Viernes, 22 de julio 2022
SUR renueva su apuesta por el microrrelato, y le reserva un espacio este verano cada fin de semana tanto en las páginas del periódico como en la web, el sábado y el domingo. El certamen recibe el nombre de II Premio Pablo Aranda en memoria del genial escritor malagueño y columnista de este periódico, fallecido en 2020. El ganador recibirá un premio de 1.500 euros y además habrá dos menciones especiales dotadas con 500 euros cada una. Los originales se pueden mandar a microrrelatos@diariosur.es.
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Puede consultar aquí las bases
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Carmen Olivares
Bruscamente se encontraron en un espacio abierto. Después de tantos años haciendo el mismo recorrido rutinario, en aquellos tubos en los que apenas podían moverse, subiendo y bajando sin cesar, chocando constantemente unos con otros y pendientes de que no faltara oxígeno, ahora, al fin, eran libres. Los leucocitos, hematíes y plaquetas no llegaban a creerse la amplia zona en que se podían expandir, junto con el plasma, que lentamente, se iba convirtiendo en aquel enorme charco de sangre.
Cynthia Inmaculada Mata Torres
Hola abuela, he venido a verte. No sabes de cosas que tengo que contarte. Bueno, ¡qué te cuento que no sepas! En el trabajo todo bien, usé el consejo que me diste. Y en el amor... sí, ya sé lo que me vas a decir. Que si en tus tiempos estas cosas no pasaban, que si el cariño era para toda la vida... mejor cambiamos de tema, ¿te parece?
Mira, te he traído margaritas blancas, las que te gustan. Me ha costado encontrarlas, no creas. Sí, ya sé que con este calor se secan antes. Pero no te preocupes, sabes que yo vengo mucho y aprovecharé para cambiarlas. Bueno, tengo que irme ya, que sabes que aquí cierran pronto. Antes de que te des cuenta, hablaremos otro ratito.
Crucé la verja en silencio, con la nostalgia en la garganta. Como cada vez que la visito. Como el día en que partió.
Jesús Artacho
Su reflejo lo espera, impaciente, a la salida del barbero. Necesita verlo a solas cuanto antes. Mientras camina, chequea su nuevo look en la luna de un coche aparcado, pero se acerca demasiado y se lleva por delante el espejo retrovisor.
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−¡Ahora lo pagas! −grita desde el balcón enseguida −ya es mala suerte− la propietaria del vehículo.
Presa de un ataque furibundo de vergüenza, echa a correr como gallina sin cabeza, cuando pasa por allí la furgoneta fulgurante de un repartidor. Muere en el acto. El neumático
delantero le aplasta toda la cara. La tanatopractora ha de emplearse a fondo para encubrir una notable fealdad.
Antonio Villalba
Quizás el articulista aprendió a escribir en prosa el día en que su mejor poema pasó inadvertido en las redes sociales. Ese lunes se decidió. Redactó una columna llena de mentiras que todos consideraron muy interesantes pero, sobre todo, verídicas. Ayer, tras varios años publicando en la contraportada del diario más leído de la provincia, se arriesgó. En lugar de un artículo al uso, compuso treinta versos sobre la idoneidad de la cerveza, la temperatura del vino tinto y la cantidad de leche que debería tener un café. Su Instagram se multiplicó por tres en apenas unas horas. Los maravillosos comentarios, las geniales reseñas y las espléndidas críticas se reprodujeron en Facebook y se compartieron durante todo el día. Pensó que su vida estaba repleta de incongruencias y que algún día probaría el alcohol y desayunaría con café.
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Encarnación Miguel Vasco
Se llama Elena y lo veo cada día. De él, todo me llama la atención. Sus dos ambientes, el de interior con su inexistente decoración, más frecuentado en invierno y el exterior, donde la fiel clientela, de pie, alterna sorbos de cerveza con caladas de cigarro y risas. Su sempiterno camarero y su pizarra ofreciendo el menú del día a siete euros. Pero es que observar a Elena me da alegría.¿Qué tendrá Elena?
Sergio Nalda
Se había enamorado de una manera irracional. La falta de geometría y de equilibrio le aterrorizaban, pero no estaba por la labor de luchar. No era ni el momento ni la edad, pero allí estaba, noche tras noche intentando conquistarla. Buscando una excusa que la aproximara se embelesaba en estratagemas infructuosas, que solo hacían constatar lo absurdo y hueco de sus intentos. A veces, en un ataque de fantasía descontrolado, creía acariciar el clímax de besarla y construir una vida con ella. En su cabeza había creado toda una red de futuras vivencias imposibles. Solo cuando la agitación y el descontrol la inundaban, caía en la realidad. Ella no existía, al menos no de esa manera. En su programación no había ningún código que permitiera amarla, sin duda, era un defecto del que tarde o temprano se darían cuenta y que de momento enmascaraba como Lista de música melancólica 2022.
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José Pedro de la Cruz Cortés
Esperaba la llamada. Cada vez que la reclamaba sabía que recibiría insultos, alguna bofetada y amenazas múltiples. Así fue en su Benin natal, en Nigeria; así fue durante el traslado: palizas, violaciones…; así fue cuando apareció Charly, imponiéndole una deuda impagable; así fue en el polígo no: manoseo de puteros de todo tipo, degradación… Ya conocía el infierno y decidió que no se quemaría más en sus llamas. Miró al proxeneta con una sonrisa rectilínea en sus labios, difuminó las amenazas, el incremento de la deuda y los chillidos.Salió con paso firme, convencida de su decisión. Charly creía haber demostrado, una vez más, su poder sobre aquella esclava. Una sirena en la calle hizo que se le helara la sangre. Se asomó a la ventana y vio cómo Vanessa volvía a ser Aisha, mientras le fulminaba con su mirada. Un grupo de agentes entraba sin preguntar en sus dependencias.
Eugenia Ruiz Rey
Ellos eran más pasado, que futuro. En su reencuentro, a lo primero desviaban las miradas. Después, con el paso de los minutos, se miraban con la ternura de una eterna caricia. Lucía, contaba algunas primaveras. Ya no era la misma, y él tampoco. Juan, volvió a sentir esa alegría innata desde que ella había llegado, y se podía apreciar un chispeante brillo en sus ojos. Ella, le pidió un beso. Nada más ser correspondida, sonó el teléfono. La magia, voló a otro mar. De nuevo, quedó abierta la ventana de la incertidumbre.
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Miguel Ángel Jiménez Aguilar
Colocó la compra, tiró las bolsas, los envases, los envoltorios, las bandejas y las botellas al mar y los océanos, y se comió el pescado.
Inma López
Bajaba la escalera, como cada mañana. No esperaba encontrarla allí. Hacía tiempo, que Hércules marchó. Anhelaba sus ronroneos y «trompitos». La miré, en el sofá, ahí estaba. Ojos verdes, profundos, rubia, un maullido agudo y mi pregunta: ¿qué haces aquí y cómo has entrado en mi casa? Blondie te llamarás, pequeña. Roces con mi pierna, maullidos solicitando atención…algo de comida, agua, desde entonces cada día en mi ventana.
Entró en mi vida, sigilosamente. De noche sale de farra, se pierde en la negrura, pero cada mañana vuelve, nos cede su compañía y cada día, un poco más de su amor y cariño…
Pero, nos damos cuenta que no es Blondie, es pequeño, y se ha convertido en Elvis. Dicen que los gatos eligen a su dueño, y mi felino, juguetón y amoroso, me eligió a mí entre la multitud. Dicen que es el destino. Yo creo que sí.
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