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Sr. García .
Microrrelatos SUR I Premio Pablo Aranda: cuarta entrega

Microrrelatos SUR I Premio Pablo Aranda: cuarta entrega

Envía tus microrrelatos a microrrelatos@diariosur.es. No existe límite de edad ni ninguna temática obligatoria, sólo hay que cumplir un requisito: no superar las 150 palabras

Sábado, 31 de julio 2021

SUR renueva su apuesta por el microrrelato, y le reserva un espacio este verano tanto en las páginas del periódico cada fin de semana como en la web, el sábado como el domingo. El certamen recibe el nombre de I Premio Pablo Aranda en memoria del genial escritor malagueño y columnista de este periódico, fallecido el año pasado. El ganador recibirá un premio de 1.500 euros y además habrá dos menciones especiales dotadas con 500 euros cada una. Los originales se pueden mandar a microrrelatos@diariosur.es.

Microrrelatos sur i premio pablo aranda

Cuarta entrega de relatos (31/07/2021)

Celia Ortiz Lombraña

Más allá de la sintaxis

Cuando la palabra recordaba aquello: el retablo barroco, plateresco, churrigueresco que pivota sobre el mástil fúlgido y plúmbeo es aquiescente y renuente, sintió que su ropaje era excesivo. Se quitó el vestido de lentejuelas y los adjetivos rodaron por el suelo en manada. Se deshizo de sus joyas y la subordinada de relativo quedó desmembrada y la fuerza imperiosa del sustantivo la empujó a salir por la puerta. Se limpió la cara, y el único verbo que quedaba se sintió desnudo en comparación con tanto estruendo. El artículo tímidamente se marchó determinado por las circunstancias. El verbo se puso nervioso al estar a solas con el sustantivo. Este le susurró con profundo amor:

–Te encuentro tan sencillo…, libre de atributos…

–Gracias –respondió el Verbo–. Me encanta que seas tan directo, libre de todo enredo…

Y surgió entre ellos una relación no meramente sintáctica.

Gracia Sarria Pérez

Amistad infantil

Lleva varias noches llamándola pero ella no sale. Le da miedo. Nunca le había ocurrido. Esta vez lo hará. Manuela abrirá las páginas del libro y aparecerá. Lo conocerá, por fin.

Los libros donde habitan están juntos en la estantería. Fede está sentado en el suelo, paciente, sonriente. Tiene un tatuaje en el brazo, un tatuaje de una rana. Parece simpático. Manuela sonríe extrañada. Ella lleva su pijama de estrellas y su diario rojo. Fede se presenta. Le explica que su colegio es el más raro del mundo. Ella le cuenta que el suyo se ha vuelto 'on line' porque están en pandemia. Él abre los ojos sorprendido. Se hacen amigos. Quedan cada noche para hablar y contarse sus cosas. La gata silenciosa es la única testigo de esta amistad. La escritora novel sonríe extrañada cuando ve su pequeño libro infantil, siempre torcido, junto al de su escritor favorito.

Yaiza Soto Cosme

Sin mirar atrás

Hacía frío. El mar estaba muy furioso y cuando las olas empezaron a azotarla fuertemente recordó el primer golpe que recibió del hombre con el que la obligaron a estar desde bien jovencita. Ese golpe que la derribó y la dejó sin aliento, convirtiendo su vida en un constante infierno físico y emocional. No se despidió, nadie la entendería. En su país este tipo de conducta es algo natural. La última agresión la hizo ser consciente de que su cuerpo no era un campo de batalla. El miedo no volvería a invadirla nunca más. Tenía que salir ya del círculo de violencia en el que estaba atrapada, sin mirar atrás. En este bote que le había costado todos sus ahorros secretos, se sentía con fuerzas y ganas de ser Ella; de ser Persona, y ni siquiera el temor a una muerte casi segura en altamar conseguía amargarle ese dulce momento.

Cristina Atienza Almendral

Dame Tiempo

—Abuela, ¿Cuando sea mayor podré ser como tú?

—Ya lo eres.

Me mira con ojos tristes, idos, él no sabe dónde está, pero tengo la certeza que, aunque crea que soy su abuela, me quiere de igual manera, con la misma fuerza.

