«Aquí está Walter Bohne, legionario registrado 89.629, en 1940», se lee al pie de esta imagen.

Las memorias del judío que acabaron en el mercadillo de Torremolinos

Historia ·

Walter Bohne tenía 45 años cuando firmó la última página de un libro con sus vivencias en tiempos de la Primera y Segunda Guerra Mundial, un conmovedor testimonio que ahora aparece en un rastro

Domingo, 3 de octubre 2021, 00:04

Se llamaba Walter Bohne. Tenía 45 años cuando firmó la última página, la 224, de un libro escrito a máquina donde volcó las memorias de ... su familia y las suyas, las de un joven judío en tiempos de la Primera y Segunda Guerra Mundial. Nació en Berlín, donde su vida «era apacible hasta que llegaron al poder los nazis». Para cuando termina el relato de su vida ya está en París, de vuelta del refugio suizo a donde había huido cruzando la frontera con su pequeña Monique en brazos. Su historia, un conmovedor testimonio en primera persona de unos años convulsos, apareció hace unos meses olvidada en el mercadillo de Torremolinos.

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Estaba junto a unas medallas de la I Guerra Mundial y eso fue lo que llamó la atención de José Antonio Fernández Molina. «Pues esto viene de la misma casa», le dijeron señalando un libro con una sencilla encuadernación, sin ninguna marca en el exterior. En cuanto lo abrió lo vio: la palabra 'juif' (judío en francés) escrita dentro de una estrella de David. «Se me abrieron los ojos», cuenta el coleccionista, investigador y perito judicial tasador de antigüedades, experto en encontrar 'joyas' del pasado. Cómo llegó este documento hasta allí sigue siendo un misterio.

En esas páginas, una parte en alemán y la mayoría en francés, se encuentra el retrato completo de una familia judía en la Alemania de finales del XIX y principios del XX. Cuenta la barbarie de la guerra, la dureza del periodo de entreguerras, los dramas de la comunidad judía bajo la persecución nazi, pero Walter Bohne no lo hizo con la intención de ofrecer un desgarrador relato de la contienda. Cuando concluye el texto, en 1952, solo han pasado siete años desde el final de la guerra, demasiado reciente para tener una perspectiva histórica de lo sucedido. Él solamente quería que no se perdiera la historia de su familia: «Es interesante para saber de dónde provenimos». Por eso, la primera página es un árbol genealógico que se remonta a 1670 con Moses Ben Uri (Walldorf) y de ahí se ramifica durante siglos por toda Europa y EE UU. Su línea, la de los Bohne, comienza en Berlín para acabar en París y en Londres tras la Segunda Guerra Mundial. Según cuenta, hizo ocho copias para repartirlas entre sus familiares.

José Antonio Fernández Molina, investigador, perito judicial tasador de antigüedades y de obras de arte, encontró el documento en el rastro de Torremolinos. Salvador Salas

Walter Bohne escribe en un francés culto, con un discurso coherente, emotivo unas veces e irónico en otras. Siempre con sinceridad. «En cuanto a nuestros hijos, no les pediré que sean fieles a nosotros, pero que tampoco sientan vergüenza de nuestros defectos (...) La vieja idea de juzgar a la gente y a uno mismo según los orígenes está pasada de moda».

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Empieza siendo Walter Bohne, pero cierra su biografía con su nueva identidad francesa. Tras la guerra, se lee, «Walter no pudo reanudar su antiguo negocio porque ya no tenía locales ni dinero. Se convirtió en músico y se le conoce por el nombre de Jean Valbot». Así despide el relato de su pasado.

El investigador José Antonio Fernández Molina ha podido verificar la antigüedad del texto sometiéndolo a la prueba de la lámpara de Wood (luz ultravioleta) que indica que el papel es anterior a 1945. De su futuro, además, hay algunas pistas. Una búsqueda por Internet revela que Walter Bohne, con el pseudónimo de Jean Valbot, registró siete canciones en los catálogos de derechos de autor del Copyright Office de EE UU en 1951 y 1955. Llevan el sello de Editions Pizzidaty, curiosamente los apelativos cariñosos de sus dos hijas: Pittsy-Pitts y Daty. En una página oficial del Gobierno francés, figura el deceso de Jean Valbot, nacido en Berlín en 1907 y fallecido en París en 1992 con 84 años.

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Se alistó en el ejército francés, trabajó para salvar a los intelectuales amenazados y se hizo músico tras la contienda

Walter Bohne pertenecía a un hogar acomodado. Vivían cerca de Alexanderplatz y tenían un «magnífico» Alfa Romeo. Estudiaba piano «y tocaba fragmentos difíciles con una técnica impresionante». Era un chico «enclenque» al que los doctores prohibieron hacer deporte por un ruido que detectaron en su corazón. Pero sin que sus padres lo supieran, de adolescente se convirtió «en uno de los mejores corredores» de su edad en Berlín. Tampoco les dijo nunca la verdad de por qué dejó la escuela: quería ayudar económicamente a su familia en unos años con la inflación disparada. En 1923, «para comprar un simple botón de camisa haría falta que diez millonarios aportaran toda su fortuna».

Arriba, página de las memorias con fotografías familiares. Abajo, la mención a Albert Einstein, primo en noveno grado de su mujer. Al lado, el símbolo judío que aparece en la primera página del documento SUR

En la Primera Guerra Mundial movilizaron a su padre con 43 años. Tres años estuvo en el frente. Regresó, «pero la tranquilidad estaba lejos de volver a casa. De hecho nunca llegó a volver». Los enfrentamientos continuaban. Desde su ventana escuchaba cómo obligaban a los prisioneros a desnudarse en plena calle para hacerlos después explotar con granadas. «Yo temblaba de miedo y de horror». Mientras tanto, una enfermedad cardiaca consumía poco a poco a su padre. En cuanto pudo, emigró a París. Desde allí supo que su hermano Fritz había sido enviado al campo de Buchenwald, «tan siniestro como Dachau». «Fuerte de naturaleza fue capaz de hacer frente a los trabajos forzosos; moralmente fuerte nunca bajó la cabeza y siguió siendo quien él era, manteniendo incluso su elegancia». En 1939 fue liberado con la condición de abandonar el país en 15 días. Lo logró y se instaló en Londres.

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Walter hizo todo lo que estaba en su mano para sacar a su madre de Alemania, pero no pudo. Liese Bohne vivió la deportación de sus amigos, de su hermana, el suicidio de sus primos... «En octubre de 1942, fue su turno (...) Todavía no se sabía en este momento que las cámaras de gas y los crematorios esperaban a los deportados (...) Nos escribió una última carta donde nos mostraba su amor y trataba de darnos valor. Ella. Luego se fue. No hablemos del resto. No volví a saber nada de ella».

Murió sin conocer a su nieta Monique que acababa de nacer, la primera hija de Walter y su joven mujer Eleanor Hené, «prima en noveno grado del gran Albert Einstein». Por entonces Walter se había alistado como voluntario en la Legión Extranjera Francesa. Trabajó en Marsella en un comité estadounidense para salvar a los intelectuales amenazados por los nazis. Fue detenido, «pero una valiente intervención de su esposa lo salvó de la deportación». Cuando los alemanes llegaron a Marsella, Walter y Eleanor se refugiaron en Suiza «cruzando clandestinamente la frontera, de noche, con su adorable bebé en los brazos, Monique». Regresaron a París después de la liberación. «Catherine nació allí, en 1945». Empezaba la segunda parte de su vida.

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En esta información ha colaborado Violeta Sánchez Esteban, traductora y profesora asociada de la Universidad Complutense de Madrid.

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