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Lo suyo es danza contemporánea, pero con matices. Se nutre de los movimientos arraigados a la tierra, de los símbolos y los gestos que construyen ... el folclore de los pueblos. Y cada vez más del suyo, del andaluz. Con los años ha moldeado un «cuerpo jondo», expresivo y enérgico, que conecta con el arte primitivo y con los orígenes del flamenco sin necesidad de bailar por soleá. Un vínculo «casi espiritual y poético» que le ha abierto las puertas de los templos del arte jondo. La malagueña Luz Arcas clausura el 1 de octubre la Bienal de Flamenco de Sevilla en el Teatro Central con el estreno de 'Mariana' mientras recorre festivales de cante y baile del mundo con su 'Toná'.
'Mariana' es como se llama la cabra que acompaña al gitano errante, «la del show, la que baila y le da de comer». Es también el nombre de la mula con la que el campesino trilla, de la burra que carga con el agua y de la borriquilla que en la tradición sagrada transporta al dios. La coreografía 'Mariana' se presenta así como un «trabajo sobre el animal hembra que ha acompañado siempre al hombre y le ha dado de comer como fuerza productiva». El cuerpo de la bailarina recreará la potencia del animal al compás de los cantes de arar, de siega y de trilla, de los que sonaban durante las labores del campo. También se contorsionará al ritmo de marianas y de otros palos antiguos «con texturas contemporáneas» a los que pondrá voz la experimentada garganta de Bonela Hijo. Un cantaor de la tradición para un baile «impuro» y «mestizo», alejado de toda convención flamenca.
Es un paso más en la investigación del folclore andaluz que siempre ha estado en su baile, pero en el que profundizó con 'Toná' y reafirmó con 'Trilla', su último estreno. Fue 'Toná', de hecho, el espectáculo que llamó la atención de Chema Blanco, el director de la Bienal de Flamenco de Sevilla, y el que encendió la mecha de esta coproducción de La Phármaco, la compañía de Luz Arcas, con el festival jondo, los Teatros del Canal de Madrid y el centro francés MA Scène Nationale de Montbéliard, donde le han concedido una residencia para trabajar en este proyecto.
Arcas se rodea de un equipo malagueño para una propuesta que ha decidido desarrollar principalmente desde Málaga y no desde Madrid, donde fijó hace años su residencia. «Me apetecía crearla aquí con gente de aquí». A Bonela Hijo se suma el artista Ernesto Artillo, que diseña el vestuario de la coreografía mano a mano con artesanos de la provincia. Se inspira en los trajes que cubren a los animales de trabajo y en las peregrinaciones. Entre ellos, el popular burro taxi de Mijas. «Cuando ves los cabezales que llevan te remiten a Armenia, a Sudamérica, a lo indígena. Forma parte de esa idea de que el folclore hermana más que hablar de particularidades. Eso me interesa y me inspira», declara la bailarina.
Luz Arcas está volcada en este proyecto desde hace meses, pero no es lo único que ocupa su agenda. Su cita más inmediata le llevará a la gala de los Premios Max el 6 de junio en Menorca, donde La Phármaco aspira a tres galardones. Su 'Somos la guerra', producido en el Centro de Cultura Contemporánea Condeduque, compite por el título de mejor espectáculo de danza del año. Además, Luz Arcas vuelve a tener opciones al Max como mejor intérprete femenina de danza y comparte nominación en la categoría masculina con su compañero en escena, el chileno Marcos Matus.
Después de la fiesta de las artes escénicas, se apartará de 'Mariana' durante tres semanas para colocarse al otro lado del escenario y montar 'Todas las santas', una obra de danza, teatro y cine sobre las hijas de la guerrilla que prepara con actrices de El Salvador y que presentará en octubre en el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, el FIT. Es su reencuentro con un país que conoce muy bien, donde trabajó durante dos años con la Compañía Nacional y al que ahora vuelve a unirse a través de las personas que conoció allí.
Regresará a la dirección poco después con una propuesta del Teatro Español, una obra de texto que le fascina: 'Psicosis 4.48' de Sarah Kane. La malagueña pondrá en escena con su propio lenguaje (danza, teatro y cine) las notas de suicidio de esta autora maldita, una de las dramaturgas más relevantes del teatro contemporáneo pese a su corta carrera: se quitó la vida con apenas 29 años. Y entre medias, girará por el mundo con 'Toná', con citas en la ciudad italiana de Spoleto, en la Bienal de Flamenco de Nimes y en el Festival Flamenco de Ámsterdam. «Los flamencos han sido pioneros, han roto la barrera y se han lanzado a la creación contemporánea». Ahora es el momento de que artistas contemporáneos hagan el camino inverso, como ella, con un «cuerpo jondo» y sin ataduras.
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