El 'stone' Keith Richards.

¿Esnifar hormigas? ¿Vender bolsas de vello púbico?

Un libro repasa el anecdotario de las locas historias del rock

CARLOS BENITO

Sábado, 23 de mayo 2015, 00:10

Da la impresión de que, a algunos aficionados, hablar de rock les gusta casi tanto como escucharlo: son capaces de ir enhebrando una serie interminable de asuntos relacionados con el género, que suelen verse acompañados de una serie interminable de cervezas. Esas conversaciones se mantienen a veces dentro de lo estrictamente musical, salpicadas de frases talismán como «el primer disco era mejor», pero lo normal es que no pase mucho tiempo antes de que la cosa escore hacia el inagotable anecdotario del rock and roll, con sus mares de sexo, sus océanos de drogas y su asombrosa colección de personalidades anómalas. Y, en ese terreno, el libro que acaban de editar El Pirata y Javier Broco del programa de RockFM El Pirata y su banda puede convertir a cualquiera en un campeón de la charla noctámbula.

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«Yo llevo toda la vida divulgando la cultura del rock, pero no soy un erudito explica el veterano locutor, que debutó en las ondas hace más de 40 años. Lo que intentamos nosotros es que la gente se divierta, con los coleguitas en los bares o descojonada de risa en la butaca de casa». Las 314 páginas de Las mejores anécdotas del rock & roll abarcan diversos niveles de eso que los anglosajones llaman trivia. Uno puede aprender o recordar curiosidades más o menos académicas, como que los Beatles rematan su Sgt. Peppers con un sonido que solo pueden escuchar los perros, o que AC/DC encontraron su nombre en una aspiradora («podrían haberse llamado Bosch o Electrolux»), o que la BBC censuró el My Generation de los Who porque su forma entrecortada de cantar podía ofender a los tartamudos, o que la revista Melody Maker se ventiló un disco de Yes con una crítica de dos letras («no», decía), o incluso que Alice Cooper fue canguro del niño Keanu Reeves. Pero también podemos chapotear por rincones más escabrosos. Sí, Meat Loaf se inyectó su orina para combatir las alergias. Sí, unas groupies llamadas Plaster Casters hacían moldes de escayola de los miembros viriles de músicos. Sí, Anthony Kiedis incorporó al merchandising de los Red Hot Chili Peppers una bolsita de su propio vello púbico. No, no vendió ni un pelo.

Las mejores historias siempre tienen que ver con aquello del rock and roll way of life, las rutinas desaforadas y peligrosas de ciertos músicos. En el libro aparecen chascarrillos de artistas actuales como Muse o Radiohead, pero da la impresión de que hoy en día todo es menos desmadrado, más modosito, ¿no, Pirata? «La primera generación del rock eran chicos que salieron de la nada y consiguieron el reconocimiento mundial. En una juventud muy temprana, se vieron ricos, famosos, con chicas a su alrededor, y eso generó una forma distinta de vivir. Hoy eso ya se ha asumido y las estrellas han aprendido de los errores del pasado. Las anécdotas que generan pueden ser profundas, entrañables, pero no tienen nada de la locura de Ozzy Osbourne poniéndose a mear en el sacrosanto El Álamo».

Ozzy, el hombre que descabezó un murciélago de un mordisco al pensar que era de plástico, el que esnifó una hilera de hormigas para ganarle una apuesta a Nikki Sixx, asoma varias veces a lo largo de las páginas del libro. El Pirata lo considera, de hecho, el rey de la anécdota roquera, además de un ejemplo ideal para ilustrar su tesis sociológica sobre los tiempos salvajes: «Es una locura andante, un tipo con un gen diferente que le permite aguantar tanto pasón. Él se creía abocado a currar toda su vida en una jodida fábrica de Birmingham, a ser el último pringado, pero hoy tiene una mansión a cada lado del Atlántico, así que le da igual todo. Es mucho más listo de lo que todos se piensan». El cantante de Black Sabbath derrocha anécdotas. Ahí va una travesura sacada del libro: una vez que compartía gira con Whitesnake, se fijó en que el líder de estos, David Coverdale, marcaba su camino al camerino con pegotes de cinta plateada. Por supuesto, se los cambió de sitio para mandarlo a la sala de calderas.

A fan pelmazo, guitarrazo

Otros inevitables son Keith Moon, batería de los Who que obligó a un taxista a volver al hotel porque se le había olvidado tirar el televisor por la ventana, y el stone Keith Richards. «¡Se trata de gente tan especial! El otro día me estuve acordando de un vídeo en directo de los Rolling Stones: empieza el concierto, sueltan los globos, sale Mick Jagger envuelto en la bandera americana y, de pronto, un fan consigue acceder al escenario y se dirige a ellos. Se ve cómo Keith Richards se quita la guitarra con una tranquilidad absoluta, le mete un guitarrazo que le deja doblado y, con la misma parsimonia, se cuelga otra vez la guitarra y sigue tocando», se ríe El Pirata. De todas formas, la historia que más divierte al locutor es de aquí al lado, del mismo Ourense: «Me parece muy grande lo de Yosi, el cantante de Los Suaves, que pidió la excedencia de la Policía Nacional y ahora mismo cobra de haber sido policía mientras sigue recorriéndose los escenarios».

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Los autores del libro han dedicado un capítulo Bulos, pero muy chulos a esas historias que llevan décadas circulando pese a no ser verdad: parece que ni Stevie Nicks aspiraba cocaína por el recto, ni Frank Zappa se zampó un excremento de su colega Captain Beefheart, ni Marilyn Manson se sometió a cirugía para disfrutar de los refinados placeres de la autofelación. Pero, indica El Pirata, se trata de excepciones en una tradición narrativa menos embustera de lo que se podría pensar: «Hay anécdotas que cambian, que se exageran, que se adaptan a los tiempos, pero creo que un alto porcentaje de las historias que se cuentan son absolutamente reales. Aunque es cierto que, si no lo son, tampoco importa tanto».

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