—Abuela, algunas noches, tengo miedo de dormir solo, porque no sé dónde estoy, con la oscuridad confundo la habitación, tengo tanto miedo que no puedo hablar para llamar a mis padres, ni si quiera sé dónde están.

—Tranquilo, aunque pienses que estás solo siempre estamos contigo.

Se duerme agarrando mi mano. A veces piensa que soy su abuela, otras veces simplemente no me reconoce. Un día no se acordó de volver a casa, otro día se olvidó cómo abrir su puerta. Hoy, apenas recuerda que soy su hija.

María Nieves Vallejo Ortega

Icono feminista

Era un momento demasiado feliz como para hacer caso de unas pequeñas molestias en el pecho. En breve comenzaría la ceremonia. Su marido, con quién había desempeñado el papel de amante, maestra y terapeuta estaba allí para apoyarla. Años atrás habría resultado impensable semejante proceso de crecimiento.

Se sintió agradecida a sus antecesoras por haberla hecho heredera de tan inmenso legado. Muchas habían pagado con su sangre la sinrazón y el fanatismo. Sin embargo a ella las historias la habían salvado, el tener que inventar constantemente para defender su vida cada día había favorecido su creatividad, todo un ejemplo de resiliencia. Había mereció la pena tragarse el miedo.

Cuando subió con emoción a recibir el prestigioso premio por contribuir a la difusión de la narrativa oriental cayó fulminada.

Sherezade moría de un infarto.

Rafael Badillo Fuentes

Crimen perfecto

Para cometer el acto fatal solo tuvo que inyectar un veneno invisible. Desde niño, a diario, trataba de sumirlo en la confusión más profunda: Robó su ilusión, su esperanza, y lo manipuló mediante la adulación para aumentar su narcisismo sin límites. Después le arrebató los libros, los atardeceres, el arte y la capacidad de pensar; hasta que al fin quedó desnudo, frente a ese moderno espejo imaginario que reflejaba los más bajos instintos de su naturaleza. Al tenerlo allí delante, sentado e inmóvil, se propuso acabar finalmente con su vida, no sin antes escuchar las últimas palabras de su víctima: «Me envenenaste lentamente desde que era joven, con el único propósito de convertirme en un ignorante; parecería el crimen perfecto, pero tal nombre solo lo merece el que estoy a punto de cometer justo ahora».

Apretó el botón del mando a distancia y jamás lo volvió a conectar.

Juan Carlos Bracero

Eterno

Los recuerdos se dibujaban con la calidad propia de un cinematógrafo en los fosfenos de su pensamiento. La nitidez con que aquellos fragmentos biográficos se agolpaban lo asombraba y maravillaba al mismo tiempo. Aún creía verlo ahí sentado. Su cabello ralo, su barba taheña y tupida, esa camisa de cuadros que tanto le gustaba y aquella pipa que no parecía sino una extensión de su propia habitación bucal. Soñaba despierto con que no fuera demasiado tarde y hacer retroceder la vida un par de años. Anhelaba que se lo devolviera. Pero, por desgracia, la muerte no hace excepciones. En el sillón del abuelo ya no se sentaría nadie nunca más. Aunque bastante a menudo, en su cabeza continuaba oyendo eso de «toma, anda, te vaya a ver tu madre». Era tan real que, a veces, hacía ademán de esconder bien las quinientas pesetas en su bolsillo.

Antonio Navarro Claros

Y por qué no...

Primero escribí «palabra» 100 veces, luego aprecié el espacio que ocupaba, tenía suficiente margen pues no podía superar las 150 palabras.

Luego me planteé ¿de qué podría escribir? y, ahí comenzaron los problemas: algo que contar...una historia interesante... ¿moralejas?... ¿mensajes? y, llegué a una conclusión: lo importante era disfrutar, cualquier otra cosa daba igual: ganar, gustar, tener un estilo atractivo, ¡todo aquello no era importante!, lo verdaderamente interesante era escribir un micro relato de no más de 150 palabras y...disfrutar con ello.

Y lo hice.

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