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El verbo y la inteligencia de dos andaluces con buen paladar han ocupado parte de la conversación social televisiva de la última semana: se trata de Juan y Medio y de Manu Sánchez, tanto monta, monta tanto. El sábado fue triunfal el retorno de Sánchez ... al 'Somos música' de Canal Sur, un homenaje sentido y debido que fue líder de audiencia. Y anoche, en el regreso de 'Lo de Évole', el almeriense se abrió en canal con reflexiones profundas acerca de la vida y del saber popular de los invitados anónimos que acuden a su programa. Esas personas mayores que brindan cada tarde historias orales donde otra Andalucía, otra España, son retratadas con dulce crudeza y filones de sentimientos inabarcables. La imagen de dos septuagenarios emparejados por 'La tarde aquí y ahora' tras décadas de represión por su orientación sexual se ha hecho viral estos días gracias a su aparición en un periódico nacional, pero la audiencia andaluza ya está acostumbrada. Me maravilla que quienes anatemizaban a Juan y Medio por comandar un programa de éxito en la RTVA pasto de memes por parte de esa España que no ama a los andaluces, o por la Andalucía que no sabe valorarse, ahora se vanaglorien de su tacto irónico no paródico a la hora de trajinar con la emoción humana.
El propio Juan presentó el Premio Iris de la Academia de la Televisión concedido a Manu Sánchez, bastión de esa Andalucía fetén de la comunicación televisiva que hace equilibrios entre el costumbrismo y lo hondo, lo cotidiano y lo global, pero que aún se mira de reojo, con mucho estereotipo y toda la condescendencia, más allá de Despeñaperros. Este lunes, acaso el día más triste del año, conviene ver en bucle el discurso de Sánchez, recuperado tras otro bache de salud, donde clava varias banderillas a la 'andalufobia' y al clasismo persistentes en la industria audiovisual estatal, donde el acento exótico canario es bienvenido como una rareza, pero el habla andaluza aún carga con el peso de nuestra baja autoestima, ay, o de un rechazo pertinaz carpetovetónico.
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