María Luisa Balaguer Francis Silva
Entrevista a María Luisa Balaguer

«Se tiene que elaborar una teoría del consentimiento, un nuevo contrato sexual entre hombres y mujeres»

Magistrada del Tribunal Constitucional ·

Publica un ensayo donde reflexiona sobre el feminismo en el siglo XXI, desde el #metoo al movimiento queer

Viernes, 15 de octubre 2021, 00:34

Dice que es casual, que no ha sido buscado, pero María Luisa Balaguer viste entera de morado para esta entrevista. Hasta la mascarilla. El mismo ... color que destaca en la portada del libro que sostiene entre las manos: 'El feminismo del siglo XXI. Del #metoo al movimiento queer'. Horas antes de presentarlo en el Rectorado, la catedrática de la Universidad de Málaga y magistrada del Tribunal Constitucional charla sobre este y otros asuntos que hoy centran el debate social, político y jurídico. Siempre con una enorme clarividencia, sentido de la justicia y sin apartarse de la calle: «Yo creo en un derecho de contacto con la realidad».

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–Este libro intenta dar luz a temas en los que hay mucha confusión y mucho debate. ¿Cuál es el principal error de base?

–El error de base es la falta de diálogo. Es verdad que hay intereses contrapuestos que son difíciles de conciliar. Hasta hace muy poco tiempo el movimiento feminista había tenido una relación con el movimiento gay de solidaridad y adhesión, era una lucha conjunta por la igualdad o el derecho a la libre sexualidad. Llega un momento en el que la agenda se diversifica, y el movimiento queer alude a intereses bastantes contrapuestos a los del movimiento feminista. Por ejemplo, en el tema de la prostitución y de los vientres de alquiler. La utilización de los cuerpos va directamente a la línea de flotación del movimiento feminista. Y luego esto ya se contamina de otras historias, de razonamientos ya del tipo de que las personas no tienen sexo. Una mujer es una mujer, el hecho biológico no puede desnaturalizarse so pretexto de dar entrada a grupos que pretenden naturalizar el hecho biológico mediante la consideración de género.

–Porque no es lo mismo ser mujer que sentirse mujer. La diferencia entre sexo y género.

–Eso es. Género en realidad es la conceptuación social del sexo. Dicho esto, los grupos que pretendan tener un reconocimiento por parte del Estado tienen todo el derecho a tener ese reconocimiento dentro de la Constitución. Cuando se niega al movimiento queer la posibilidad de que puedan ser acogidos en sus derechos, se equivoca quienes lo hagan. Otra cosa es que cada vez que entra un grupo de reconocimiento en el marco social, debe de compadecerse con los derechos de las personas que también los tienen. La reivindicación de los grupos queer al Estado tiene que tener en cuenta que existen las mujeres; con independencia de que las mujeres también habrán de concederle a ese grupo el derecho a que sean reconocidos como personas completamente iguales o incluso con algún tipo de acción positiva, como se le reconoció en su momento al movimiento feminista.

–Entonces, ¿el movimiento queer amenaza algunos derechos consolidados de la mujer?

–Sí, aunque el proyecto de ley que se presentó al Gobierno por parte de Igualdad establece correcciones. Establece, por ejemplo, la posibilidad de que la ley orgánica 1/2004, que es la Ley de Violencia contra la Mujer, tenga una restrictiva aplicación a personas queer, o algunas de las mejoras establecidas en la Ley de la Paridad política. El Parlamento ahora tendrá que decidir cuáles son o no esas exigencias para que la seguridad jurídica se cumpla. Pero sí, claro que se pueden lesionar derechos. Eso también ocurrió cuando la Ley de Paridad estableció una representación del 60/40 de hombres y mujeres. Hubo un recurso de inconstitucionalidad en su día. La colisión de derechos es algo habitual cada vez que un grupo aflora.

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«La reivindicación de los grupos queer al Estado tiene que tener en cuenta que existen las mujeres»

–En términos generales, ¿hay riesgo de involución en los derechos de las mujeres? Hace poco llamaron bruja a una parlamentaria que defendía que no se acosara a las mujeres que van a abortar.

–Cualquier movimiento reivindicativo por parte de las mujeres produce un trastoque en el sistema social, esto ha ocurrido siempre. El tema del aborto, como en su día fue el tema de los anticonceptivos o del divorcio, todo lo que signifique ampliar el derecho de las mujeres, tiene una resistencia social, porque a las personas que tienen privilegios no les gusta renunciar a ejercerlos.

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–En su caso, ¿ha tenido que soportar vejaciones de algún tipo por ser mujer?

–Desde luego, en el Tribunal Constitucional para nada. Hay posiciones en las que las mujeres tienen instrumentos de defensa bastante más fáciles, porque intelectualmente esto se combate con mucha facilidad. Lo que pasa es que dentro del movimiento feminista hay muchísima debilidad en muchísimas mujeres, por ejemplo si nos referimos a la trata de mujeres, ahí está absolutamente indefensa. El problema del movimiento feminista no está en un avance de las personas que puedan estar en una élite profesional, sino en subir hacia arriba a las mujeres que están abajo.

