La Casa Invisible ha vuelto a jugar sus cartas en la partida que mantiene con el Ayuntamiento. El colectivo ha concurrido en el concurso para la rehabilitación de los edificios de la calle Nosquera convocado por el Instituto Municipal de la Vivienda, una cuestión que ... hasta ahora se desconocía. Lo ha hecho como parte de la propuesta de Yamur Arquitectura y Arqueología, la empresa que quedó en segundo lugar en la licitación de la redacción del proyecto y que ha motivado la paralización de todo el proceso al interponer un recurso a la adjudicación, ganada por Fresneda & Zamora. La Invisible ha dado la sorpresa esta mañana en una rueda de prensa en la que ha justificado la impugnación por «irregularidades» en la valoración.
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Según Amanda Romero, del equipo jurídico de la Invisible, no se han respetado los principios de «igualdad, transparencia y no discriminación» que rigen estos trámites. Yamur Arquitectura y Arqueología quedó a 13 puntos de Fresneda & Zamora, una diferencia que -dicen- «no es habitual» en las licitaciones. Denuncian que el informe emitido valora positivamente un modelo de intervención que no prioriza la conservación del edificio ni de sus elementos patrimoniales, tal y como se establece en el pliego del concurso, «atentando contra elementos protegidos» en la ficha de catálogo.
Según el pliego, la redacción del proyecto responde a tres aspectos esenciales: la rehabilitación arquitectónica para la recuperación de un edificio protegido, la rehabilitación energética y el diseño de sostenibilidad y la adaptación de los espacios a un uso cultural (que no se concreta). En la valoración de las propuestas se indica expresamente, además, que se tendrá en cuenta aquella que cumpla con los objetivos y a la vez sea respetuosa con el edificio y su grado de protección.
El proyecto de Yamur, que se apoya en el que ya presentó La Invisible en 2016 al Ayuntamiento, redactado por el arquitecto José Manuel López Osorio, apuesta por intervenciones moderadas que conserven la singularidad de los espacios y sus materiales originales. Una fórmula que el informe de valoración ha considerado «demasiado conservadora». «Alude a que las soluciones adoptadas no son adecuadas para el uso cultural del edificio, sin que el pliego haya establecido o definido cuales deben ser las condiciones de ese uso», explica López Osorio, una de las 18 personas que han integrado el equipo técnico de la oferta de Yamur.
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En la propuesta ganadora, detalla López Osorio, se eliminan tabiques para generar unas naves alargadas de hasta 19 metros de longitud y «racionalizar los espacios». Eso acabaría con la que llaman la Sala Dorada o la Sala de la Chimenea, «que se integran en espacios diáfanos, donde quedan descontextualizados sus pavimentos, techos y las carpinterías de madera de los balcones de la fachada principal, que se sustituyen en su totalidad, a pesar de estar protegidos». Yamur, en cambio, respeta la jerarquía actual, con salas más pequeñas pero que -aclaran- se han demostrado funcionales para actividades culturales en estos casi 18 años de andadura de la Invisible.
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Para mejorar la accesibilidad, la propuesta ganadora plantea desmontar la escalera principal y sustituirla por otra de nueva factura, lo que alteraría el zaguán actual. Además, introduce una rampa para conectar la entrada desde Nosquera con el patio que da a Andrés Pérez, «lo que obliga a modificar la posición del cancel de hierro forjado del zaguán de entrada y el arco de herradura que alberga la vidriera» tan representativa de este lugar. Yamur, por su parte, propone mantener este espacio tal cual -con la rehabilitación necesaria- y garantizar la accesibilidad a través del número 9 de la calle Nosquera (integrado en el conjunto que forma La Invisible). No obstante, esa opción ha sido cuestionada en el informe al entenderse como una discriminación hacia las personas discapacitadas al obligarles a entrar por un acceso secundario. El arquitecto Eduardo Serrano, en silla de ruedas desde hace años, defendió que esta solución no «genera agravio ni inconveniente» y que se ha usado en múltiples edificios públicos, como el Rectorado de la UMA.
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«El Ayuntamiento vuelve a demostrar que solo hay un modelo cultural y de intervención arquitectónica que prima el concepto museístico, la cultura del consumo y el mayor número de visitantes posibles aunque pase por encima de destruir la singularidad y el valor patrimonial de un edificio», lamenta Amanda Romero, que no descarta que exista una «intencionalidad» política tras la valoración final. Los nombres de las personas vinculadas a la Invisible, señala, «aparecen dentro de la propuesta».
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