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J. Rafael Cortés
Martes, 30 de agosto 2016, 00:45
Recuerdos positivos y negativos. Los veranos dan para mucho y siempre hay algo que no sale tal y como se había planeado. Sin embargo, la vida suele dar una de cal y otra de arena, como le sucedió al músico y productor malagueño Francisco Eduardo Conde en el año 2010. A pesar de los contratiempos, a la hora de hacer balance se queda con aquellos meses estivales. Y es que el cantante asegura que pese a que tiene muchos veranos en su memoria, le cuesta decidirse por uno en concreto, sobre todo en una ciudad en la que «los veranos duran mucho y nos da tiempo a hacer muchas cosas, a guardar muchos recuerdos en la memoria».
Conde afirma que tiene los baúles repletos de recuerdos, y aunque conserva en su memoria aquellos veranos de su niñez («Tuve una infancia bastante feliz», señala), recuerda con más frescura aquel verano de hace seis años, una época de luces y sombras, según sus palabras.
«Empecé la cálida estación rompiéndome el tendón del codo derecho, tuve que ingresar en el hospital para que me operaran y estaba en plena gira del primer álbum de Santos de Goma Canciones de niebla. Por desgracia el accidente ocurrió en un momento muy poco oportuno, pero supongo que no hay un momento oportuno para estas cosas. Mi mujer estaba embarazada de casi nueve meses, así que la falta de oportunidad fue en todos los sentidos», reconoce.
Fue un verano en el que el artista tuvo que visitar el hospital en otra ocasión «ahora con el brazo en alto», previsa, aunque esta vez fue para asistir al feliz alumbramiento de su hijo. Aunque aquello también fue complicado: «El parto no fue fácil, duró alrededor de doce horas, en las que mi mujer y yo sufrimos un buen rato, yo no abría la boca para quejarme, pero estaba sufriendo fuertes dolores en el brazo, ni quiero imaginar los que sufría ella. Fue una noche larga, muy larga», recuerda.
Pero luego llegaron las recompensas, ya que su hijo nació por la mañana y sus dolores se alejaron. «Supongo que hay muchos momentos de felicidad en esta vida, pero el nacimiento de un hijo es probable que los supere a todos. Con creces», añade.
Un par de semanas después Conde se subía de nuevo a un escenario para tocar en el Fuengirola Pop Weekend. Lo hizo con el brazo inmovilizado pero a pesar de todo muy feliz «por volver a las tablas y también por ser padre y además músico, dos de las mejores cosas que a uno pueden pasarle en esta vida imprevisible». En este sentido, considera que es curioso cómo las cosas acaban equilibrándose. «La existencia me ofreció mucho dolor a cambio de una enorme felicidad, la vida comienza entre dolores terribles que acaban en belleza y alegría. A mí el dolor del brazo se me olvidó pronto, pero la felicidad que sentí al mirar a los ojos de mi hijo recién nacido no se me olvidará mientras viva. Eso ocurrió hace seis años, pero cuando miro a mi hijo crecer fuerte, sano y feliz, no pasa un día sin que me maraville del milagro de la existencia», concluye.
El de 2010 fue un gran verano para el artista malagueño, que también tiene en su memoria aquellos años de su infancia. Lo que no tiene claro es si los veranos de antes eran mejores que los de ahora, porque recuerda que cuando él era más joven las personas no podían disfrutar de viajes como los de ahora: «Antes nos metíamos nueve en el Seat 600 y nos íbamos a la playa. Eran otros tiempos, pero supongo que tanto antes como ahora la gente disfruta sus veranos, sean los que sean».
La vida del músico es dura y eso hace que no pueda disfrutar de un descanso normal, ya que es temporada alta de conciertos. Por eso, hace muchos años que Conde no disfruta de unas vacaciones de verdad. «En verano trabajo lo que puedo, al igual que el resto del año. Los músicos no podemos planear vacaciones como el resto de las personas. Hacemos como en todo lo demás: aquí te pillo, aquí te mato. Si tenemos dos o tres días libres los aprovechamos para descansar, pero normalmente estoy grabando o tocando», advierte.
No obstante, cuando tiene tiempo para escaparse prefiere salir de España, ya que aunque precisa que le encanta su país, al llevar toda la vida haciendo conciertos por la geografía nacional ya conoce bastantes sitios y prefiere disfrutar viajando a sitios nuevos. Entre sus destinos favoritos, muestra «adoración» por África. «Me gusta estar en casa, pero al final acabo trabajando en alguna idea nueva y no consigo desconectar. Para relajarme de verdad me tengo que ir sin guitarra», sentencia Conde, que en pleno verano está trabajando en el que será su nuevo disco en solitario, tras Reverbville. «Ya he superado la fase de composición y estoy pensando en cómo quiero hacerlo, dónde grabarlo y demás. Quiero que sea muy diferente al anterior, tanto en concepto como en sonido, tengo bastante avanzado el proceso de preproducción y pronto me meteré a grabar. También estoy terminando un libro de relatos un tanto particular, que ya está casi listo. Llevo muchos años con ganas de escribir, pero me daba mucho miedo tirarme al barro literario, aunque al final he conseguido superar todos mis temores, a ver si tengo suerte y alguien me edita», sentencia.
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