
El malagueño que zarandea los cimientos del flamenco
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Regresa a las librerías 'Alegato contra la pureza', el controvertido manifiesto del archidonés José Luis Ortiz Nuevo donde reniega de los dogmas en el arte jondoSecciones
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Regresa a las librerías 'Alegato contra la pureza', el controvertido manifiesto del archidonés José Luis Ortiz Nuevo donde reniega de los dogmas en el arte jondoCada frase cae como golpe de martinete. Sólo que hasta estas páginas no llega el eco de la pena o la amargura que suele acompañar a las composiciones de ese palo. Aquí la reivindicación se entiende como un ejercicio de libertad, con la pasión de quien conoce la raíz y no por eso quiere cortar las ramas más altas, en este caso, del tronco común del flamenco. Y de esa guisa vuelve a las librerías el 'Alegato contra la pureza' (Malpaso) de José Luis Ortiz Nuevo, alumbrado en 1996, recuperado en 2010 y ahora revisado para quienes casi habían perdido la esperanza de encontrarlo en alguna librería de viejo o para quienes quieran acercarse por primera vez a la reflexión iconoclasta y documentada de este licenciado en Ciencias Políticas, poeta, dramaturgo, actor y flamencólogo alérgico a los dogmas.
Fundador de la Bienal de Sevilla allá por 1980 que comandó durante casi dos décadas y director de la segunda entrega de la bienal Málaga en Flamenco, Ortiz Nuevo (Archidona, 1948) recupera un texto híbrido y mestizo, como él mismo entiende la raíz y la evolución del arte jondo. El libro se abre con un ramillete de 150 reflexiones sobre el flamenco, escritas como fogonazos pero también desde el conocimiento profundo de quien ha dedicado una vida al estudio de este arte ancestral.
«Serían entre la una y las dos de la noche de aquel 21 de septiembre de 1995, cuando César Muriel, cansado y algo desecho, quiso distraer su soledad y se arrimó con decisión al folio, dispuesto a principiar por fin la escritura del que solía ser uno de sus discursos favoritos en las madrugadas locuaces...«, se abre este alegato en alusión a César Muriel, alter ego de Ortiz Nuevo.
Porque el autor juega con las identidades, la tipografía y la propia composición de la página en este libro, pero no juega con el compromiso mantenido hacia la libertad desde el tuétano en el estudio, disfrute y cultivo del arte jondo. Porque, para Ortiz Nuevo, «la pureza es un arma cargada de pasado», como brinda en la entrada número 29, parafraseando aquel verso célebre de Gabriel Celaya y su «La poesía es un arma cargada de futuro».
Y para abrigar ese futuro, Ortiz Nuevo se remonta al pasado, a los agoreros iniciales que daban por perdido al flamenco porque se había contaminado. Lo escribía ya en el XIX Demófilo, apodo de Antonio Machado y Álvarez, folclorista y padre de los hermanos Manuel y Antonio Machado, cuando sentenciaba: «Los cafés matarán por completo al cante gitano en no lejano plazo».
Lo recuerda el malagueño en su alegato para poner en contexto las voces que llevan anunciado el fin del flamenco desde casi sus primeros balbuceos. Desde aquel Demófilo que separaba la pureza del «cante gitano» de las derivaciones flamencas hasta los postulados del mítico Concurso de Cante Jondo celebrado en Granada en 1922 y promovido por Manuel de Falla y Federico García Lorca. «Se equivocaban –rubrica Ortiz Nuevo–. Modesta y respetuosamente pienso que se equivocaban. Confundían el mal gusto y la soez ramplonería de ciertos intérpretes en moda, aclamados por públicos catetos, con la decadencia general de lo flamenco, atribuyéndola, con simpleza y atrevimiento, a la labor degenerativa de lo profesional, falso exagerado ridículo y perverso. Como Bécquer y como Demófilo, aunque fuera en distintas circunstancias, Lorca y Falla cayeron en la misma fosa o trampa de ignorancia, con perdón; no ya sólo de ignorancia, sino de pueril melancolía por recuperar lo que nunca existió«.
No se arruga Ortiz Nuevo, tampoco ante los grandes nombres de la cultura popular o del propio flamenco, cuando estos enarbolan la bandera de las supuestas esencias, desde Demófilo hasta Antonio Mairena. «La exaltación beatífica del estado de obediencia a la pureza suele provenir, dicho sea con todos los respetos, de pusilánimes temerosos, desprovistos de curiosidad y talento, hostiles a la modernidad y embriagados de continuo con el néctar de las horas muertas, quiero decir vividas tiempo atrás muchísimo«, escribe el malagueño, para rematar en el párrafo siguiente: »También el seguro obligatorio de pureza sirve de coartada a quienes únicamente son capaces de repetir, reproducir, con arte o sin él, lo que otros hicieron; inamovibles ya ecos silenciosos quejíos y hasta las respiraciones«.
Y unas páginas más allá, Ortiz Nuevo pone el foco en otra cuestión espinosa: «Por lo común y por desgracia, las peñas flamencas han venido a ser sanedrines de conservacionistas a ultranza, imbuidos además de la creencia de considerarse guardianes de las leyes del templo«. Y si bien matiza luego la sensibilidad que ha encontrado en algunos estos lugares, Ortiz Nuevo avanza para romper una baraja manoseada de largo: «No todo lo comercial es, por naturaleza, espurio, ni todo lo minoritario es, de por sí, valioso. Todo es según y cómo».
Y eso vale lo mismo para el XIX que el XXI. Porque ahí recoge Ortiz Nuevo las declaraciones del guitarrista Manuel Morao cuando lamenta: «El cante está en sus últimos coletazos por más que algunos crean que es evolución lo que ocurre». Y glosa. «Ciento veintiún años después de que el primer profeta visionario anunciara el fin del mundo de los cantes gitanos, de nuevo se echaban al vuelo las campanas de la catástrofe anunciando la funesta desaparición de lo auténtico«. Y lamenta el malagueño que »no hay manera« de sacar a algunos de esa »pertinaz angustia«. Y cierra pues con la retranca de otro guitarrista de arte, Tomatito, que él mismo suscribe: »Que se vayan a chupar lámparas«.
Título. 'Alegato contra la pureza'.
Autor. José Luis Ortiz Nuevo (Archidona, 1948).
Editorial. Malpaso.
Número de páginas y precio. 240 páginas, 20,10 euros.
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Lucía Palacios | Madrid
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