–En el caso del Tribunal Constitucional hay dos mujeres y nueve hombres. Resulta llamativo.

–La carrera judicial es larga y ahí es donde se van perdiendo muchos pasos. La maternidad también interviene muchísimo en todo esto y hay factores que no son necesariamente atribuibles a una culpabilidad del hombre. Muchas veces es la inercia de las instituciones y de cómo transcurre la vida la que no hace que acortemos diferencias. En el tema de la maternidad, por ejemplo, no se puede ir a conciliar, porque la conciliación fracasa. Hay que ir a la corresponsabilidad de paternidad y maternidad y dar un 50% de responsabilidad a cada uno. Mientras vayamos a hacer tuitivo la maternidad para la madre, es evidente que se están perdiendo posiciones para que pueda en el tramo más importante de su vida subir a una escala profesional.

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«No es una sensación, es que voy a contracorriente en el Tribunal Constitucional»

–¿Usted ha tenido que hacer renuncias?

–Para empezar yo no he tenido hijos, lo cual puede haber sido más o menos frustrante en mi vida, pero desde luego sí me ha puesto en una posición de salida cómoda. Y luego me he dedicado a la enseñanza y al ejercicio libre de la profesión. Hubiera sido más difícil si hubiera sido jueza de entrada.

–¿El #metoo se estudiará en los libros de historia?

–Claro, no tendrá más remedio. Lo importante es la respuesta mundial. Aunque fuera una chispa y reducido al ámbito cultural, del cine, hay circunstancias donde se produce un chasquido mundial. Eso ha sido facilitado por la tecnología y el acceso mediático. Eso se produce justo en un momento en el que el movimiento feminista está siendo muy consciente por primera vez en personas jóvenes de que la desigualdad puede determinar su vida. Y abre la reflexión sobre que en las mujeres el cuerpo es el centro de imputación de su vida, en lugar de ser la inteligencia o la razón como lo es en los hombres.

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–El consentimiento de una relación sexual es un asunto clave. Este jueves, precisamente, se debatía la Ley del sí o sí.

–Es un tema difícil, pero completamente necesario. Se trata de que el tema del consentimiento no pueda quedar con un margen interpretativo de un tribunal. Se tiene que elaborar una teoría del consentimiento sexual, una especie de nuevo contrato sexual entre hombres y mujeres Estamos con un Código Civil retrasadísimo y no entra a regular situaciones contractuales, como es el contrato del matrimonio. Todo eso hay que reformularlo, hay que adaptarlo a los tiempos.

–¿Pero cómo se regula ese contrato sexual entre desconocidos?

–En casi todo los estados de Estado Unidos y en bastantes países de Europa ya está regulado. No necesitas llevar un documento y firmarlo. Por ejemplo, una persona puede entrar en un supermercado en actitud de que va a robar y tú puedes estar viendo que va a robar. Y puedes tener un temor invencible ante eso. Pues igual, el terror que le puede producir a una mujer la idea de que pueda ser violada claro que en un juicio es perfectamente punible, mediante testigos o las confesiones de ambas partes.

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–¿Esta ley soluciona esa cuestión?

–No lo sé, pero habrá que explorarla.

–Es la magistrada del Tribunal Constitucional con más votos particulares, ¿tiene la sensación de ir a contracorriente?

–No es una sensación, es que voy a contracorriente. La inmensa mayoría de los que están en el tribunal son jueces o catedráticos de Derecho Constitucional, pero el hecho de ejercer la profesión a mí me ha dado un punto de vista muy distinto de la vida. Y además es que yo la he ejercido en un sindicato y defendiendo a la clase obrera de Málaga de la Transición. Hablamos de unas peculiaridades que traspasadas a un tribunal son heterodoxas. Mi honestidad, mi colaboración y mi adherencia a los valores de la Constitución es total y absoluta, pero claro, no tengo para nada la misma mentalidad que ellos. Yo estoy de un lado.

–Está más pegada a la calle.

–Es lo que digo siempre en los votos. Cuando el tema del estado de alarma lo dije: Va a ser muy difícil que la sociedad entienda esta sentencia, porque realmente se estaba muriendo la gente. Si tú como poder público no impides que la gente salga a la calle... Yo creo en un derecho de contacto con la realidad.

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–¿Y no es agotador esa situación?

–No, porque la situación personal allí es muy agradable. Algunas personas pueden ser más o menos conservadores, pero lo que estoy aprendiendo estos años no lo he aprendido ni en la universidad. Y yo intento darles una visión fresca. Este libro se lo regalé para que lo leyeran. Lo que es muy importante en la vida y debería de trabajarse en la sociedad es no ir a maximalismos nunca. Intentar disfrutar del momento que tú estás viviendo con la persona con la que lo estás viviendo en lo que tengas de conexión con ella. Entonces siempre tienes la posibilidad de ser feliz. Si vas buscando el contraste, evidentemente yo tendría mucha distancia con la mentalidad de ellos.

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