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Los vínculos de Málaga con la Generación del 27 trazan una ruta aún por señalizar oficialmente, un largo itinerario de amistades, versos y ediciones cuidadísimas que atraviesa la provincia. Aquí nacieron María Zambrano, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre. También José María Hinojosa y José Moreno Villa. Vicente Aleixandre pasó su infancia en esta «ciudad del paraíso» y de sus días marinos. Luis Cernuda lamió la herida de su orfandad en las aguas de Torremolinos. Jorge Guillén fue enterrado en el Cementerio Inglés, como había pedido. Federico García Lorca disertaba sobre lo divino y lo humano en sus paseos por El Palo y Dámaso Alonso solía elegir la costa como destino para su descanso.
De la mítica Imprenta Sur salieron las primeras obras de muchos de estos poetas e intelectuales, publicadas como suplementos de la revista Litoral. Por las máquinas Monopol Minerva, ubicadas en 1924 en la calle Tomás Heredia y dos años después en San Lorenzo, desfilaron partituras de Manuel de Falla e ilustraciones de Pablo Ruiz Picasso, Salvador Dalí y Juan Gris. Ese legado literario e impresor resulta decisivo para comprender la configuración del 27 como generación, del mismo modo que fueron fundamentales los encuentros entre sus miembros en la Residencia de Estudiantes de Madrid o el homenaje a Luis de Góngora en Sevilla, considerado acto fundacional del grupo. Luego estalló la Guerra Civil, extendió la dictadura franquista su negrura y aquel grupo se vio relegado al exilio, cuando no a la muerte. Por entonces Málaga ya había adquirido una deuda que nunca ha terminado de saldar.
Prados y Altolaguirre abrieron su imprenta, a la que llamaron Sur, a escasos metros del mar, la costa malagueña que también dio nombre a su revista, Litoral, e inspiró el color para su portada. Aquella máquina con forma de barco imprimió los primeros libros de algunos de los autores más destacados de la historia de la poesía española. El triple número de Litoral dedicado a Góngora en 1927, en el que participaron Picasso, Dalí y Falla, supuso un esfuerzo titánico y abrió una pequeña crisis entre Prados y Altolaguirre. Habían publicado siete números en apenas un año. Estaban agotados y no tenían muchos más recursos económicos. La revista no volvería a ver la luz hasta 1929, cuando José María Hinojosa se incorporó como codirector y le dio un marcado rumbo surrealista. Prados perdió pronto el interés y en 1934 acabó cediendo la maquinaria al maestro Andrade, apellido que ya suma tres generaciones de tipógrafos. Estalló la Guerra Civil y la imprenta fue incautada como medio de propaganda franquista y rebautizada como Dardo. En marzo de 1937, este periódico recibió el nombre de la imprenta SUR después de que la cabecera Arriba fuese enviada a Madrid. Sus primeros ejemplares se lanzaron en el taller inicial que Prados tenía en calle Tomás Heredia.
La Diputación creó en 1984 el Centro Cultural Generación del 27 con el objetivo de salvaguardar la herencia de este amplio conjunto de creadores. Su primer director, José Ignacio Díaz Pardo, revelaba en un texto publicado en SUR el 29 de diciembre de 1985 que el proyecto, en el que la entidad supramunicipal invirtió cerca de cien millones de pesetas, había sido propuesto «por un grupo de personas pertenecientes al mundo de la cultura», entre ellos Rafael Pérez Estrada, José Antonio Muñoz Rojas, Alfonso Canales o Ángel Caffarena, y justificaba la construcción del centro por el papel que tuvo el 27 como eje de la modernidad cultural en Málaga: «La existencia de un vacío en el conocimiento de nuestra propia historia reciente impone una labor de rescate imprescindible».
El impulso adquirido por la marca ‘ciudad de museos’ contrasta con la paulatina reducción de los márgenes de maniobra del Centro del 27, una situación contra la que se rebelan escritores y editores. Aurora Luque, que dirigió el centro entre 2008 y 2011, recuerda que la institución fue creada «para cuidar la memoria de la Edad de Plata de nuestras letras, que tiene su cuna en Málaga y da prestigio universal a la literatura española» y lamenta que ni el centro ni la imprenta «pasen hoy por buenos momentos», decadencia que achaca «a razones políticas» al considerar que la Diputación «ha entendido mal el valor de esta tradición y ha puesto prácticamente todo su empeño y sus medios económicos en La Térmica». La autora de ‘La siesta de Epicuro’ lamenta que la plantilla del centro fuera reducida hace siete años, algo que dejó el centro «bajo mínimos».
