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Regina Sotorrío
Miércoles, 31 de mayo 2017, 00:39
Pinchas Zukerman responde al instante, sin dudarlo un segundo: «Mis orígenes israelíes me han marcado casi un 175%». Allí empezó a tocar en bodas y celebraciones junto a su padre, un músico klezmer que se salvó de Auschwitz. De Israel a Nueva York, su carrera musical está salpicada de grandes nombres de la música clásica: Ilona Feher, Isaac Stern, Pau Casals, Ivan Galamian... Ellos fueron sus maestros. Ahora el maestro es él y dos de sus alumnos le invitan a Málaga. El violinista israelí participa en el V Festival de Música de Cámara Málaga Clásica organizado por Jesús Reina y Anna Nilsen. Ayer impartió una clase magistral a unos 40 jóvenes en el Museo Interactivo de la Música (MIMMA). Hoy se sube al escenario del Cervantes.
En Málaga tocará con dos de sus alumnos, Jesús Reina y Anna Nilsen. ¿Cómo sienta ver en lo que se han convertido?
(Ríe) ¡No tienes suficiente espacio para escribir eso! Estoy muy orgulloso. Creo que lo más asombroso de la vida es cuando puedes compartir la información que tienes. Yo conseguí información maravillosa de personas asombrosas, compartirla con los jóvenes y verles continuar las tradiciones adecuadamente... Es como ver a tus hijos crecer y convertirse en personas increíbles.
Málaga Clásica se dedica en esta ocasión a la cultura gitana. ¿Tanto influye el folclore y las músicas populares en la clásica?
Depende de cómo lo hagas. Podemos tocar música gitana sin ser gitanos, y me encanta. Y ya sabes, Jesús es un gitano (ríe). Si la música popular se hace bien, tiene un lugar en la sociedad.
Pinchas Zukerman y el violista Paul Neubauer son las principales estrellas que conducirán hasta el 4 de junio el bohemio viaje por la música romaní que propone el Festival Internacional de Música de Cámara Málaga Clásica. Otros prestigiosos solistas internacionales, como Amanda Forsyth y el líder de los Solistas de Trondheim, Øyvind Gimse, completan este encuentro que dirigen Reina y Nilsen. El Cervantes, el Albéniz y el Echegaray acogerán cinco conciertos bajo el título de Cultura gitana obras de Bártok, Sarasate, Turina, Bizet, Brahms y Schubert coincidirán con piezas de Paco de Lucía, José María Cano y Dana Wilson. La clausura en el Cervantes contará con el baile de Antonio de Verónica y Saray Cortés.
¿Hasta qué punto le han marcado sus orígenes?
¡Oh, casi el 175%! Tuve lo mejor que había. Mi padre era judío klezmer, tocaba en cafés de Polonia el violín y el acordeón antes de la Segunda Guerra Mundial. Y después fue también un músico clásico autodidacta. A veces iba con él a bodas con un tambor y él tocaba el acordeón. Desde el principio escuché músicas populares y creo que eso es importante. Después mi educación fue increíble, la mejor enseñanza que Israel tenía entonces. Y luego en Nueva York conocí a Isaac Stern Stern, a Pau Casals.... Todos me enseñaron a escuchar. No puedes simplemente tocar, tienes que escuchar lo que viene de tu violín. Si sabes cómo hacerlo, entonces puedes mostrarlo a otras personas.
A su padre el violín le salvó la vida, ¿a usted de qué le ha salvado?
El violín es una extensión de mi ser. Y lo fue para mi padre también, así se ganaba la vida. No puedo definirlo con palabras, es parte de mí cada hora de mi existencia. Y tienes que trabajar muy duro para mantener el nivel. Como Federer, él trabaja todos los días en su revés y en su derechazo para que todo funcione.
Zubin Mehta, Daniel Barenboim, Itzhak Perlman y usted representan una generación dorada de la música de origen judío. Visto desde la distancia, ¿qué creen que aportaron a la clásica cuando irrumpieron en la escena internacional?
¡No tengo ni idea! Lo único que puedo decir es que quiero continuar haciendo un sonido agradable, con buena entonación y buen ritmo. Si tienes esas tres cosas por igual, podrás seguir en esto mucho tiempo y a la gente le gustará. Es muy sencillo. Y eso es lo que todos los de esa edad de oro hicieron. Tenemos mucha suerte de estar juntos. Seguimos siendo amigos y tocando juntos.
¿Confía en que la paz llegue a su tierra o ha perdido la esperanza?
Bueno, no soy un político, así que no sé lo que pasa. Lo que tenemos que hacer es asegurarnos de no influir en nuestra creencia en la naturaleza humana y la naturaleza humana quiere ser libre. Somos 7.000 millones de personas ¡y 3.000 se están muriendo de hambre! Tenemos que darles agua, mostrarles cómo cultivar frutas y verduras. Nos concentramos en un área de Asia pero el verdadero problema está en África. ¿La paz? ¡No lo sé! Creo que construir muros y aislar a la gente es un error. Pero, ¿qué puedo hacer? No puedo hacer nada acerca de lo que piensan el señor Trump, el señor Netanyahu, el señor Abbas o la señora May. No puedo influir en ellos. Sólo puedo pedirles que vayan al país y escuchen.
Ciertos proyectos musicales como el West-Eastern Divan Orchestra, ¿son un camino para la paz?
¡Por supuesto! Pero los medios hacen una gran propaganda por nada porque solo somos un pequeño porcentaje de la población. En 2060 habrá 9.000 millones de personas y en una orquesta hay 100 personas. ¿Qué es eso? ¡No es nada! Pero es importante seguir construyendo cultura porque de la cultura viene la mejor comprensión del espíritu humano. Todo lo que yo puedo hacer es enseñar a gentes de todo el mundo a tocar el violín mejor. No importa de dónde vengas, todos tenemos cuatro cuerdas y empezamos con Bach.
Se refieren a usted como La estrella mundial del violín. ¿Qué opina?
¡Ese es su problema! (Ríe). Me levanto cada mañana y ensayo. Que me llamen así no me hace diferente. Soy la persona que era ayer, el día anterior y 20 años atrás. Sólo aprendo un poco más. Mantengo los ojos y los oídos abiertos e intento ayudar en lo que puedo. Incluso tocar un concierto es para mí una forma de educar.
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