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La entrevista empieza con La Lupi, pero termina con Susana. En los casi 40 minutos que dura la conversación, la mujer que hay detrás de la bailaora se destapa. Está en casa, sentada en la terraza de su refugio de la Axarquía, con su marido, ... el guitarrista Curro de María, y con su perro Arte. No hay prisa ni presiones. Y Susana Lupiañez (Málaga, 1971) se sincera como nunca.
Por primera vez habla de retirada y del bloqueo que sufrió por una excesiva autoexigencia cuando su colaboración con Miguel Poveda multiplicó su popularidad. Se sabe querida por el público, pero echa en falta más ayudas institucionales. Se emociona cuando piensa en todo lo que ha entregado Susana para ser La Lupi, pero se confiesa una apasionada del flamenco, del baile y de la enseñanza, una faceta que ya ocupa la mayor parte de su tiempo con cursos que imparte por el mundo. Lo próximo será 'Lo inédito', un ambicioso espectáculo que estrenará el 25 de julio en el Auditorio Edgar Neville dentro de la Bienal de Flamenco de Málaga que organiza la Diputación (un mes antes, lo preestrenará en Torrox tras una residencia 'In-progress'). Y avisa: será uno de los últimos que haga con su firma.
–'Lo inédito'. Con ese título ya estás dando pistas, será algo que nunca hemos visto.
–Lo que nunca se ha visto en mí. Es un proyecto que llevaba en mi cabeza más de dos años y cuando se lo conté a Alberto Velasco le encantó. Y ahora ha surgido la oportunidad de hacerlo.
–Con los años que llevas bailando, ¿se puede seguir innovando?
–Ni siquiera he empezado, me siento así. Una simple alegría puedes hacerla distinta todos los días, es lo maravilloso que tiene el flamenco. En ti misma buscas cosas distintas todos los días.
–¿En qué momento te sientes ahora? Ya no tienes la energía de los 30, pero hay otras cosas.
–Hay más miedo. Mucho más miedo, más responsabilidad. Antes yo sentía que bailar era un juego, he sentido que he jugado toda mi vida. Yo necesitaba hacer espectáculos y bailar, y en el escenario era la misma niña que me bajaba a la calle y montaba una academia o un teatro, y ya las niñas no querían ni jugar conmigo porque era muy pesada. Ya con el tiempo recae en ti el peso de la responsabilidad, y a veces ya no sientes que juegas tanto. Con 'Lo inédito' quiero recuperar otra vez a esa niña que juega.
–¿Miedo a qué?
–Miedo a todo. Todas las personas tenemos nuestras inseguridades y ese es el miedo más grande que puede tener una artista porque te deja bloqueada. El miedo es una droga que te deja paralizada y no te desarrollas como tú puedes hacerlo, ni en cuerpo ni en alma. Es el enemigo de poder expresarte desde la verdad, desde lo más orgánico. Y eso a mí me pasó un tiempo y lo pasé verdaderamente mal. Y seguimos en la lucha de que no vuelva a pasar más.
–¿Ha sido hace poco ese bloqueo?
–Sí, un poco antes del covid. Ya cuando empecé con Miguel Poveda se me vino encima la divulgación de mi propio ser, de yo como artista a través de todas las redes sociales, de todo el mundo que te escribe, que te sigue… Te sientes orgullosa de lo que puedes producir en los demás, con muchos mensajes bonitos de gente que te dice que le has alegrado el día; pero después tiene otro contrapunto, que es ese quiero estar siempre bien, no quiero fallar y quiero gustar a todos. Un error porque también tienes detractores y tienes que entender que no lo haces mejor que nadie y que no le puedes gustar a todo el mundo.
–También es que el mundo del flamenco…
–Es complicado, porque es crítico. Estás bailando y te sientes examinada, no es nada fácil. Hay gente que lo lleva muy bien y aprendo de ellos, y gente a la que nos pesa más. Pero yo no me quiero ir así, cuando me retire no me quiero ir con ese sinsabor de sentir más miedo que placer bailando. Y contra eso estoy luchando, para irme como empecé, jugando.
–Es la primera vez que te escucho hablar de retirada, Lupi.
–Claro, son 53 años, muchas lesiones y ya todo duele. Y sobre todo que es ley de vida. Viene gente joven buscando su lugar, su espacio, y lo veo normal. No lo veo con dolor, ni con frustración sino con mucha naturalidad. Llegará un momento en el que me dedique más a la enseñanza, que es mi pasión también. Enseñando no tengo la sensación de desgaste, de que no estoy bailando o de que pierdo el tiempo. Totalmente lo contrario, tengo la misma sensación que si estuviera bailando, me jalean en clase y yo me vengo arriba. A veces hago improvisaciones que no soy capaz de hacer luego en un escenario, tengo ese punto de tranquilidad, que es el que quiero buscar en el escenario, porque fluyo de una manera en la que me siento mucho más orgullosa de mí.
