La Cultura, así, con mayúsculas, vuelve a mirarse en el espejo con la publicación del Observatorio que la Fundación Contemporánea presenta cada año con lo que, en teoría, es lo mejor que ha pasado en España en ese ámbito (¿para cuándo un ranking con lo ... peor de la cultura nacional?) y es relevante no ya por el número de opinadores ni por sus perfiles; es que es el único que existe. En esta edición, se ha consultado a 1.040 'profesionales relevantes' del sector, aunque solo se ha tenido respuesta de 405 miembros. Habría que analizar los motivos que lleva a esta gente tan prestigiosa a dejar el cuestionario sin responder. Yo conozco a algunas personas que lo han contestado y me aseguran que hay que dedicarle tiempo y ganas. La procrastinación, dejar para después lo que puedes hacer ahora, siempre ha sido un síntoma inequívoco de la actividad creadora.
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En el primer titular cabría decir que Málaga ha caído al quinto puesto de las ciudades más culturales del país, que tampoco tienen que ser necesariamente las más cultas. Dejando a un lado la perversidad de hacer una clasificación de ciudades, como una liguilla, o de valorarlo todo a merced de datos que parten de la más pura subjetividad, desde 2009, fecha en la que se publicó el primer Observatorio, Málaga no ha hecho más que crecer hasta alcanzar el tercer puesto el año pasado; de hecho, pese a su caída del pódium, la ciudad registra su mejor dato histórico. La pujanza de Málaga emerge del fracaso de la candidatura a la capitalidad europea de 2016, y se ha ido alimentando gracias al feliz empecinamiento de su alcalde y a un impulso municipal que ha catapultado este ascenso. Lo mismo sucede con el Festival de Málaga, que este año ocupa el puesto número 9 y siempre subiendo, favorecido además por el esfuerzo que el certamen hizo durante la pandemia, por su cuarto de siglo de historia y por el buen hacer de su dirección. El festival es, de nuevo, la 'insignia cultural' de Andalucía, un logro que suele disputarse con el Museo Picasso que, por su parte, vuelve a ser la pinacoteca más reconocida de la tierra de Marisol a nivel nacional.
De nuevo, encontramos que el rastro del CAC Málaga se limita a lo regional; dicho centro está completamente desaparecido de la lista de instituciones culturales de relevancia a nivel nacional (algo que choca con los 112.084 visitantes anuales que el propio centro afirma atraer) pero sí están otros espacios como el Pompidou, el Thyssen o La Térmica. No aparece el Museo de Málaga, con el trabajito que nos costó, aunque debería sobresalir por la innovadora cualidad de cerrar domingos y festivos, trance a medio camino entre el judeocristianismo y la burocracia.
La cultura malagueña está, por hablar en estos términos, en un estancamiento ascendente. Se echa en falta una dosis mayor de innovación y un proceso de liberación de proyectos enquistados como la cárcel de Cruz de Humilladero de la que nadie se acuerda, la Biblioteca del Estado que con suerte nos pillará con vida o la manzana del Astoria, que es como el tragasueños municipal. De este ranking, que como todas las listas tiene dosis de absurdo, celebro la entrada de la movida RARA que están levantando en Villanueva del Rosario, la persistencia de Genalguacil como pueblo museo o Málaga Culture and Museums como el único proyecto digital que aparece en susodicho apartado. Ninguna constancia de centros que den ejemplo con la sostenibilidad en una ciudad que aspira a acoger una exposición universal dedicada a este menester. Hace falta más dinero para la cultura. Y que Dios nos pille sostenidos.
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