![Entre todas las mujeres](https://s3.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/202205/14/media/cortadas/web-cruce-k0FB-U170854524839qC-1248x770@Diario%20Sur.jpg)
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Hace un par de semanas, una mujer se plantó delante de mí en calle Cortina del Muelle, me saludó cariñosamente y preguntó si sabía quién era. Por unos segundos me quedé en blanco y ella en silencio. «Soy Joaquina, la bibliotecaria de Ardales», dijo. Llevábamos ... ocho años sin vernos, desde que publiqué la novela anterior. Joaquina paseaba con un grupo de amigas del club de lectura que hacían fotos de la ciudad como si fueran turistas del ferri que estaba atracado en el puerto. Cinco días después tenía previsto un encuentro literario precisamente con ellas.
Cada vez que visito la Biblioteca de Ardales tengo la agradable sensación de volver a casa después de hacer un largo viaje por los territorios desconocidos de la imaginación. Al sentirme arropado entre todas las mujeres, confieso las experiencias y los secretos más íntimos como si estuviera en familia. De repente, surge la magia y la novela se transforma en una historia verdadera. Me escuchan en silencio, sonríen, se involucran en los asuntos personales, me dan opiniones y consejos. Cuando les cuento un problema que afecta directamente al protagonista de la novela que está contada en primera persona, una de las mujeres se proclama portavoz de la opinión general para salir en mi ayuda: «No te preocupes, acudiremos a defenderte. ¡Las mujeres somos guerreras!», como si todas ellas formaran parte de un ejército de salvación. Igual que si la novela suplantara la realidad y estuviéramos en el salvaje oeste.
Hace once años escribí un relato premonitorio que titulé: 'Ardales, paraíso terrenal'. Entonces me di cuenta de que había llegado a ese lugar fantástico que soñaba en la infancia. No fue fácil expresar con palabras la misteriosa belleza del antiguo poblado de Bobastro, ni la sobrecogedora visión del Desfiladero de los Gaitanes, ni el Caminito del Rey, ni el Castillo de la Peña, ni la cueva prehistórica, ni la silueta de las casas blancas deslizándose por la montaña como un alud de nieve. Desde entonces, cada vez que publico una novela, Joaquina me invita a la biblioteca. Lástima que yo tarde tanto tiempo en escribir las historias. Les explico los motivos de esa demora. La vida nos entretiene y también nos desconcierta. Pero hay lugares y personas que nos reconfortan en los momentos más delicados, incluso nos hacen felices. Las catástrofes que actualmente nos invaden no son un bálsamo para nadie. No cura heridas, al contrario.
Nos ponemos a hablar de los sentimientos que se ocultan en lo más profundo del corazón. Me estremezco al descubrir que tengo delante a los personajes femeninos de la última novela. Veo a mi madre, mis hermanas, las amigas íntimas, mis cómplices. Las mujeres del club de lectura de Ardales se transforman con cada libro para representar la historia que acaban de vivir. Nunca me había sucedido nada igual.
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