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Actriz y profesora. Marina Sánchez, en su escuela Euforia Teatro. SUR
Madrid: el Hollywood de los actores malagueños
Artes escénicas

Madrid: el Hollywood de los actores malagueños

Seguimos el rastro de cuatro intérpretes en su viaje a la capital de la industria audiovisual sin billete de vuelta para vivir de su pasión por las cámaras y las tablas

Carlos Zamarriego

Domingo, 16 de junio 2024, 00:24

Corría el año 1981. Un actor malagueño de veinte años se montaba en un autobús, con destino a Madrid, con quince mil pesetas escondidas en los pantalones. Se llamaba Antonio Banderas y el resto de la historia es de sobra conocida: el teatro, la Movida, Almodóvar, el salto a Hollywood… Seguramente no fue el primero, definitivamente no fue el último, pero sí la cara más conocida de un fenómeno que se repite año tras año. Más de treinta y cinco mil malagueños, según datos del INE, hicieron esos 536 km que separan Málaga y Madridentre 2008 y 2021. Entre ellos, actores y actrices, muchos recién salidos de la Escuela Superior de Arte Dramático de Málaga (ESAD), en busca de un sueño.

Antonio de la Torre, Maggie Civantos, Belén Cuesta, Salva Reina o Dani Rovira son la cara conocida de ese viaje, los representantes más visibles del infinito talento malagueño. Pero la cara B pertenece a los que siguen luchando por vivir de su profesión en un sector donde, según la Fundación AISGE, el 77% de los actores y actrices ganan menos de 12.000 euros brutos anuales. Una historia de adaptación, pluriempleo, nostalgia y videbook como la deJavi, Marina, Víctor y Ángel. Al lector no le sonarán sus nombres, pero seguro que ha visto sus caras en alguna serie, película u obra de teatro.

¿Y serás feliz?

Cuando Javi Márquez comunicó a su madre su pretensión de ser actor, ella le planteó tres escenarios indiscutibles para conseguirlo: «Uno: tendrás que irte a Madrid a vivir. Dos: tendrás que formarte. Tres: sabes que a lo mejor estás toda la vida intentándolo y no lo consigues». Cuando Javi respondió a todo afirmativamente, le hizo la última pregunta: «¿Y serás feliz?». En el 2000, con veinticuatro años, se metió en un Ford Fiesta «con cuatro bártulos» y llegó a la capital de España. Ahora, con cuarenta y ocho, se da cuenta de que lleva ya el mismo tiempo vivido allí que en Málaga. «Empiezo a ser un madrimalagueño», comenta, «aunque tengo claro que no quiero envejecer aquí. Madrid es un sitio al que venir, probar jugar, disfrutar y marcharse». Llegó como uno más de esa «amalgama de gente que viene de fuera con su mejor intención, aunque luego la ciudad te puede tratar mejor o peor, como trituradora que es».

Lo primero que hizo fue buscar «un trabajo suficientemente inestable que me permitiera dejarlo cuando quisiera y así tener flexibilidad laboral para poder afrontar los castings». Entre sus múltiples desempeños, «he abierto la puerta a Plácido Domingo como figurante, he coordinado un evento donde tenía que llevar a Leo Messi de un lado a otro o he estado haciendo de Rey Mago en un centro comercial». Sin embargo, no recuerda sus comienzos con excesiva dureza, excepto por los domingos. «Ese día me producía una especie de tristeza porque era como si la ciudad se parase, pero rápidamente descubrí La Latina».

Durante los primeros años mandaba su currículum «como un loco», pero una mañana se dio cuenta de que«no quería esperar a que alguien venga a comprarme lo que hago». Y de esta forma se unió a unos amigos para crear su propia compañía, Feelgood Teatro, «con cuatro de pipas, no pienses». Llevan ya cinco producciones, la última '#YoSostenido. Sonata para un juguete roto', que ha estado cinco meses llenando los Teatros Luchana con el propio Márquez compartiendo escenario con Víctor Elías. Además, en pleno barrio de Vallecas, ha rehabilitado una vieja imprenta para convertirla en una sala ensayo.

