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Regina Sotorrío
Sábado, 16 de abril 2016, 00:55
Ha pasado la mañana de visita en el Thyssen y en el Museo Picasso, por la tarde toca poner a punto la maquinaria. Málaga es hoy la primera parada de su gira Todo es ahora (Auditorio Municipal, 22.00 h.), un tour que le devuelve a los grandes escenarios donde se forjó un nombre con El Último de la Fila. A 24 horas del concierto, supervisa el montaje con un escenario transformado en jardín con decenas de plantas por todas partes, prueba el sonido y atiende a este periódico en la trastienda con amabilidad y sin mirar el reloj. Manolo García es un caballero del rock que vive sin prisas, ajeno a la dictadura de las tecnologías, del tuit al segundo y del no me has contestado al whatsapp. No puede hacerlo con su móvil, el primero que tiene, comprado hace tres años en el chino por 25 euros.
Cuando no actúa ni compone, lo mismo pinta con Triana de fondo que lee en castellano antiguo «me encanta»; pero ahora es el momento de la música. En tres horas de concierto, primero presentará su nuevo repertorio con los músicos americanos que grabaron el disco, los mismos que hicieron el último álbum de David Bowie; y después se recreará en sus éxitos con su banda de toda la vida. Manolo García al completo y en tres dimensiones, sin pantallas de móviles por medio.
Faltan horas para que aquí arranque la gira. ¿Es un día cualquiera?
No, siempre impone, le tengo muchísimo respeto al escenario y al público. Pasan los años y parece que uno tenga que ir superándolo, pero no. Yo hasta ayer llevaba una vida normal, pero ya cuando llego aquí y empiezo a oír el sonido, a ver el montaje... Ya la vida es de otra manera.
Hubo años en los que hizo más de 200 conciertos, pero parece que ya no está dispuesto a dejarse la vida en giras maratonianas.
Son otras circunstancias, otras edades y otro tiempo. Yo sigo siendo un músico de carretera, es una alegría ver al público contento en los conciertos. Ahora bien, hay que vivir también. Y dime lo que más te gusta y te diré lo que vas a odiar si abusas de ello. No quiero agotarme ni agotar a nadie. Fríamente, pienso que ya llevo unos años trabajando en España y la gente me ha visto por debajo, por encima, por delante y por detrás. Tengo que ir dosificándome para intentar que sigan queriéndome.
Da la sensación de que vive sin la presión de tener que ser el número uno: saca discos cuando quiere y hace giras como quiere. ¿Es así?
Tal cual lo estás diciendo. Cuando eres un artista nuevo, como fuimos El Último de la Fila en los ochenta o como ahora lo puede ser Pablo Alborán, hay un momento de euforia por ese artista que tiene la varita mágica. Se convierte en un fenómeno no solo musical sino mediático. Amí ese tiempo ya se me pasó, ahora por suerte convoco a la gente que quiere escuchar mi música, no porque esté de moda.Ahora disfruto el tiempo del músico, puede que con una cierta popularidad, pero tampoco soy una persona muy famosa mediáticamente hablando, no aparezco demasiado en televisión, no me presto demasiado.
Cosas personales
¿Qué es lo que no le gusta del mundo del espectáculo?
No me interesa demasiado salirme de los límites musicales ni ir a programas donde haya que hablar de cosas personales. Todos somos iguales y yo no tengo más interés que otro, y no quiero entrar en ese terreno del cotilleo, del morbo fácil, de las elucubraciones. Estoy aquí para cantar.
Fíjese que eso que dice aparece incluso en su Wikipedia: «Su vida privada y todo lo alejado de lo estrictamente artístico queda fuera del conocimiento popular».
Mira, yo si pudiera me quitaba de Wikipedia. Lo he pedido, pero no lo he conseguido. Es una situación estrambótica porque a mí nadie me ha pedido permiso ni me han preguntado qué quiero que ponga sobre mí. Es una falta de respeto, un atentado a mi intimidad.
Hoy hay que estar en Internet para ser alguien.
Yo no quiero estar, a mí me gustaría borrarme de las redes. No tengo Twitter ni Facebook, ni pienso tener jamás. No me interesa nada, me interesa ir a comer sardinas espetadas en la playa de Málaga, pasear, darme un baño... Me interesa vivir en tres dimensiones y no en una pantalla. Ese dar por supuesto que todos los artistas queremos estar en Spotify, en Youtube... pues no.
Pero no se le pueden poner puertas al campo.
No lo pretendo, sé que es imposible. Y respeto que haya gente que disfrute con las redes; pero si me preguntan, que hagan la fiesta sin mí. Me interesa un mundo espiritualmente más apacible y menos estresante. No soy capaz de estar con una maquinita atendiendo a 200 amigos y mirando el whatsapp.
¡No tiene whatsapp!
¡No! Te voy a enseñar el móvil que tengo (se levanta y rebusca en su mochila). Hasta hace tres años no tenía y ahora me he rendido y me compré este en un chino por 25 euros, es un cacharro del Paleolítico (y enseña un minúsculo móvil pre-smartphone de los que tienen tapadera). Con esto yo funciono por el mundo. ¿Por qué? Porque quiero ser libre, es lo más importante de la vida. Es que, sin ofender a nadie, Internet tiene algo de opio del pueblo, panem et circenses.
«Nos están chuleando»
En una de sus canciones hay una forma muy original de definir a la clase política:«Derviches con mentes de páramo gélido». Ahí llevan.
Y a las pruebas me remito. Una buena parte de la población está realmente pasándolo mal y lo que ellos hacen es intentar posicionarse. Unos maquillándolo con un tipo de ideología, otros con más descaro. Pero da la sensación de que les da igual que la gente pase años en el paro, las leyes laborales, las privatizaciones de hospitales, que las humanidades salgan de los estudios. ¿Qué tipo de país quieren?, ¿un país inculto? Odian la cultura estos señores, parece que es un estorbo para ellos. Son mentes de páramo gélido porque tienen hielo en el cerebro, no tienen calor humano. Y corto me quedo, nos están chuleando.
¿Y no parece que también a nosotros nos da igual? Islandia y Reino Unido se han manifestado por los papeles de Panamá. Aquí no.
Somos incapaces de manifestarnos, de coordinar un movimiento de repulsa, de exigir justicia y un cambio real. Se está viendo la política que ha hecho el Gobierno en contra del trabaador, y muchos trabajadores le siguen votando. No lo entiendo.
¿Confía en la nueva política?
Es que si no tenemos una pequeña esperanza, apaga y vámonos. Pero tengo también muy claro que si la ciudadanía en bloque y en masa no cogemos el timón y obligamos a la clase política a encauzar las cosas de la manera correcta, ellos no lo van a hacer. Una vez que están ahí se pierden en los vericuetos de los egos, en la erótica del poder.
En otra de sus canciones dice algo así: «Querías comerte el mundo y ahora luchas porque el mundo no te coma». ¿En qué punto está usted?
Observo al mundo. Me defino como un escéptico participativo. Soy una hormiga más en este gran disloque planetario, pero me creo muy pocas cosas. Mi punto actual es vivir y dejar vivir. Y participar, si hay nuevas elecciones voy a ir a votar.
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