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Ya nadie pone en duda que el futuro de los museos pasa por la tecnologización. Si las colecciones son la base de los centros artísticos y las visitas presenciales siguen siendo una prioridad, la pandemia ha acelerado la vida digital de estas instituciones y el contacto con públicos lejanos o diferentes. Un panorama que ha dado lugar a un concepto contemporáneo, el museo híbrido, que ha sido el objeto de reflexión en la última sesión del congreso CM Málaga, que se ha celebrado hasta hoy en el Palacio de Ferias y Congresos (FYCMA). Las experiencias inmersivas han ocupado buena de este bloque, en el que brilló la propuesta de un museo al aire libre en Carballo (A Coruña), que ha transformado el urbanismo de esta ciudad gris con más de un centenar de murales y frescos con firma de artista.
El origen fue una casualidad. Una lona deteriorada que colgaba de una pared para dar la bienvenida a los turistas pedía una renovación y la idea final fue hacer algo más duradero: un mural. Aquello fue el origen del museo al aire libre de Carballo, que hace unos días ha unido sus últimas cinco obras a su colección permanente que se puede visitar con solo pasear por la ciudad. Una iniciativa que propios y extraños, lugareños y visitantes han hecho suya superando incluso el ámbito de lo artístico. «La gente se besa, se disfraza y se fotografía delante de ellos por lo que los murales han generado identidad y memoria colectiva», ha señalado en su comunicación Xosé Regueira, vicepresidente de la Diputación de A Coruña, que ha añadido que este arte urbano es efímero pero se planteó su preservación digital precisamente por su condición de referentes para la ciudadanía. De esta forma, la versión en Internet de estos muros ha permitido conservar frescos ya desaparecidos por derribos o por el paso del tiempo.
Por su parte, las posibilidades de las webs en Internet más allá de la exhibición de las colecciones ha sido ilustrado por el Museo del Traje de Madrid, que con la inauguración de su nueva exposición permanente dio salida también en Internet a una serie de investigaciones transversales sobre las piezas que las contextualizaban y las completaban. «Teníamos una información y detalles que quedan invisibles porque no llegan a la exposición, pero que nos planteaba la nueva necesidad de mostrar al público», ha contado Helena López del Hierro, directora del centro, que ha mostrado como la herramienta web permite que desde un jubón del siglo de Oro se pueda llegar a otras prendas relacionadas, a pinturas del Prado que exhiben ese vestuario, a las telas que se utilizaban, a los avatares históricos de la época o a los personajes que los vestían y su posición social.
Por su parte, Montreal, uno de los grandes centros de producción audiovisual del mundo, mostró su vanguardia en la aplicación de las experiencias inmersivas en el arte a través de tres empresas que desarrollan esta tecnología por todo el mundo: Phi Studio, Hub y Oasis Immersion. El cofundador de esta última, Denys Lavigne, entró en el debate del mundo del arte que rechaza estos montajes como simple operaciones económicas y reconoció que «a veces son una oportunidad de negocio más que una experiencia de inmersión», por lo que apostó por la presencia en los museos y exposiciones con «un viaje real e inmersivo para el público». El experto puso como ejemplo la exhibición sobre Van Gogh que transmitía lo que «sentía el artista al hacer la obra» para concluir que, «aunque nos apartemos de la tradición museística, esas producciones culturales han llegado para quedarse y para sentir el arte de una forma diferente».
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