Lea Vicens le hace un flaco favor a la tauromaquia

Todo sucedió en el cuarto. 'Bauletón' fue un animal manso, como todo el encierro, que desde que saltó al albero marcó su querencia por las tablas. Lea Vicens puso un primer rejón de castigo caído y otro en lo alto. Desde ese momento, el de Rocío de la Cámara se aculó en tablas. Y ahí empezó el triste espectáculo. La rejoneadora francesa demostró falta de recursos para lidiar al burel y ponerle las banderillas a pesar de los esfuerzos de los auxiliares por intentar sacar al animal. Es cierto que el burel era complicado, pero como todos los toros tenía su lidia. Sin embargo, Vicens se mostró impotente y se inhibió, se bajó de la cabalgadura, se metió en el callejón y se negó a matarlo. Y a partir del ahí siguió el 'show' ya que desde la tronera de un burladero un auxiliar intentó apuntillar al toro espoleado por la rejoneadora y con el apoyo cómplice del palco y el delegado gubernativo que no le llamaron la atención por ese comportamiento antirreglamentario ya que en ese momento no habían sonado aún los avisos. Cuando sonaron los tres, el toro fue devuelto a los corrales, pero el daño a la tauromaquia ya estaba hecho por una actuación de Vicens que nunca debió hacer porque evidenció su falta de profesionalidad. Si censurable fue su actitud, también lo fue la de sus cómplices y el silencio del público.

La ganadera le regaló el sobrero y así se anunció por megafonía, mientras que en el callejón la francesa, con gestos ostensibles, decía que no lo mataba. Y cumplió su palabra. No fue ni agradecida, aunque por megafonía se le intentó justificar diciendo que era por las limitaciones horarias –lo cual no se sostiene–.

Tampoco quedará para el recuerdo su actuación ante el primero del festejo nocturno. 'Mandamás' fue un toro con muchos pies idóneo para el espectáculo del rejoneo, pero Vicens no se confió nunca con el burel y estuvo siempre con muchas precauciones. Mató de un rejón trasero y el bonancible público, que acudió con ganas de divertirse, le premió con dos orejas.

Al Cordobés hay que reconocerle el mérito de volver a los ruedos tras la complicada operación de cadera a la que fue sometido hace tres años, aunque se le nota falta de facultades, como se vio en el quinto del festejo, que le apretó cuando lo preparaba para la suerte suprema y lo cogió aunque afortunadamente sin consecuencias ya que sólo le rompió la chaquetilla. Además, tampoco pudo tirar de elementos de su repertorio como el salto de la rana.

En sus dos oponentes, el rubio diestro estuvo voluntarioso y entregado en todo momento, aunque sus faenas pecaron de tandas siempre a media altura, por fuera y sin emoción. En su primero sí dejó un buen recibimiento a la verónica. Con la espada en el segundo del festejo dejó un pinchazo antes de dejar una estocada casi entera y al último de su lote le dejó un bajonazo.

Al Fandi no se le puede discutir que siempre da al público lo que quiere y así lo hizo en Fuengirola, sobre todo, en los dos tercios de banderillas con su derroche de facultades físicas y su solvencia para parear, aunque la mayoría de los pares fueron a toro pasado.

Variado con el capote en el recibimiento a sus dos toros y en los quites, el granadino dio un gran número pases en las dos faenas –la segunda brindada a El Cordobés– aunque sin enjundia. Se le agradece la predisposición y las ganas. Virtudes de las que careció Lea Vicens, que escribió una página negra en su trayectoria profesional.

EL FESTEJO

Lugar. Plaza de toros de Fuengirola.

Ganadería. Toros de Rocío de la Cámara, de desigual presentación y juego, en general, mansos.

Diestros. Lea Vicens: dos orejas y silencio; El Cordobés: oreja y oreja; El Fandi: dos orejas y dos orejas.

Incidencias. Casi lleno sobre el aforo permitido. Corrida mixta nocturna.