Bajo nuestros pies hay otra Málaga. Una con 2.800 años de antigüedad que si hubiera tenido carteles a la entrada habrían rezado 'Bienvenidos a ... Malaka'. Lo que conocemos de aquella primitiva ciudad ha cambiado por completo en los últimos años gracias a las excavaciones y las investigaciones que han ampliado el mapa urbanístico, las costumbres y la organización de aquella urbe que planificaron los fenicios que desembarcaron en la bahía. Un conocimiento que ha tenido como último hallazgo las murallas de época arcaica que se acaban de desenterrar en las obras de rehabilitación de San Agustín para su adaptación a Biblioteca Pública del Estado. Pero la huella de aquel pueblo procedente de Asia Menor y fundador de la ciudad ha ido más allá de los límites urbanos. Extramuros se está estudiando las copas con inscripciones griegas y fenicias con las que brindaban en un 'cortijo' aparecido en Martiricos, mientras que en las obras del Metro de Juan XXIII se localizaron los alfares para la producción de ánforas que, según un reciente estudio, son más antiguos de lo que se creía y que confirman que el comercio con el resto del Mediterráneo está en los orígenes de la villa.
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«Aquí no hubo una población nativa, sino que Málaga es una ciudad creada por los fenicios y con mentalidad de ser urbana desde el principio», asegura Ana Arancibia, del Taller de Investigaciones Arqueológicas, que ya fue testigo hace más de dos décadas de la aparición de la muralla y una torre del siglo VI a. C. bajo el Museo Picasso, un hallazgo que abrió la puerta a los secretos que se han ido desvelando las dos últimas décadas sobre los orígenes de la ciudad. Malaka sigue siendo un gran puzzle todavía por reconstruir, pero al que se le han unido nuevas piezas que permiten ver el conjunto con algo más de claridad. Comenzando por ese nuevo tramo de la muralla fenicia aparecida en las obras del Ministerio de Cultura en San Agustín. Unos restos marcados por su difícil acceso, a casi siete metros de profundidad y con estructuras superpuestas. «Se encuentra más baja con respecto a otros hallazgos cercanos por lo que creemos que la muralla está sobre una especie de hondonada», explica la arqueóloga que también participa en este proyecto y que destaca el interés de esta construcción defensiva realizada con las medidas del denominado 'codo fenicio' con dos líneas de muros de piedra y el interior relleno de adobe.
La datación de este lienzo de la fortificación está todavía por establecer, aunque en principio se sitúa en época arcaica, entre finales del siglo VII y mediados del VI a. C. No es el único interrogante todavía por despejar ya que los arqueólogos también han detectado que esta defensa de la ciudad también es más ancha que en otros tramos, lo que puede estar justificado en la necesidad de salvar la mayor profundidad en esta zona. «La estamos estudiando porque es un sistema un poco complejo, diferente a todo lo que hemos visto», se muestra prudente Arancibia, que no cree que la muralla sea finalmente visible en la futura Biblioteca Provincial en San Agustín por la profundidad a la que se encuentra y las propias condiciones del edificio con numerosas criptas.
Alejados de estos muros transitan bajo tierra los vagones del Metro con ese ojo fenicio de sus locomotoras que no solo recuerdan los orígenes de la ciudad, sino también la contribución de esta infraestructura a la arqueología con otra pieza de ese puzzle de Malaka durante las obras del suburbano en la Avenida Juan XXIII en 2006. Un hallazgo poco conocido y que en principio se había fechado del siglo VI al III a. C, pero que una investigación de la UMA ha retrasado a época fenicia arcaica. «Son los alfares que nos hablan tanto de la importancia que tiene Málaga en el ámbito de la fabricación de ánforas, platos y vajillas, como de su localización que amplía los límites del entorno periurbano de la ciudad y la relevancia que tuvo su comercio», ilustra Arancibia, que no solo habla de datos, sino que pone pasión en lo que cuenta.
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Las fotos explican su entusiasmo arqueológico con esas ánforas alineadas que dan idea de la gran producción de esta factoría con recipientes de estilo local, pero también imitaciones de otras 'denominaciones de origen' o de moda entonces. «Este enclave nos da una imagen de la zona Oeste hasta el Cerro del Villar, con numerosas fábricas, como si fuera una especie de 'polígono', de lo que sería la industria de exportación de los productos malacitanos por todo el Mediterráneo en la época de mayor relevancia de la Málaga fenicia, entre los siglos VII y V a. C», retrata la arqueóloga que recuerda cómo en una reciente excavación de un gran almacén de la ciudad griega de Corintio se han identificado ánforas procedentes de Malaka.