El director del Centro Andaluz de las Letras (CAL), Juan José Téllez, cree que Málaga «debería tener más en cuenta su pasado literario e impresor y apoyar a los escritores actuales y a quienes continúan siendo herederos de esa tradición», aunque reconoce que esta amnesia parcial resulta común: «Ni Málaga ni Sevilla han reivindicado suficientemente el papel que tuvieron en la Generación del 27, como tampoco Granada ha ido más allá de Lorca». Téllez recuerda que el CAL ha organizado en los últimos años exposiciones en homenaje a figuras como José Moreno Villa, Manuel Altolaguirre, María Zambrano o Concha Méndez y aboga, tras «el trabajo impresionante que se ha hecho a nivel museístico», por extender la promoción cultural a la literatura: «El siguiente escalón bien podría ser la Málaga de las letras o la marca ‘ciudad del paraíso’».
El escritor Julio Neira afirma que la Diputación «ha abandonado el Centro del 27», del que fue director: «En vez de dotarlo de los recursos necesarios, lo deja subsistir con escasos fondos pese a que el vínculo entre Málaga y esta generación está claramente defendido desde un punto de vista académico». Neira incide en que la provincia «fue uno de los centros nucleares» de este grupo de creadores y propone la puesta en marcha de «rutas turísticas» por los lugares más simbólicos: «Habría que instalar señales en las calles para que la gente supiera dónde vivieron Altolaguirre y Prados, dónde está la tumba de Guillén o que muchos de estos poetas solían reunirse en el Peñón del Cuervo, además de rescatar de una vez por todas la Imprenta Sur, porque la cultura también es una marca de valor».
Otra de las propuestas para reivindicar el legado impresor y literario de Málaga llega de la mano Lorenzo Saval, director de Litoral desde 1975: «Podría ser interesante crear un museo con todos los objetos y manuscritos que existen de los miembros de esta generación». El artista plástico defiende la importancia de que las ciudades «reconozcan a sus poetas, que por lo general lo pasan regular en vida». Litoral («¡Qué bellísimo nombre para una revista!», decía Rafael Alberti, consciente de la influencia de sus versos marineros en el título) fue publicada por primera vez en 1926 gracias al empeño de Prados y Altolaguirre, a quienes se sumó Hinojosa tres años después. En su primer número participaron Lorca, Guillén, José Bergamín y Gerardo Diego. En el segundo número colaboraron Cernuda y Ramón Gómez de la Serna. «La poesía es lo único que nos salva», resumía Prados.
juan josé téllez, escritor
josé antonio mesa toré, poeta
aurora luque, poeta
El actual director del Centro del 27, José Antonio Mesa Toré, considera que la creación de esta entidad dependiente de la Diputación constituyó «el primer paso de la ciudad para reivindicar ese pasado de gran tradición literaria» y coincide con Téllez en la necesidad de ampliar los reclamos culturales: «Resulta satisfactorio comprobar que Málaga se ha convertido en un paraíso para las artes plásticas, pero aún puede sacarle mucho rendimiento a su papel literario». El autor de ‘Exceso de buen tiempo’, que elogia la capacidad de Prados y Altolaguirre para rodearse de «los jóvenes creadores» de aquel momento, lamenta que «los políticos y gestores públicos no acaben de darse cuenta del potencial de la ciudad como referente de la Generación del 27 y de sus posibilidades como centro de atracción turística».
julio neira, escritor
lorenzo saval, Director de la revista Litoral
rafael ballesteros, escritor
El escritor y exdiputado Rafael Ballesteros, uno de los impulsores en la década de los ochenta del rescate de la Málaga del 27, confía en que «llegará el momento en que las administraciones hagan un esfuerzo mayor para reivindicar el protagonismo de la provincia en esta generación y transformarlo en un reclamo cultural». Ballesteros recuerda que, sobre todo, Málaga es «una ciudad de ediciones poéticas de primer nivel» y destaca la obra de Zambrano como «pensadora fundamental de ese grupo».
En una carta escrita a José Lezama Lima, la filósofa veleña rememora su tierra natal, encontrando incluso semejanzas con Cuba: «Siempre pensé que al haber sido arrancada tan pronto de Andalucía tenía que darme el destino esa compensación de vivir en La Habana, donde recobré mis sentidos de niña». Casi un siglo después de su fundación, aquella generación de autores que creció en las calles de Málaga, de donde fue apartada por la guerra y la dictadura, mantiene una vigencia extraordinaria que la provincia no termina de reivindicar como algo propio.
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