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Era una actuación especial. Tenía entre el público muchos amigos que habían venido a verla y un público que siempre la ha reconocido. Pero la función no salió como esperaba. Artista de raza, Lolita Flores hizo un derroche de nervio y contención en el monólogo ... de inspiración lorquiana 'Poncia'. La actriz inunda el escenario sin más artificio que unas amplias telas, el juego de luces y el derroche de su interpretación. Los problemas vinieron del patio de butacas con el sonido reiterado de móviles que pasaron de lo molesto a llegar a interrumpir la actuación de la protagonista en la escena cumbre. Terminada la función, Lolita estalló. Con acierto y sin estridencias, pero «si me callo, reviento», dijo. Así, se dirigió al público para pedir «respeto» y dio un «consejo»: «Si no saben apagar los teléfonos, pidan ayuda».
La frase de la actriz y cantante quedó ahogada por un sonoro aplauso del público que también sufrió la dificultad de la representación anoche en el Teatro Cervantes. Los ruidos de los móviles estuvieron precedidos de un grito desde el paraíso al principio de la obra reclamando que el sonido estaba muy bajo, lo que fue solucionado por el técnico sobre la marcha. Las toses tampoco cesaron en toda la actuación -algo habitual en estas fechas de invierno-, aunque lo peor estaba por venir con el comienzo de la sonata de tonos de móviles. Hasta cinco se escucharon, cuatro llamadas y un aviso de mensaje, pese a la advertencia al principio de la función de «apagar los teléfonos».
El más molesto fue precisamente el último, ya casi al final de la obra y con Lolita metida en la intensidad de la escena cumbre de su Poncia, la sirvienta de 'La casa de Bernarda Alba' que toma la palabra y el protagonismo en este 'spin off' del clásico de García Lorca. Las palabras posteriores de Lolita al público dieron en la diana: «Si no saben apagar los teléfonos, pidan ayuda». Y es que el móvil de una persona volvió a sonar en el tercer piso y, probablemente con los nervios, no supo cancelar la llamada y solo atinó a responder para acallar los tonos, escuchándose después al interlocutor que llamaba. Un minuto de ruido que se hizo eterno y que obligó a Lolita a detener su actuación, mantener la marca, quedarse en silencio y esperar a que el episodio que pareció eterno terminara.
La actriz aguantó estoicamente las reiteradas interrupciones y, tras saludar y corresponder a los aplausos, tomó la palabra. No quería pasar lo sucedido, ya que, como dijo, los ruidos de los teléfonos afectan a todo el mundo: «Ya no es por los artistas que nos subimos a este escenario, sino por el respeto que se le debe a los demás». Estas incidencias en las representaciones se han hecho ya habituales, aunque en el caso de anoche fue excesivo. El precedente se produjo hace menos de dos años en el Teatro del Soho cuando Ricardo Darín paró la función y abandonó el escenario por el sonido continuado de los móviles del público.
Tras su «consejo», Lolita no quiso irse con mal sabor de boca, porque había venido a disfrutar de la función. Y comenzó por una particular declaración de amor a esta tierra. «Málaga me trae muchos recuerdos buenos y no tan buenos. Recuerdos de mi infancia, de amores y desamores, de primeros besos y de últimos también. Y todos mis veraneos en Marbella donde he dejado mi corazón por mi gente, por la que se me fue y por la que sigue estando, pero que ya no veo porque ya a Marbella no voy. No por nada, sino porque se me remueven muchas cosas», confesó la primogénita de Lola Flores tirando de memoria y emociones para después buscar entre el público a algunos de los que la habían venido a ver.
Al primero que citó fue a Jorge González, director del hotel AC Málaga Palacio, al que se refirió como su «amigo». «Quiero darte las gracias por como te portas conmigo, con mis hijos, con mis amigos, con mi familia», le dedicó Lolita seguido de un aplauso. Y añadió su agradecimiento a dos «compañeras» que estaban en las butacas, «una que es de aquí» y la otra «que ha venido de Sevilla»: Diana Navarro y María del Monte. De la primera recordó con «orgullo» que había «sido testigo» de su lanzamiento como artista en el programa de Juan y Medio, mientras que a la hispalense y a su pareja, Inmaculada Casal, le mostró todo su cariño y recordó «lo vivido, vivido está y lo que nos queda por vivir también, así que os deseo toda la salud y que seáis muy felices».
El público se animó con los aplausos y le dijeron a Lolita que también habían venido de Marbella o de Jérez de la Frontera para verla. «Ha venido tanta gente que voy a tener que hacer otra función más, pero esta vez sin móviles», remató la artista provocando el aplauso y la risa de todos los presentes. Efectivamente, este jueves Lolita repite en el escenario del Teatro Cervantes. Oportunidad para el desquite.
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