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Confiesa que más de una vez ha pasado en taxi junto a 'La Palera', su escultura en el Paseo Marítimo Antonio Banderas, y le ha ... preguntado al conductor qué le parecía aquella estructura enorme que se levanta en Huelin. Tras su respuesta, él mismo añadía: «¡Menudo mamarracho lo habrá hecho!». A Miquel Navarro (Mislata, Valencia.1945) le gusta provocar. «Y los chistes verdes, también». Y eso, con un tinte poético y metafísico, está en su arte. El CAC Málaga acoge una retrospectiva por la trayectoria del pintor y escultor valenciano donde cobran fuerza dos constantes en su obra: la ciudad y el sexo, entendido como motor para la creatividad y la trascendencia.
'Dominio y sueño', título que hace referencia al poder y la imaginación que presiden su producción, muestra una selección de casi 40 piezas realizadas desde 1984 hasta la actualidad. Ocupan las paredes pero, sobre todo, el suelo. Sus urbes de aluminio, hierro, zinc y terracota se expanden por la sala principal del CAC, como un mapa en relieve de cualquier gran núcleo urbano del mundo. En todos los casos con imponentes rascacielos a modo de tótems que sobresalen entre pequeñas piezas distribuidas por el espacio.
Se distinguen zonas asfixiantes de calles estrechas que remiten a barrios marginales y otros lugares de casitas bajas perfectamente alineadas. Hay cierto realismo, pero Miquel Navarro puntualiza: no tiene una finalidad crítica. Su objetivo es «poético y lírico, metafísico, simbólico y metafórico». «Nunca he creído en el arte político. Muchos compañeros de mi época lo hacían y han llegado al hecho panfletario, pero no soy de esa línea. Yo asumo toda la historia del arte, desde la caverna hasta las vanguardias de principios de siglo. Bebo de esas fuentes», añade el Premio Nacional de Artes Plásticas de 1986.
Es un reflejo de su propia vivencia. El año que viene se cumplirán 50 años de la primera ciudad-arte de un creador que reside aún en el mismo lugar en el que nació, en Mislata, pese a haber tenido la oportunidad de instalarse en Chicago, Nueva York o París. Pero, como dijo, en ninguno de esos lugares podría tener una buganvilla con flores todo el año como la que decora el patio interior de su casa. Y desde ese municipio valenciano ha sido testigo de la transformación de su entorno. «La vida es un yacimiento de experiencias, de memoria, de recuerdos. Como lo son las ciudades, sobre ellas se construye toda nuestra vida», añadió el comisario Fernando Francés. A través de la metrópolis, Miquel Navarro habla de «todas y cada una de las vicisitudes sociales que desde la prehistoria hasta nuestros días hemos ido construyendo en la tribu».
Cada ciudad está compuesta de decenas, cientos, de piezas. «Ni sé cuántas puede haber», reconoce frente a 'Ciudad 84-85' (1984-1985). Los rascacielos en zinc y las grandes avenidas definen el área principal, rodeada de elementos regulares realizados en terracota que simulan los vecindarios. Es una instalación cambiante, montada ex profeso para cada sala, lo que la hace siempre única. Como sucede con 'Monumentos y multitud' (2014), donde pequeñas figuras punzantes se apelotonan alrededor de esbeltas estructuras de aluminio marino. El paisaje urbano se transforma en 'Marjal' (2017-2018) en un entorno rural y agrícola, mientras que en 'Ciudad roja' (1994-1995) la horizontalidad se impone a la verticalidad, el útero femenino -explican desde el CAC- se abre camino aquí entre las referencias fálicas de los altos edificios.
El elemento fálico es un recurso habitual en su obra, en la escultura y también en la pintura y serigrafía. Los guerreros, las torres y los tótems son para él símbolos de poder que asocia con lo masculino. Pero no siempre lo vincula al placer, a veces se presenta como sufrimiento o batalla como en la serie 'Batallar caminos', 'Batallar con travesía', 'Batallar con escarabajo', 'Batallar con mosca' y 'Grupo de guerreros rojo II' (1998), con escenas de lucha entre guerreros con su miembro en erección. «Batallar es cotidiano. Todos tenemos una guerra perdida con alguien, o el enemigo salta de manera gratuita pero hay que presentarle batalla», argumenta Navarro.
En otro conjunto de serigrafías y acuarelas plasma su deseo y su pulsión sexual a través de cactus que recuerdan a vulvas o falos (como 'Cactus enfrentados II' o 'Cactus azul' 1998). Y de nuevo aparece el dolor porque, para él, esta planta representa la pena, «es aquello que hiere, porque te pinchas y duele». Pero hay algo más, queda esperanza: «También es la metamorfosis de la naturaleza».
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