Cristina Pinto
Miércoles, 29 de marzo 2023, 00:29
Toda imagen esconde detrás un mensaje. Y si en las fotografías de Miguel Trillo se mira mucho más allá del encuadre, las personas y el ... escenario, se encuentra un estado y sentimiento constante: el de la libertad. Una forma de experimentar la vida que no llegó gratis ni así porque sí, «es algo que se fue ganando», matiza él mismo, que vivió de cerca el día a día de esos jóvenes que dejaron atrás una dictadura y saboreaban una rutina jamás imaginada. Y Miguel Trillo estuvo allí para contarlo. También estuvo este martes 28 de marzo de vuelta a Málaga –no lo hacía desde antes de la pandemia–, donde regresó para sentarse a hablar en el ciclo 'Málaga, ida y vuelta', que organiza el Centro Cultural La Malagueta en colaboración con el Aula de Cultura de SUR.
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Nacido en Jimena de la Frontera en 1953, pero criado en Málaga y haciendo vida en Madrid. «Ya nos dirá él si es más gaditano o más malagueño», introducía el redactor jefe de SUR Alberto Gómez, codirector del Aula de Cultura junto a Regina Sotorrío. «Bueno, o madrileño», le respondió el fotógrafo, que no se decidió: «Un tercio de mi vida es andaluza, la otra madrileña y la otra catalana». Y toda esa vida fue la que sirvió para el recorrido de la conversación de este ratito en La Malagueta que no quiso perderse nadie y que acabó llenando la sala al completo. Además, todos pendientes a las imágenes que se estaban proyectando: unas 500 fotografías de Málaga. Incluso algunos se llegaron a identificar: «Yo soy uno de los chicos de esa foto que acaba de pasar», le comentaba un asistente.
Su primera cámara, en el año 72: «Recuerdo que me la compró mi madre por 500 pesetas». Y, luego, empezó su historia con la fotografía que fue desde los barrios de Málaga hasta la Movida madrileña. Y desde rockers, mods, skaters, punkis... En la época de la Transición: «Habíamos sido un país de desgraciados. Para mí todo fue muy complejo, en el año 77 me pilló en la mili con todo tipo de atentados, secuestros... Luego en el 78 fue el primer concierto, el de Triana, me di cuenta de que la libertad era algo que se fue ganando. La libertad en ese momento no fue un regalo. Y fijaos lo que costó; lo bueno es que seguimos en democracia y eso no tiene precio», confesó Trillo.
Y hablando del tiempo también lo hizo pero refiriéndose a su aliada en la profesión: «La fotografía con el tiempo pasará a ser época. Ahora todo el mundo hace fotos... Si la fotografía es una frase corta, una exposición es como un relato o una novela. Por eso necesitamos hacer exposiciones no sólo por lo que cuentan, sino por la manera que expone. En estos tiempos el fotógrafo sabe que le pueden llamar para hacer vídeos y la fotografía pasará a ser como el grabado, algo antiguo. Terminarán rompiendo la imagen», analizaba Trillo sobre el futuro de la profesión.
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Eso le llevó a hablar del cine, uno de sus deseos fue ser director, aunque también escritor. «Me di cuenta que no servía para el cine porque era algo colectivo; sin embargo la fotografía era individual. Aunque pensé que era algo extraño», matizó. «He sido muy cinéfilo, es verdad. Pero ahora las redes sociales están condicionando y hay muchas imágenes verticales. Y la fotografía, a diferencia del cine, puede ser vertical. Estamos en un momento en el que la fotografía lo pone todo más fácil», apuntó en ese momento de la conversación con Alberto Gómez dentro del ciclo de La Malagueta en el que colabora el Aula de Cultura de SUR, que a su vez este año celebra su trigésimo aniversario de la mano de la Fundación Vocento y en colaboración con la Fundación Unicaja y Cervezas Victoria.
«Me enganché a la Movida y me he convertido en uno de sus ojos», así habla Miguel Trillo al introducirse en su época madrileña. «Me sentía muy a gusto en el mundo de la historia callejera. Yo en realidad era fan de los grupos de música, no del público. Pero me di cuenta de que lo bonito es lo que está detrás y eso nadie lo recogía. Ellos eran una generación nueva y al principio pensaban incluso que era un policía camuflado», reconoció entre risas el fotógrafo, que si tuviera que elegir una de esas tribus urbanas que tanto fotografió admitió que se quedaría «con los mods, que además siempre estaban mucho en la Málaga de los 80». En ese momento, parte de los allí presentes celebraron con aplausos. Y es que el público no paró de interaccionar comentando las imágenes que se fueron proyectando en la pantalla mientras transcurría la conversación.
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La inteligencia visual. De eso también se habló: «Eso para un fotógrafo es una alegría. La gente a la que me dirijo sabe muy bien por qué le quiero hacer una foto. En mi fotografía existe la imagen, pero es necesaria la palabra», señaló Miguel Trillo, que al final del encuentro atendió las palabras del público: «Siempre me he sentido reconocido». Y agradeció la visibilidad de su trabajo en Málaga «a Tecla Lumbreras, que siempre me ha apoyado». Para terminar, deleitó con un detalle al público con un toque de humor que hizo que el encuentro acabase igual de auténtico que el mismo Miguel Trillo. Unos asistentes que disfrutaron con la libertad de sus fotografías. Y de sus palabras.
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