Era un acto «modesto», avisaba Luis García Montero, pero «muy importante» por su significación. Como su propia protagonista. Lejos de toda ostentación poética, siempre silenciosa y serena, María Victoria Atencia es dueña de una voz delicada capaz de elevar lo cotidiano, de acercar lo excepcional. «Encierra en su nombre, como una caracola el mar, mucho más que su propia poesía», decía el director del Instituto Cervantes mientras ella le miraba con los ojos empañados de emoción. Ahora parte de ese mundo poético queda custodiado en la Caja de las Letras como «compromiso con el futuro», como garantía de que nunca se olvidará.
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María Victoria Atencia depositó su legado en la caja 1004 del Instituto Cervantes. Se volverá a abrir cuando pasen justo 50 años: el 22 de marzo de 2072. Dentro la poeta malagueña ha querido conservar dos lotes, uno para sus herederos y otro para la biblioteca del Cervantes. Incluye varios libros, todos ellos «elegidos cuidadosamente por el cariño y el aprecio» que les tiene ('El hueco', 'Voz en vuelo', 'Pérdidas y adioses', 'El fruto de mi voz' o 'Certeza de la luz'), y un estuche editado por la Diputación de Málaga con la grabación en CD y DVD de varios poemas leídos por ella misma. Para los suyos deja también un daguerrotipo con su imagen. Los suyos de los que nunca se separan y que nunca la sueltan. Allí estaban cogiéndole de la mano sus dos hijas, Victoria y Eugenia, y su nieta mayor.
Hace tiempo que María Victoria ya no escribe, no suele hablar más que para dar las gracias y ya no concede entrevistas. Por eso fue doblemente especial el acto que tuvo lugar tras recibir las llaves de su caja fuerte de manos de su «gran amigo Luis». María Victoria Atencia participó en un coloquio para presentar su último recopilatorio 'Una luz imprevista' recientemente publicado por la editorial Cátedra (con un ejemplar también en la caja 1004). Y esta vez no se limitó a leer los poemas. La autora malagueña respondió como si de una charla entre amigos se tratara a las preguntas de Rocío Badía Fumaz, editora del libro, y Juan Antonio González Iglesias, poeta y amigo.
Habló de su impulso poético, de cómo verso y realidad se cruzan sin saber dónde está la frontera. «Mezclo unas realidades con otras, a veces me sobrepasan y casi me veo dentro de ellas. Al volver es un poco fracaso, pero al final el resultado siempre es bello». Un paisaje o una pintura le «provocan»: «Y de ahí arrancas y sin querer ya te pasas a tu vida, y se producen momentos especiales que no se pueden comprender». Nunca fue consciente de eso, no lo buscaba: «Cuando lo lees después de muchos años lo ves muy claro. En ese momento no tanto porque tienes un estado violento de espíritu». Pero sí perseguía las palabras, «tenía pasión»: «Sabía que cuando dijera esa palabra que me había impresionado al poema le iba a ir bien».
Atencia se sacudía una y otra todo indicio de egolatría. Con un «dicen», un «por lo visto», rebajaba cualquier halago a su obra. No se reconoce en la adulación, pero sí en sus textos. «Una obra completa suele ser momentos de la vida del que lo ha escrito (...) Cuando los leo me veo recorriéndolo todo», admitió. Como su intensa relación con el mar: «Nunca podré decir lo que siento desde que lo tengo al pie de mi casa de mi querida ciudad de Málaga». Y esas ansias por tocar el cielo que le llevaron a ser piloto: «El vuelo es la atracción por el pájaro, la anchura del cielo, las nubes, el espacio infinito».
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«Para mí pensar en María Victoria Atencia es pensar en Málaga, en una tradición literaria muy significativa de la cultura andaluza y española», afirmó García Montero, que recordó revistas como 'Caracola' y 'Litoral' y poetas como Bernabé Fernández Canivell, Pablo García Baena, Jorge Guillén, Manuel Altolaguirre, Emilio Prados, Vicente Aleixandre… y ella, como último testigo de una generación. A sus 90 años, «es una de las grandes poetas contemporáneas». Desde 'Arte y parte' (1961) hasta el 'El umbral' (2011), «la mirada de María Victoria Atencia es la mirada del sosiego y la tranquilidad de alguien que ve la realidad para dialogar consigo misma».
Pero «la maestra Atencia» lo dejó claro. No pertenece a nada. Ni se inscribe en la generación de los 50 que le corresponde por edad ni se siente hermana mayor de los 'Novísimos'. «Nunca he entrado en eso ni he me ha importado. He escrito porque me gustaba y quería aprender de todos los que me rodeaban mayores (...) Ahora yo soy la abuela».
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