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Línea de Fuga ·
Si hubiera que salvar sólo una cosa de la matraca de la 'ciudad de los museos', se podría empezar por su oferta didácticaAlguien en algún despacho había decidido que aquella jornada no sería lectiva, así que para V fue un día «sin cole ni guarde ni periódico». Pedí el lunes libre, porque ya abusamos bastante de los abuelos, V aprovechó para levantarse un poco más tarde y como M ha salido madrugador, cuando su hermana despertó, el desayuno ya estaba allí. Dimos un paseo hasta el centro del pueblo, compramos fruta y pan y luego echamos un rato en el único parque infantil con un poco de sombra debido a algún despiste urbanístico. La idea era comer con los abuelos –una cosa es no abusar y otra, preparar el almuerzo– y V me recordó que le había prometido ir al Pompidou para catar el nuevo taller infantil. «¿No prefieres ir al parque con el primo?», le pregunté mientras íbamos en el coche. «Sí. Vamos al parque y al Pompidou», respondió V, que tiene cuatro años, pero ya sabe que toda elección implica una renuncia y ya habrá tiempo para renunciar a cosas en la vida.
No hubo parque porque hubo mucho juego en la casa de los abuelos, que se quedó como si por allí hubiera pasado el 'Katrina'. A V le gusta mucho el autobús y allí nos fuimos, porque el lunes era su día y el de su hermano. El primo Samuel ya había llegado cuando asomamos nosotros por el Cubo, la exposición de Jim Dine volvía a las cajas de madera para dejar paso a la nueva edición de Hors Pistes y en la zona didáctica del Pompidou se encendía el taller 'Linterna mágica' prendida desde la semana pasada. Había varias familias un lunes por la tarde.
Y entonces me dio por pensar que si hubiera que salvar sólo una cosa de la matraca de la 'ciudad de los museos' quizá convendría empezar justo por ahí, por la posibilidad que han tenido tres generaciones de niños de crecer con semejante oferta didáctica tan a la mano. Quienes lo hicimos en los 80 teníamos como principales opciones de excursión escolar alguna fábrica, un vivero o la nueva Comisaría Provincial. Ya en octavo, dedicaron un día del viaje a Madrid a llevarnos al Valle de los Caídos, donde ahora se han venido arriba.
En la última década y media la ciudad ha cambiado mucho, también, sobre todo, en este flanco didáctico. Aquel heroico Gabinete Pedagógico del Museo de Málaga encontró un primer heredero reciente en el CAC Málaga. Al poco tiempo se sumó el Museo Picasso con una de las ofertas educativas más cuidadas que he conocido. Se incorporó luego el Thyssen y en casa nos hicimos habituales de los talleres de los sábados por la mañana con la pequeña maravilla ideada por los amigos de 3M3 Educación Musical. V cumplió la edad mínima para conocer las actividades de la Casa Natal de Picasso, para toquetear las piezas para personas con problemas de visión expuestas en el Museo de Málaga y todavía tenemos pendiente echar un fin de semana en el Museo Ruso. Y puede que nosotros la hayamos llevado, pero ha sido ella la que nos ha pedido regresar a esos lugares, porque para V el paquete vacacional de Semana Santa o Navidades lleva aparejado el 'todo incluido' de alguno de esos talleres. Es algo natural, dado por hecho, que forma parte de su corta vida.
Por eso el día «sin cole sin guarde y sin periódico» se nos hizo tarde para sacarle partido a más de la mitad de lo que ofrece el Centre Pompidou Málaga en su nuevo taller. Una 'Linterna mágica' donde te invitan a recortar, pegar, colorear, diseñar y proyectar. Puro entretenimiento artesanal en medio de la deriva tecnológica de la mano de Sebastián y el resto de los mediadores, que son amor. Y se pega V casi tres horas allí sin echar de menos una pantalla. M tampoco. Y mira que estamos a punto de llevarlos a desintoxicación del enganche que tienen con Booba y la Patrulla Canina.
Esta tarde en el Pompidou confirma el barrunte de que a V le tira más la plástica y a M, la música. Ella se ha tirado un buen rato en la primera mesa, dibujando el personaje que ha recortado con la paciencia que ha heredado de su madre. M corre de un lado para otro, hace larga distancia en el pasillo exterior junto a las láminas blancas y al final del paseo trinca dos rotuladores indelebles que hay al fondo de la sala y los usa como baquetas para aporrear una de las mesas de luz. Golpea y lleva el ritmo mientras uno de los mediadores mira a su padre a ver si el muchacho reacciona y le quita los instrumentos, antes de que se cargue el mobiliario.
Y serán las carreras, el parque y los juegos, el Pompidou y los abuelos, pero el caso es que este lunes «sin cole ni guarde ni periódico», V y M están bañados, cenados y dormidos antes de las nueve. Y en esta casa eso es pura magia.
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