necesidades diferentes, escuchas sus discos y ves cómo se expresan y es inspirador de la misma manera que inspira leer un poema determinado que abre una ventana por la que quizás no vayas a asomarte pero sabes que existe.
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-Han pasado seis años desde su último disco. ¿Le molesta que los califiquen como «años de silencio»?
-Inactiva nunca he estado, pero no me expongo en los medios de comunicación salvo para hablar de mis discos. No soy carne de photocall. Sé que si no apareces da la sensación de que no existes, de que estás apagada, pero siento que tengo que hacerlo así. Y si eso significa que me toca empezar de cero, pues estoy acostumbrada. Puedo tirarme cinco años en un proyecto, pero eso no significa estar en silencio. Decidí no hacer conciertos en España porque no tenía material nuevo y tenía muchas ofertas fuera, incluso en países donde llevaba años queriendo ir, pero días después de acabar las mezclas de este disco ya estaba pensando en el siguiente.
-El 30 de abril regresa a Málaga...
-Me produce especial ilusión, porque hace años que no tocamos allí. Es una ciudad que me gusta, con la que tengo fuertes vínculos y donde me lo paso bien. Es una oportunidad de reencontrarme con gente que aprecio.
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