–¿Y has puesto fecha a esa retirada?
–Una fecha concreta no, pero en los escenarios no voy a ser muy mayor. Son cinco hernias discales las que tengo y llevo luchando 25 años para poder mantenerme. Son muchas infiltraciones, muchas técnicas que me he hecho no invasivas, de todo tipo, de toda España y fuera de España. Y ya no es solo el desgaste físico, está el psíquico. Había una última técnica que eran 137 inyecciones en mi espalda, y de ahí irte al teatro a bailar… eso pasa luego factura.
–¿'Lo inédito' podría ser el último espectáculo?
–'Lo inédito' va a ser uno de los últimos. El último llevo escribiéndolo muchísimos años, pero es ya la preparación a ese camino. Luego podré tener mis conciertos bailando mis palos flamencos y seguiré en la enseñanza hasta que mi cuerpo diga que ya no me puedo mover. Y me encanta coreografiar y dirigir para los demás. No voy a tener la sensación de que he cerrado ya el capítulo de mi vida como artista. Yo voy a ser artista hasta que me muera, porque yo soy más artista que bailaora.
–Y dices que el último espectáculo lo llevas escribiendo mucho tiempo. Tienes claro cómo quieres que sea ese final de los escenarios.
–Sí, porque cuando tengo algún pensamiento me pongo a escribirlo. Sería un espectáculo argumental, para el que tienes que tener una edad y unas ganas para hacerlo. Y poco a poco va llegando. Llegará un momento en que las horas en el estudio se acorten porque también tenga necesidad de irme a la playa a andar tranquilamente. Me gusta irme a Rincón de la Victoria y ponerme a hablar con todo el mundo y sacarle tiempo a esa Susana que tengo ahí dormida. Porque Susana se tuvo que dormir para darle pie a Lupi y que Lupi tirara de esta carrera para adelante. Susana tenía unas necesidades como mujer que la Lupi no se la podía dar, entonces llegará un momento que Lupi se vaya durmiendo un poco y Susana vaya saliendo, porque me gustaría tener mi vejez como Susana.
–Te emocionas cuando hablas de esto.
–Sí (dice con la voz entrecortada).
–¿Quién te llama Susana?
–Nadie (ríe emocionada).
–¿Has renunciado mucho por ser La Lupi?
-Sí, pero me encanta. A Lupi la he hecho yo, la he creado yo. No es un personaje, porque lo que siente Lupi es pura verdad, pero todo es referente a mi trabajo.
–¿Te puedo preguntar por la maternidad? ¿Fue una renuncia?
–Fue una renuncia. No fue muy pensada, porque desde pequeña mi madre decía que los muñecos que me daba los destrozaba, no los trataba como una madre, sino como una peluquera o como una profesora de baile. El instinto maternal lo he desarrollado mucho con los alumnos, me lo he pasado muy bien y he sufrido con ellos, y ellos conmigo igual. Entonces, no he echado de menos un hijo. Mi pareja Curro de María me dijo 'yo quiero llevar el camino contigo', y entendimos que el parón de tener un hijo, en un momento que era decisivo, a partir de los 30 y tantos, porque empecé a viajar mucho más, a tener más trabajo y a no parar apenas en casa, era complicado.
–¿Qué sería de La Lupi sin Curro?
–Pues casi nada, pero que no se entere, porque si no, no veas la que me da (ríe). Es parte de la carrera que yo he hecho. Él ha sacrificado muchas cosas por mí, de una manera muy natural, pero las ha sacrificado. El desarrollo artístico que yo he tenido lo ha vivido conmigo, me ha ayudado, me ha puesto sus manos para que suba los peldaños y a la vez, por supuesto, también se ha ido formando como artista.
–Has conseguido mucho, ¿sientes que te falta algo?
–No, porque yo nunca he tenido un baremo de cosas conseguidas o por conseguir, ni siquiera he tenido metas. A mí las metas me las ha ido dando la vida. Como dijo Picasso, a mí la suerte me pilló trabajando. Me ha encantado irme al estudio simplemente por irme, por mejorar. Yo he terminado tarde un sábado de bailar y el domingo por la mañana estaba ya ensayando para mejorar lo que no había salido bien. Pero me encantaba, mi vida no ha sido sacrificada ni por no tener niños ni por no tener tiempo de amigas. No, yo no lo veo como un sacrificio para nada.
–Porque disfruta de su trabajo.
–Por eso cuando hubo un momento en el que no disfrutaba por esa carga, era una persona infeliz.
–De dónde vienes explica cómo eres. Eres la menor de siete hermanos de una familia trabajadora de Miraflores de los Ángeles.
