La cantante madrileña Barei representará a España en Eurovisión.

España dice 'yay'

Por primera vez, nuestro país acudirá a Eurovisión con una canción interpretada íntegramente en inglés. «Es un disparate absoluto», critica un académico. «Es el idioma de la música», defiende José María Íñigo

carlos benito

Jueves, 4 de febrero 2016, 00:37

Hubo un tiempo en el que Eurovisión nos familiarizaba con otros idiomas. Más allá de conseguir que todos supiésemos cómo referirnos al Reino Unido en francés (ya saben, guayominí, porque lo de escribir Royaume-Uni resultaba más complicadillo), durante muchos años nos permitió tomar contacto con lenguas que no volvíamos a leer ni a escuchar el resto del año: los países enviaban valerosamente canciones con títulos como Emeis forame to himona anixiatika, Chc zna swój grzech..., A holnap már nem lesz szomorú o Gözlerinin Hapsindeyim, que parecían un desafío a los comentaristas del resto del continente. Pero en 1999 cambiaron las estrictas reglas del festival y se permitió que cada cual usase el idioma que le diese la gana una norma que ya se había suspendido entre 1973 y 1976, lo justo para que ABBA ganase con Waterloo, y eso ha provocado que en el siglo XXI la exuberante babel de antaño se haya ido transformando en una voluntariosa academia de inglés: en la última final, solo Francia, Italia, Montenegro y España escaparon a la tendencia, mientras que Rumanía presentó uno de esos mejunjes de dos lenguas tan característicos del certamen.

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Este año, España causará baja en el grupo excepcional de países que concursan en sus idiomas: Barei, nuestra representante, ya ha confirmado que su Say Yay! sonará íntegramente en inglés, sin siquiera esos coros en castellano con los que aligeró en algún momento su impacto idiomático. «Jamás pensé que tendría el voto del público cantando en inglés», ha admitido la vocalista, que se declara «orgullosa» del español, pero cree que no acaba de encajar con su estilo house de aire soulero. «No creo que nadie tenga que cambiar su arte por un concurso concreto. Y la gente lo ha elegido democráticamente», se ha defendido. Será la primera vez que nuestro país participe con una canción en inglés, y lo hará, además, con versos que no son precisamente fáciles, como ese «go-getters dont forsake» (algo así como los triunfadores no abandonan), aunque al menos la canción también está provista de unos cuantos lalalás de eficacia probada en todo el globo, incluida la España más profunda.

En algunos círculos, la selección de Say Yay! se ha recibido con desagrado, como una ocurrencia muy fea: algo así como si Shakespeare y Cervantes se diesen de puñetazos, aprovechando que los dos están este año de centenario, y el bardo inglés le atizase una buena tunda al español abusando de su discapacidad. «Me parece realmente absurdo. Incluso si fuese una lengua mínima, como el albanés, creo que deberían utilizarla aunque no la entendiese nadie más, pero es que además el español va casi a la par con el inglés. ¡Hay un continente entero que lo habla! Es un disparate absoluto. Para mí, la cosa está muy clara: España no puede renunciar a su lengua. Eurovisión se está convirtiendo en un certamen de la canción inglesa», reprocha el filólogo y dialectólogo granadino Gregorio Salvador, académico de la lengua desde 1987. No es la primera vez que se espanta ante esta práctica: ya en 2002 tachó de «dislate» y «barbaridad» que una paisana suya de Armilla saliese al mundo a entonar Europes Living a Celebration. En 2014, la preocupación alcanzó nivel institucional y la RAE envió una carta a RTVE para expresar su «inquietud» por Dancing in the Rain, el tema casi en inglés con el que Ruth Lorenzo quedaría décima en Copenhague.

De weeping a lo bailao

También en el mundo de la música se alzan voces contrarias a lo que consideran una claudicación sin sentido. «Hacemos el ridículo. Cuando un artista español canta en inglés, se parten el culo de risa, igual que nosotros cuando un inglés canta en español. El mundo ama España, su lengua y su cultura, pero aquí hay como una vergüenza de ser español», lamenta Miguel Ángel Arenas, Capi, el productor y fabricante de estrellas que descubrió a Alejandro Sanz, Los Pecos y Mecano. Capi recuerda que, en la gala del lunes, el jurado internacional no se inclinó por Say Yay!, sino por la canción en castellano de Salvador Beltrán. «Además añade, el sentimiento creativo surge de tu propia identidad. Si no, será una burda copia, lo que tú piensas que piensa un inglés. Es una moda absurda». Durante mucho tiempo, los responsables de RTVE han mantenido una postura similar, y la historia reciente ofrece ejemplos tan inesperados como el de Que me quiten lo bailao, la canción que Lucía Pérez defendió en 2011. Sorprende saber que una composición de título tan cañí se llamaba originalmente Weeping for Joy, llorando de alegría, y era... en inglés.

Frente a estas críticas, los partidarios de la libertad lingüística enarbolan la bandera de la modrnidad. Y entre ellos figuran pesos pesados como el mismísimo José María Íñigo, cuya tarea de comentarista le ha convertido en algo así como Míster Eurovisión. «El 90% de las canciones del festival son en inglés. Es el idioma de la música, no hay más que mirar las listas de lo más vendido en España. Y hay que recordar que estamos hablando de un concurso de canciones, sin más: no compliquemos las cosas, ni las saquemos de quicio», argumenta el periodista bilbaíno, que lleva años abogando por dar este paso. Eso sí, hasta Íñigo reconoce que no tiene «la menor idea» de si una letra en inglés incrementará las posibilidades de acabar en un buen puesto. En la web Jenesaispop, uno de los medios de referencia en España sobre música popular, también aplauden el salto al inglés: «Me parece estupendo. Han pasado más de cuarenta años desde que ganaron ABBA con Waterloo. ¿Toda esta polémica significa que llevamos cuarenta años de retraso con respecto a Suecia? No veo que cantar en castellano haya beneficiado mucho a España en estas décadas. No veo que nos haya dado una personalidad que nos haya hecho arrasar, ni siquiera quedar bien. El puesto medio en el que queda nuestro país es muy mediocre y llevamos 45 años sin ganar. Aunque Barei quede la última, es un triunfo haber arriesgado y llevado otra cosa en lugar de la típica canción latina o la típica balada con grito», explica a este periódico Sebas E. Alonso.

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En Francia ya han pasado por todo esto. Nuestros vecinos siempre han sido decididos defensores de lo suyo, y a menudo participan en Eurovisión con canciones que no solo son en francés, sino que tampoco se ajustan a ninguno de los parámetros convencionales del recetario festivalero. Igual que los españoles, a veces habían trampeado con frases en inglés e incluso con la combinación de ambos idiomas en una misma frase, un franglés que no debería sonarnos tan raro en el país del I love you mi vida. Pero, en 2008, el extravagante Sébastien Tellier representó al país con toda la letra en inglés menos dos versos, y los parlamentarios más conservadores pusieron el grito en el cielo sin atender a que la canción, Divine, era realmente muy bonita.

Más allá de debates eternos, lo que parece evidente es que la pujanza del inglés en Eurovisión es un fenómeno imparable: desde aquel cambio de normas de 1999, la única canción ganadora que no lo ha empleado es Molitva, el baladón balcánico con el que Serbia se impuso en 2007. Y también está claro que, si hay algo que puede poner fin a toda la controversia idiomática, será precisamente una frasecita en inglés: si el 14 de mayo escuchamos un montón de veces ese conjuro tan poco oído de Spain, twelve points, seguro que las discusiones se olvidan y todos lo celebramos al grito castizo de yay!.

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