¿Ha cambiado su perspectiva en estos veinticuatro años? «Esta profesión es como un árbol. Todos queremos estar arriba, ser copa, pero a veces eres copa, a veces ramita, a veces brote, a veces la hoja que cae. Lo interesante es formar parte del árbol en cualquiera de sus formas, y no aspirar sólo a ser copa para reducir al máximo la frustración. He aprendido a disfrutar de esta profesión desde otros ángulos».

Arriba, Ángel Velasco, en la plaza de Cibeles. Abajo, a la izquierda, Víctor Castilla se dio a conocer en 'Malaka'. A la derecha, Javier Márquez, en su local de ensayo en Madrid, La Vieja Imprenta 51. SUR
Imagen principal - Arriba, Ángel Velasco, en la plaza de Cibeles. Abajo, a la izquierda, Víctor Castilla se dio a conocer en 'Malaka'. A la derecha, Javier Márquez, en su local de ensayo en Madrid, La Vieja Imprenta 51.
Imagen secundaria 1 - Arriba, Ángel Velasco, en la plaza de Cibeles. Abajo, a la izquierda, Víctor Castilla se dio a conocer en 'Malaka'. A la derecha, Javier Márquez, en su local de ensayo en Madrid, La Vieja Imprenta 51.
Imagen secundaria 2 - Arriba, Ángel Velasco, en la plaza de Cibeles. Abajo, a la izquierda, Víctor Castilla se dio a conocer en 'Malaka'. A la derecha, Javier Márquez, en su local de ensayo en Madrid, La Vieja Imprenta 51.

Siglo de Oro en andaluz

Para Marina Sánchez Vílchez, Madrid no fue la primera parada, ni siquiera un objetivo. «Yo no quería venirme, que es lo que hacía todo el mundo, quería quedarme en Andalucía haciendo teatro». Mientras estudiaba, Marina entró en la compañía de Miguel Gallego, Estable Teatro, donde hacía gira a nivel nacional de espectáculos familiares e infantiles. Pero la compañía cerró y se fue a probar suerte a Sevilla. Sin embargo, la falta de oportunidades le hizo mudarse definitivamente a Madrid en 2012.

Tenía veinticinco años y lo que más le costó al principio fue adaptarse a las distancias. «En Málaga podía hacer papeleo, trabajar, ir a la playa con los colegas… todo en un día. En Madrid, para cualquier cosa perdías todo el día. Las distancias, todavía hoy, después de doce años, me parecen una locura, pero ya me he acostumbrado a viajar cuarenta minutos en metro para ir a ensayar».

Nada más llegar, Marina comenzó a trabajar de acomodadora en un teatro y a participar en producciones de teatro de otras compañías. También hizo de azafata y mucha animación infantil «en bautizos, comuniones, bodas, pasacalles, colegios y empresas». Curiosamente, lo único que no hizo fue ser camarera, evitando el cliché asociado a los actores. «No me sentí sola, casi todas mis amistades de Málaga vivían aquí. Mis compañeros de piso fueron compañeros de la carrera. Me sentía como en casa», incluso sufriendo el estrés congénito de la capital, «el ritmo que se llevaaquí me hizo hasta perder peso». Madrid terminó de enamorarla cuando entró en una compañía de rutas teatrales por el Barrio de las Letras, y pudo «actuar en la calle al lado de edificios del Siglo de Oro».

Pero a Marina lo que «le da la vida» es Euforia Teatro, su escuela de teatro. «Hay alumnos que llevan conmigo ocho años, es como una segunda familia». Su día a día incluye grabarse 'selftapes' para castings de publicidad, «es lo que más sale». A pesar de no estar triunfando en cine o televisión, entre las clases y las producciones de teatro Marina reconoce que ha conseguido vivir de la actuación. «Todos mis compañeros han tenido momentos de bajones, de quemarse, pero yo nunca he tenido la tentación de dejarlo todo y volver. Si regreso a Málaga no es tanto por la profesión, sino porque echo de menos mi tierra».

