Festival Eñe, entre la literatura y la vida

«La realidad y la ficción dependen mucho de la experiencia». Lo dice, lo sabe, el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, que ata en corto esa idea con su propia vivencia. Porque después de 52 horas en la ciudad podría empezar una de sus crónicas de la siguiente guisa: «Málaga es una lluviosa ciudad del sur de España...». Porque desde que llegó no ha parado de llover, pero resulta que esa es sólo –nada menos– su experiencia, que no empaña la imagen que ya se había formado de la ciudad cuando la conoció hace un tiempo soleada.

«A una ciudad, para saber si a uno de le gusta, hay que conocerla lloviendo. Y a mí Málaga también me gusta lloviendo», deslizaba Abad Faciolince durante su encuentro con el escritor malagueño Pablo Aranda y el también narrador Sergio del Molino en la jornada inaugural de la segunda edición del Festival Eñe en la capital.

Como en la entrega del año pasado, la cita literaria recala en la ciudad de la mano de la Diputación Provincial con el Centro Cultural María Victoria Atencia como escenario de los encuentros. El que ayer abría el cartel servía los vasos comunicantes entre la realidad y la ficción, que en el caso de Aranda se combinan con más soltura en su faceta como cronista de viajes.

«La crónica de viajes me permite amortizar el viaje, no sólo económicamente sino que aprovecho lo vivido para contarlo. Es cuando soy menos pudoroso, porque me permito hablar de mí«, ofrecía el autor de novelas como 'La distancia' y 'El protegido'.

Y así la literatura y la vida se iban entrelazando en la conversación entre los tres narradores. «Nos criaron en mi casa con la ficción de que la vida era una cosa muy bonita, que el mundo iba a ser cada vez mejor. Recuerdo que mi padre hizo una gran fiesta cuando se erradicó la viruela... Y eso resultó ser una ficción, algo que cada vez iba siendo más y más mentira. (...) Después del asesinato de mi papá tuve un hijo y traté de inculcarles la misma ficción... Creo que tenemos el deber de inculcar esa ficción a los niños«, compartía el escritor que volcó el trance del asesinato paterno en 'El olvido que seremos', que ahora lleva al cine Fernando Trueba con guión de David Trueba, como recordó Del Molino durante la charla.

«Lo que me ha enseñado la vida es a diferenciar las contrariedades de las tragedias. Después un asesinato de un hombre bueno, de repente, que enloquece a tu hermana... si te roban la cartera es una tontería«, abordó el escritor y cronista colombiano antes de rematar: »Es mucho más importante una vida buena que la buena literatura«.

Y desde la distancia física, Abad Faciolince también marcó distancias mentales respecto a la percepción que puede cundir sobre nosotros mismos a este lado del charco. «A veces se les olvida que Europa para nosotros es el único sitio rescatable», lanzó. «Parecemos llorones», preguntó entonces Del Molino. «Bueno, quejumbrosos...», dribló el colombiano.

Después de una hora de conservación, Del Molino siguió «pasando consulta» en el escenario del centro cultural con Rodrigo Cortés y Paula Ortiz, que dialogaron bajo el epígrafe 'Del papel a la pantalla: contaminaciones entre cine y literatura'. Monika Zgustova y Mohamed El Morabet tomaron el relevo con 'Hijos de Nabokov: escritores traidores a su lengua'.

Y para cerrar el programa de la primera jornada, ya bien entrada la noche, el malagueño Ángel Idígoras y el brasileño Adão Iturrusgarai compartieron sus experiencias como viñetistas y humoristas gráficos en el coloquio titulado 'Sin palabras'. Aunque, si de algo trata el festival que hoy despliega su última jornada en Málaga, es de las palabras.