Mari Carmen Parra
Jueves, 4 de agosto 2016, 01:11
Niña rubia, con ojos verdes y mucho arte en las venas. Esta era la descripción que podía dar cualquier vecino de Huelin en 1987 de una pequeña María Lozano que con sólo cinco años no le temía al terral, ni a las altas temperaturas estivales de la capital para enfundarse su traje de gitana y sus tacones blancos para entonar el Cocinero, cocinero de Antonio Molina delante de todos sus paisanos. Y es que a María Lozano el verano siempre le encantó, no sólo porque cuando era niña al estar de vacaciones y por su carácter familiar podía pasar mucho más tiempo con los suyos, sino porque en estos meses en los que el sol aprieta más le sirvieron para vivir momentos de la infancia que años después, ya de adulta, volvería a revivir de una manera que nunca hubiera imaginado.
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Aunque el nombre de María Lozano saltó a los titulares en 2007 cuando se vivió el boom de la primera edición de Se llama Copla, concurso en el que fue una de las finalistas, esta malagueña de la barriada Girón ya se había subido a más de un escenario, un hábitat en el que se mueve con una soltura tan natural que sólo puede venir de una persona que siendo una niña esperaba que dieran las ocho de la tarde y «con la fresquita» vestirse de gitana y actuar para todo su vecindario frente al ultramarinos de La Manchega, una tienda de comestibles que tenía dicho nombre por el origen de su propietaria. Allí empezó todo y a pesar de que en principio se trataba de un espectáculo espontáneo de una pequeña que jugaba a ser Pepa Flores, poco a poco aquello fue yendo a más hasta ser la fuente de vida de María Lozano, que cada verano que pasaba sentía que su pasión por la música no tenía límites.
Así, en 1993, cuando la cantante entraba en la adolescencia vivía sus primeras salidas en una fiesta que se celebraba cada verano en Pinos de Alhaurín. «Nos hacíamos mayores y nos iban dando más libertad, así que aprovechábamos la verbena El botijo, para poder tener nuestros primeros bailes», recuerda con mucha emotividad, sobre todo, porque años después tuvo la suerte de ir como invitada y de cantar allí. «Me hizo mucha ilusión, porque aunque no era en el mismo sitio que se realizaba, la sensación fue entrañable, de hecho, yo comenté en el escenario cuántas veces me había subido allí jugando, por lo que verme actuar delante de mi familia, de los que me conocían desde pequeña y de mi propio hijo pues fue mucho».
Y es que, como afirma la propia María Lozano, «los veranos han servido para ir cumpliendo sueños y para reencontrarme con personas y sitios del pasado». Un hecho que se volvería a repetir el 27 de septiembre de 2003 cuando la cantante se subió por primera vez a las tablas del teatro de Tivoli, un lugar clave en la infancia de muchos menores y que en su niñez también fue un enclave mágico. «En Tivoli he visto en directo a Alejandro Sanz y después he actuado allí, eso es una sensación increíble», comenta María Lozano que lo compara con los recuerdos que llegan a una persona cuando de adulta vuelve al colegio en el que estudió. «En la vida me hubiera imaginado que iba a cantar en el teatro del Tivoli, jamás de los jamases», reitera esta artista que como buena coplera la Feria de Málaga era y es- otra de las citas ineludibles de la época estival. «La feria siempre ha sido uno de esos momentos bonitos porque mi madre, mi hermana y yo nos íbamos juntas y allí cantábamos y bailábamos», relata Lozano que apunta cómo se volvía loca con la caña, un instrumento que le encantaba y que la llevaba a que su imaginación volase. «Yo me creía que era Marisol y pensaba que podría tener la vida de esa niña», comenta con cariño, a la vez que no pasa en alto en indicar que todos los veranos de su vida «han sido maravillosos porque cada uno ha tenido algo que me ha marcado».
En la actualidad, María Lozano está casada, tiene un niño de cinco años y como explica ella misma «ahora vuelvo a lo mismo porque a pesar de mi trabajo que es en estos meses cuando vive su punto más álgido voy a donde haga falta. Llegue a las 4 o a las 6 de la mañana de Jaén o Almería cojo la maleta y nos vamos al parque acuático, a la playa o donde sea porque quiero que mi hijo viva lo que yo he vivido».
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Con esto en mente, la cantante prevé que las «ojeras» no tardarán en salir porque «gracias a Dios este verano se plantea bien». Con una agenda llena de actuaciones por la provincia y Andalucía y su nuevo trabajo entre manos María Lozano no parará. Sobre este proyecto en el que anda metida no quiere dar muchos datos, pero avisa que se llama Fusiona2 y que sólo podrá adquirirse a través de Internet. «La idea es crear una web donde venderemos los temas, no se podrán descargar en Spotify, solo se comprarán ahí. Queremos llevarlo todo nosotros y vamos a ser valientes».
Y como no podía ser de otra manera este disco ha sido también una máquina del tiempo para la artista que con él ha vuelto a viajar al pasado, ya que ha grabado temas que había cantado hacía 10 años, aunque esas canciones ahora las ha sentido «de manera más madura».
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