Todo el rato, cualquier cosa

Ángel Velasco acabó en Madrid en septiembre de 2011, con veintitrés años, pero «con mucho trabajado ya en Andalucía: en varios teatros, en series de Canal Sur, en pelis». Por eso, en su caso, irse a Madrid era el paso natural. «El año anterior, en cuarto curso de la ESAD, había estado subiendo mucho a casa de un colega, porque mi novia de entonces vivía en Madrid. Por eso, cuando me mudé definitivamente, Madrid no me era del todo ajena. De primeras todo fue bastante fácil».

Ángel incide en la importancia de hacerte con un grupo que te ayude a integrarte. «Tenía bastantes colegas e hice más en el master de interpretación que empecé. Madrid es una ciudad maravillosa donde nadie es de aquí, como quien dice, así que todo el mundo está abierto a conocer gente». Sin embargo, reconoce que, aún hoy, echa de menos «la tortilla de patatas de mi madre y la playa».

Aunque, en estos trece años, Ángel ha conseguido hacerse un hueco en televisión y cine (le hemos podido ver recientemente en la serie '4 estrellas' y tiene pendiente de estreno 'Muertos SL'), también ha sido «peón de albañil, camarero, dependiente de tienda, 'speaker', profesor de teatro...». Más de una treintena de oficios llega a recordar, entre los que destacan locutor del 'show' de sus amigos Pantomima Full (y a veces también de figurante en sus vídeos). Lo define muy gráficamente,«estar a todo, todo el rato, para cualquier cosa, porque cuando llevas una serie de años en este negocio, te das cuenta que no hay una fórmula para vivir de la actuación. Quedarte esperando y trabajar por cuenta ajena es muy complejo, por eso está más a mano trabajar en tus proyectos y generar un movimiento que llame la atención para que te acaben llamando».

El captador, captado

Víctor Castilla no llegó a graduarse en la ESAD (llegó hasta cuarto), pero de los cuarenta de su promoción reconoce que sólo trabajan como interpretes cuatro o cinco. «Y en Madrid, que yo sepa, está la mayoría». A veces es un viaje de idas y vueltas. Él llegó en 2018, pero volvió a Málaga para regresar definitivamente en 2020, después de llamar la atención en la serie 'Malaka'.

«Comencé haciendo la calle de captador de socios de una ONG, con carpeta y todo. Se me daba bien parar a la gente, pero no que se hicieran socios, y eso que me inventé ACNUR El Musical. Creo que la única razón por la que aguanté en ese trabajo es que le hacía gracia a mi jefe, porque nunca llegaba a los números». De los comienzos en otra ciudad recuerda la dureza del tiempo, «pasabas mucho calor en verano y mucho frío en invierno». Pero se acabó enamorando de «la sensación de que puedes hacerlo todo». Para Víctor, como para el resto de entrevistados, Madrid supuso la primera vez que vivía de forma independiente, aunque fuera con compañeros de piso. Entre ellos, el también malagueño Alejandro Vergara, conocido por su papel en la serie 'La promesa' y con el que tiene un 'podcast' donde entrevistan a compañeros de profesión.

«Ahora mismo, como tengo repre, no tengo que hacer mucho esfuerzo para conseguir trabajo». Prueba de ello son sus apariciones episódicas en series como 'Los hombres de Paco', 'Apagón'o'El marqués'. Tampoco ha dejado de lado Málaga: el año pasado protagonizo la obra 'Gólosa', producida por Factoría Echegaray, por el que fue reconocido con el Premio Ateneo al mejor actor. «Sé que terminaré en Málaga, la mejor ciudad del mundo».

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