–Sí, primero estuvimos en Capuchinos, en calle Cauce, y ahí se formó la flamencura en mi casa porque era una calle muy flamenca, una calle con bastante gitanería y donde siempre había fiestas. Antonio 'El Álvarez' estaba puerta con puerta, muy amigo de mi familia. Cuando ya nos fuimos con tres años a Miraflores de Los Ángeles, mi madre iba mucho allí porque estaba su familia. Y estoy muy orgullosa de ser de Miraflores de los Ángeles. Yo lo amo, pero es que el barrio me adora. Todavía me dicen Lupita y la bailaora. Siempre me han apoyado y siguen haciéndolo: voy al Cervantes y medio Cervantes es de Miraflores.
–Tú no eres gitana, pero te lo habrán preguntado más de una vez.
–No lo soy, pero me lo preguntan muchísimo. Y yo no digo nada porque vaya que diga que no y se enfaden, porque es que a mí me encantaría también. Pero creo que el flamenco no es ser gitano ni payo, es entender el código a través de la afición y del amor. Pero sí, a veces de chica le decía a mi madre 'ponme lunares que tengo que parecer más gitana'.
–¿Sientes que has creado escuela? (Da cursos por todo el mundo y tuvo su propia escuela en Málaga hasta 2013)
–Más que crear escuela, la he inventado. Porque Málaga no era bailaora, era Málaga cantaora. Málaga se hizo bailaora por artistas como Trinidad Santiago, Luci Montes, Pilar Carmona, Pepito Vargas y mi Carrete de mi alma, entre otros. Ellos han abierto esas puertas cuando no había nada, pero yo me dediqué a que la gente tuviera un nivel y unas oportunidades que no tenían por estar viviendo en Málaga. No podían irse a Madrid a estudiar y yo hice que Madrid viniera aquí, que Morón viniera aquí, que Granada viniera aquí. Cada tres meses traía a grandísimos artistas a dar cursos, a que vieran a las niñas de bailar, a que se las pudieran llevar y a prepararlas con las clases de tablao, técnica, coreografías… El 70% de la gente que se dedica en Málaga a bailar a nivel profesional o son alumnos o han pasado en algún momento por la escuela. Soy más valiente hablando de mí como maestra o luchadora en esa forma de crear baile en Málaga, que como bailaora.
–Te da pudor echarte flores.
–Es que como bailaora me veo mucho más imperfecta. Y como maestra me gusto más, me valoro más. Pero no quiero que penséis que no disfruto bailando, disfruto muchísimo. En ese caparazón en el que me meto para bailar soy totalmente feliz y lo necesito para mi vida.
–¿Echas en falta más ayudas y colaboración institucional?
–Sí, muchas. Todas las del mundo. El flamenco genera muchísimo dinero en Andalucía, en tablaos, eventos… es marca Andalucía. Yo llevo a Málaga a gala. Cuando Miguel Poveda me dio a elegir un número para bailar en el Teatro Real, bailé unos verdiales. Soy muy malaguita y lucho mucho por mi tierra, pero necesitaría más ayudas. Estoy reconocida y soy profeta en mi tierra, porque desde los 25 años que volví a Málaga me iba con Curro y con algunas alumnas a pegar carteles a las cuatro de la mañana. Yo he alquilado siempre los teatros, hasta hace muy poquito, siempre iba a taquillaje, currándomelo. Málaga me conoce porque yo he estado en la calle y he bailado para que me conozcan.
–¿Y qué sucede ahora?
–Siento que pego todavía a puertas que me las dejan entreabiertas, que no me las abren del todo. Parece que no está muy valorado el trabajo y la lucha por tu ciudad y por el baile en tu ciudad. Yo me traía a mi escuela cada tres meses a los mejores artistas del flamenco. Y a veces tenía que poner de mi bolsillo, y me tiraba todo un verano trabajando en la Costa para poder pagar a ese artista. Eso no lo sabe mucha gente. Y sí, estoy considerada y me han dado mis premios. Pero yo no quiero premios, yo quiero trabajar, yo quiero no tener que estar partiéndome la espalda para poder pagarme mi propio espectáculo. Siempre tengo que estar demostrando. Tengo que demostrar que el espectáculo va a ser bueno, que yo tengo calidad bailando, que quien llevo tiene calidad. Estoy en un continuo examen.
–¿Por qué?
–Ese es uno de los motivos de querer descansar el alma y ya no tener más exámenes, porque tú imagínate estar con 60 años haciendo exámenes. Hay mucho desconocimiento de la gente que está en el poder. Cuando pegas a la puerta con un proceso creativo, tú tienes que conocer la magnitud de ese proyecto y al artista que te está pegando a la puerta. Y tiene que haber cabida para todo, para la gente joven y para la gente mayor, porque hay artistas a partir de 50 años que están bailando muy bien y tienen muchas cosas que contar.
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