Marina Miguélez destapa la caja de 'Pandora' en el Echegaray

Durante el baile se rozan, se tocan, se cogen de las manos... Cuando la música acaba, se abrazan. «¡Buen trabajo!», les felicita Marina Miguélez. El equipo ha levantado una barrera con el resto del mundo para que entre ellos no exista ninguna limitación física, para que el coronavirus no ataque también a lo artístico y creativo. «Ahora le doy más besos a ellos que a mi madre», apunta la coreógrafa y bailarina tras la mascarilla. La malagueña dirige 'Pandora', su primera obra para Factoría Echegaray que estos días toma forma en la nueva sala de ensayo Bodegueros 38. Estará en escena del 6 al 17 de octubre.

Miguélez dejó atrás la estabilidad del Ballet de la Ópera Estatal de Núremberg, donde era primera solista, con el reto de ejercer su vocación en casa. «Quería poder estar con mi familia, en mi tierra y no tener que vivir en ese exilio forzoso», resume. De eso hace ya cuatro año y el objetivo, como asegura Miguélez, está cumplido. Con 'Pandora', la malagueña da un paso más colocándose al frente de cuatro bailarines en un proyecto que abrirá la temporada del laboratorio teatral del Cervantes y el ciclo Danza Málaga 2020. Alice de Maio, Miguel Toro (compañero suyo en Núremberg), Aaron Vázquez y Carlos L. Camps recrean el mito griego de Pandora partiendo de la visión de Hesíodo para cuestionar la realidad que hoy nos rodea.

«Es una forma de mirarse a un espejo y ver, de todas esas calamidades que hay en el mundo, cuántas nos las envían los dioses y cuántas parten de nosotros mismos, de nuestro interior», detalla Miguélez. Aborda la idea de la moral, del bien y el mal, «un concepto que nos hemos inventado los seres humanos», que no viene de ninguna divinidad. 'Pandora' invita a no dar las cosas por sentado, a asumir responsabilidades y a tomar las riendas para cambiar lo que no gusta. A partir de ahí, señala Miguélez, hay muchas «pequeñas lecturas» que deja a la elección del espectador.

'Pandora' es una fábula, cuenta una historia, y por eso aquí «la danza está al servicio del mensaje». El baile está presente en todo momento, pero los cuerpos comunican con su propio lenguaje. De hecho, Miguélez se deja asesorar por profesionales de expresión corporal para que el mensaje no pase inadvertido, sino que sea el centro de la propuesta. Forma parte de su línea de trabajo. Su danza no es hermética y opaca, al contrario: «Siempre está presente ese afán por conectar con el público, que les llegue, que transmita y comunique, que no sea como una exhibición. Intento traspasar esa cuarta pared y engancharlo».

Aquí lo hace con golpes, saltos, acrobacias disimuladas, movimientos muy minimalistas, pasos de danza... Una amplia variedad formal y estilística que aporta riqueza a la pieza y genera la sensación de que «cualquier cosa puede pasar». Todo sustentado en un elenco experimentado y de primer nivel, con la italiana Alice de Maio como Pandora y el malagueño Miguel Toro como Epimeteo. «Todos son muy buena materia prima», valora Miguélez, que ha elegido al escocés Malcolm Sutherland como asistente de dirección.

Por primera vez desde que llegó a Málaga, Miguélez puede centrarse en las labores de dirección con el respaldo que da Factoría Echegaray. «Normalmente nos vemos obligados a ser directores, productores, bailarines, diseñadores de vestuario... Esto es un lujo», dice antes de mencionar a su madre, Mariola Lucena, profesora de danza y directora escénica que estos días le acompaña para orientarla en sus «intuiciones». Privilegios de trabajar en casa.