Marta Troya (Segovia, 1995) usa el arte para procesar su biografía. A quien visite su primera exposición individual en Málaga, 'Escamas bajo la piel', le advierte: «Detrás de esta calma que pueden transmitir mis obras, de esta tranquilidad, hay una historia oscura y dura». Una ... infancia tremenda en la que la creación era refugio y terapia, confiesa, y añade: «El arte es el lugar en el que soy capaz de sanar mi dolor». Aunque en sus creaciones hay mucho más que eso. Sus trabajos hacen las veces de crisol de sus experiencias fuera de España, porque ha estudiado bellas artes e historia del arte en Inglaterra y ha tenido estancias becadas en China o en India, donde ha entrado en contacto con comunidades en las que la artesanía, la creación, forma parte de la vida diaria, sin las ínfulas que se atribuyen a la alta cultura, de la que ella forma parte, a la que no renuncia, pero que analiza y critica. Ésas son sus fuentes: su vida, la experimentación y el ponerlo todo en cuestión.
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A partir de su trabajo inmerso en las tradiciones de Extremo Oriente, si bien proviene de las formas de hacer contemporáneas, ha conectado con los modos más lentos y más ligados a la naturaleza de la artesanía. «Tengo que vivir para que salgan mis obras», asegura, para argumentar ese salir suyo periódico de su estudio de artista y del ego engordado que se atribuye a los creadores. Su arte, dice, es menos teórico y más vivido; menos lleno de ideas, menos conceptual –apelativo con que se refiere al mundo occidental– y más centrado en las técnicas de la artesanía oriental, integrada en la vida cotidiana de quienes la desarrollan, que comparten quehaceres y huyen de lo abstracto. Tiene sus momentos de encerrarse en su estudio, no tiene más remedio que hacerlo, pero sobre todo disfruta de la creación compartida.
En su exposición en el Ateneo hay un combinado de técnicas: la cerámica, el vidrio, el bordado, el dibujo sobre papel fabricado a mano… Cuestiona las etiquetas, la compartimentación y las rigideces. Y regresa a la naturaleza, con el empleo de materiales simples: «Si alguna vez mi arte se destruyera, apenas tendría impacto en el entorno, como pasa con la artesanía, como sucedía en el pasado», dice. Reivindica: «Muchas de mis obras las hice el año pasado cuando tuve que viajar mucho por trabajo; quería seguir produciendo, pero sin cargar con demasiado material: me llevaba papel y lápices. Eso me sirvió para darme cuenta de que no hace falta tanto para expresarse. Puedo decir lo mismo con papel y lápiz. ¿Por qué esto no se considera 'high art'?».
Y aquí reside en gran medida lo que suscitó interés en los comisarios de la exposición, Marina Benítez y Sergio Croma, en que entremezcla técnicas, en que su arte es muy orgánico, en que los procesos son muy visibles en el resultado de sus trabajos. A su obra, que se puede visitar hasta el 19 de abril, se le ven las tripas.
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También les sedujo que Marta Troya no olvide el activismo: se ocupa de que la artesanía local malagueña no se pierda y de vez en cuando conecta a artesanos del vidrio o de la cerámica de alguna localidad de la provincia con personas interesadas en aprender todas esas técnicas.
De la exposición, 'Escamas bajo la piel', se puede extraer esa narración personal en la que insiste, pero también una lectura política. Procesa su biografía a través del arte y trabaja sobre su propio cuerpo: incorpora una 'acción de gracias' a sus manos –esa parte de su anatomía con la que conecta su mundo interior con el exterior–; una figura, su propia silueta, se funde con el mar, otro lugar imprescindible al que acude para hacer introspección; en una fotografía en que ella aparece retratada su obra sobre papel natural mojado se convierte en una segunda piel que posa en su cuerpo. En unas obras es una mujer; en otras, una criatura marina; pasa a ser también una sirena. «Soy una mujer haciendo arte», dice. Con ello expresa que en su vida, como en la de todas las mujeres, se encarna la historia de su género.
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Está comenzando a indagar en las figuras de las sirenas. Esta exposición es un aperitivo de ello . Quiere recuperar e investigar sobre la historia oral, las narraciones, los cuentos, los mitos, que pasan de generación en generación boca-oído sobre estas extrañas criaturas marinas y que son reflejo de la imagen que de las mujeres se ha tenido a lo largo de la historia. Y, como referentes, también se fija en mujeres artistas, como Kiki Smith, Maja Ruznic, Louise Bourgeois o Hilma af Klint.
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