Alejandro Martínez, con su violonchelo en el roqueo de Pedregalejo.

Alejandro Martínez: «La música clásica se tiene que quitar la pajarita y el frac»

Miembro de una saga de músicos, este profesor de violonchelo es uno de los impulsores de Málaga de Cámara, plataforma divulgativa de los géneros clásicos

Antonio Ortín

Martes, 17 de noviembre 2015, 01:09

Destila, arropado por su violonchelo a cuestas, un cierto aire a rockero clásico pese a que elige a Mozart, Mahler y Bach como tres imprescindibles de su devocionario más íntimo. Y eso que Alejandro Martínez (Málaga, 1974) no le hace ascos a ningún género. «Escuchar a Alejandro Sanz puede ser maravilloso; tanto como el tiempo lento del cuarteto Rosamunda deSchubert». Nada sorprendente esta comparación en este profesor de violonchelo, músico y melómano, que ha tocado para Raphael o Serrat. Nacido en una saga de músicos (su padre y sus tres hermanos son también profesores de conservatorio), su último proyecto ha sido Málaga de Cámara, la plataforma impulsada por varios intérpretes malagueños para divulgar los géneros cultos. El pasado 12 de octubre, de la mano de Antonio de la Torre, llenaron el Teatro Cervantes con Desnúdame el alma, un espectáculo de canciones populares recitadas con la música de cámara como telón de fondo.

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Lleno en el Cervantes. ¿La prueba de que la música culta también puede encajar en otros géneros?

Sin duda, la buena música encaja con todo. Y las canciones que son buenas son maravillosas, más allá de la versión primigenia que todo el mundo recuerde. De hecho, hoy en día asistimos a una continua vuelta sobre canciones de toda la vida.

¿El modo Cuéntame, no?

Exacto. En la música clásica estamos muy acostumbrados. Yo en mi casa tengo hasta cinco versiones de una misma sinfonía de Beethoven.

Bien, ¿entonces qué le falta a la música culta para llegar más?

Educación. Estamos hablando de géneros con 200 ó 300 años, que necesitan también una costumbre. Evidentemente, para un niño de 8 años son inaccesibles, porque tienen un sonido muy elaborado. Cuando adquieres esa costumbre, cuando se llega a una aceptación corporal, puede ser maravillosa.

No me negará que hay mucha gente que ha hecho mucho por la música clásica.

Desde luego, incluso algunas cosas que a los clásicos no nos han gustado.

¿Pongamos Luis Cobos y su batería electrónica para zarzuela?

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(Risas). Pues por ejemplo. Desde el punto de vista clásico era una aberración, pero fíjese, hizo llegar la zarzuela, que es un género muy nuestro, a muchos hogares. Aunque fuera, como usted dice, con batería y en un popurrí.

Sin embargo, hay mucho de música popular en la culta.

Siempre. Autores clásicos han bebido de su música popular para llevarlas al lenguaje culto y además conservar esa tradición sonora en el tiempo. Es lo que llamamos música nacionalista, que no tiene nada que ver con la política.

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Eso, tenga usted cuidado con la comparación, que son malos tiempos para la lírica del nacionalismo.

(Risas). Sí, es peligroso...

Bromas aparte, pienso en Falla...

Buen ejemplo. Muchos compositores han creado pequeñas o inmensas obras con temas populares de sus regiones. Verdi, Beethoven, o el propio Falla que usted mencionaba.

Permítame entonces: ¿Cómo puede llegar a ser atractiva la música culta?

Con divulgación. A algo que se ha conservado 300 años le pueden quedar otros tantos. Es más, es necesaria esa música. Pero hay que cuidarla.

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¿En qué sentido?

Dándose a conocer. ¿Por qué los conciertos de la orquesta de Radio Televisión Española tienen que ser el domingo a las ocho de la mañana y no a las doce? Siempre estamos relegados a un cierto gueto; sólo a un público al que le gusta el género.

¿Y ustedes no tienen algo de responsabilidad?

Sin duda, el frac y la pajarita ya están obsoletos. La música clásica se los tiene que quitar.

¿Y los repertorios? Estará conmigo en que no es lo mismo Vivaldi que Mompou...

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Tiene usted razón, pero también le digo: en nuestros teatros se sigue escuchando hoy a Beethoven, Brahms o Mendelssohn. ¿Pero dónde dejamos la música que se compone hoy?

Es que no es tan digerible.

Porque sus partituras suenan menos tonales, quizá menos tradicionales para lo que tenemos acostumbrado nuestro oído. Y están relegados a que se toque esporádicamente en algunos programas.

Ya me ha citado varias veces el concepto gueto.

Es que al final te sientes un poco así. Mire, cuando la gente te ve con un chelo, normalmente a la pregunta de esto qué es y explicárselo, sigue un: ¿Y a qué te dedicas?

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Pues anda que no acarrea sacrificio y renuncias la carrera de un músico.

Sin suda, sacrificas parte de tu infancia. Al final, tú juegas con tus compañeros de conservatorio. Pero estudiar un instrumento ayuda al crecimiento no sólo intelectual, mental, motriz y social. Te enseña sobre todo disciplina.

¿Oiga, y usted qué escucha en su casa?

Nada.

¿Perdón?

No se sorprenda, es que a veces escucho más música en el coche que en mi casa. Y de todo, clásica y pop.

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