Ese comercio recíproco con otros grandes puertos también ha dejado muestras en esta orilla. De hecho, el ánfora mejor conservada de las encontradas en el Cerro del Villar es la pieza del mes de la colección del Museo de Málaga, donde se exhibe este recipiente heleno que también tiene sus enigmas. «Que es griega no hay duda, el misterio es su procedencia ya que hay tres posibles: la isla Eubea del Mar Egeo, el sur de Italia y una zona de Asia Menor en Turquía que es la más probable, pero no tenemos confirmación de laboratorio», explica el arqueólogo del palacio de la Aduana, Eduardo García Alfonso, que destaca que lo importante no es el ánfora, sino lo que contenía. Y en este caso era aceite ya que hasta época romana no se explotó el olivar en la Península Ibérica. En cambio, las ánforas 'made in Málaga' se utilizaban sobre todo para salazones por lo que tenían también formas características para transportar y conservar ese contenido.
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Otro de los avances del patrimonio de época fenicia es el hipogeo del parking de la Alcazaba que, tras décadas de abandono, la Sociedad Municipal de Aparcamientos (Smassa) quiere hacer finalmente visitable, para lo que ha encargado la redacción de un proyecto que ponga en valor este singular enterramiento de nuestros primitivos antepasados malagueños. Más al norte, en Martiricos, también se encontró en 2016 una gran explotación agropecuaria de época árabe, pero que hundía sus orígenes en la época romana y la fenicia. Un hallazgo que revela los «límites del entorno de Málaga alrededor del núcleo principal de la ciudad en la ladera de la Alcazaba y la Catedral», expone la arqueóloga Ana Arancibia, que también participó en esta excavación y que pone el acento en las copas de vino encontradas en este 'cortijo'. Unas piezas que en su día sirvieron para brindar por la cosecha y que hoy día han brindado otro singular hallazgo. «Las copas están grabadas con letras griegas y fenicias. Además son epígrafes muy antiguos, quizás de los más antiguos de Andalucía, por lo que los están estudiando en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas», avanza la experta sobre esta excavación que dio importantes datos de la posterior civilización romana con la aparición de una figlina, hornos para la producción de ánforas.
Todas estas investigaciones retrasan o completan la foto de la llegada de los fenicios en época arcaica añadiendo nuevos datos a un debate antiguo, pero de plena actualidad: la convivencia entre Malaka y la isla de la desembocadura del Guadalhorce conocida como Cerro del Villar. «Eso de que los habitantes de esta última se trasladan a Málaga y la fundan no hay nada. La ciudad ya tenía entidad urbana cuando la isla estaba todavía habitada. Lo que sí es verdad es que mucha gente de los alrededores se sintió atraída y se trasladó a Malaka», explica la experta del Taller de Investigaciones Arqueológicas que deja claro que todavía nos queda mucho por conocer. Solo hay que seguir mirando en esas ánforas que, miles años después, demuestran que son excelentes conservando algo más que alimentos. También la historia de nuestros fundadores.
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El antiguo Convento de San Agustín fue construido en el siglo XVI y, desde entonces, tuvo múltiples usos. Sobre todo a partir del XIX, cuando sus muros albergaron sucesivamente la sede del Ayuntamiento de Málaga, un hospital de sangre, los juzgados, el colegio de los Agustinos y la Facultad de Filosofía y Letras, entre otros. Al 'linkedin' del edificio se le pueden unir todavía más funciones tras las excavaciones arqueológicas que se están realizando en las obras de rehabilitación impulsadas por el Ministerio de Cultura para su transformación en Biblioteca Pública del Estado en Málaga. Así, los trabajos del Taller de Investigaciones Arqueológicas sitúan en este espacio las murallas fenicias de la originaria Malaka, además de una destacada huella romana con una batería de piletas de una factoría de salazones.
De esta forma, las vasos para la fabricación de la preciada salsa garum que cubrían el Teatro Romano y calle Alcazabilla tuvieron continuidad hacia la zona vecina de San Agustín. Desde el punto de vista visual, estos restos romanos son los más espectaculares de las excavaciones, por lo que el proyecto de rehabilitación de la Biblioteca se ha modificado para «dejarlos expuestos y que sean visitables en el sótano, donde se encontraba la antigua bodega», detalla la arqueóloga Ana Arancibia, que da un dato familiar para todos los que estudiaron la carrera o pasaron por el edificio a finales del siglo XX: «Las piletas se encuentran en lo que fue el bar de Filosofía y Letras».
Junto a los restos fenicios y romanos de San Agustín, también se han encontrado numerosas criptas del antiguo convento, un espacio milenario que, junto a otras excavaciones de los últimos años, están desentrañando la historia de Málaga que no solo destaca culturalmente por sus museos, sino también por su pasado. «La arqueología está haciendo mucho por recuperar la identidad de la ciudad», abrocha la experta.
Migue Fernández, Taller de Investigaciones Arqueológicas, EFE/ Min. Cultura/Irene Martín Morales
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