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Siempre le ha gustado mirar al cielo, desde una hamaca en la terraza de casa o en un lugar perdido del campo. «Tengo paciencia para ... eso», apostilla. Porque así, levantando la vista, «uno se hace preguntas» sobre los misterios de ahí arriba pero también se cuestiona lo que ocurre aquí abajo. En su caso, las respuestas tienen forma de poemas. Virginia Aguilar Bautista recorre verso a verso las capas de la atmósfera en 'La escala de Bortle', una visión poética del cielo con base científica.
Doce años después de 'Seguir un buzón' (Renacimiento, 2010), obra que le valió el premio Andalucía Joven 2009, la abogada malagueña ha encontrado la «tranquilidad y la serenidad» para reencontrarse con la poesía. Un poemario que incluye, además, los aforismos que en 2018 fueron reconocidos con el Premio Rafael Pérez Estrada: 'De las nubes' se titulan, una vez más con la mirada orientada al cielo. En esta ocasión, el punto de partida fue una de sus habituales lecturas científicas. Aficionada a la astronomía, la malagueña se topó con un artículo de 2001 donde el astrónomo John E. Bortle medía la noche y fijaba por primera vez hasta nueve tipos de cielo nocturno en función de su calidad. No es lo mismo el oscuro excelente de un desierto al del centro de una gran ciudad. Desde entonces, la ciencia ha asimilado su escala y la emplea con normalidad en sus observaciones.
«Me quedé fascinada con esta idea, me pareció súper poética», señala Virginia Aguilar. De ahí brotó toda una serie de poemas donde ciencia y literatura se dan la mano, obras con una gran carga filosófica, reflexiva y también irónica que han llegado a su fuente de inspiración. «Le mandé un email a John E. Bortle para decirle que su escala me había servido de base para un libro de poemas. Le comentaba que como los que observan el cielo son muy pacientes, yo también lo era para esperar una respuesta suya. ¡ Y me contestó!», cuenta. A los dos días, le escribió la dirección postal de su casa en Nueva York para que le hiciera llegar el trabajo. Le envió cinco poemas traducidos al inglés y él ha continuado la tarea con el resto. «Es un señor entrañable y muy accesible. Le hizo mucha ilusión. Por primera vez se veía citado en algo literario».
La ciencia también le sirve a la autora malagueña para estructurar el libro, dividiendo los poemas según las capas de la atmósfera. Empieza en la troposfera, en lo que encuentra «poético a ras» de suelo con reflexiones sobre lo cotidiano. Desde un libro («Sigue asombrándome / que la lectura nunca / deje rastro en el libro»), una información («Una noticia /que amarillea / debería hablar en pasado») o un aspersor («Llueve a césped. / Los pájaros gritan como columpios / oxidados, hartos de tanto juego»).
Continúa subiendo hasta la tropopausa, a partir de los 15 kilómetros de altitud, con sus premiados aforismos sobre las nubes (como «Las nubes son tablones donde pinchar nuestros» o «La B de NUBE es otra nube»). Le sigue la estratosfera, a más de 50 kilómetros, donde Aguilar poetiza sobre la famosa escala de Bortle con una estrofa para cada tipo de cielo nocturno. Y con pensamientos como el que lanza en 'Vela': «Nueve calidades de noche / para desactivar la realidad, / metamorfosearla, / travestirla por seis horas, / entorpecer agujas, / renombrar rincones. // A partir de las tres / de la mañana, / a todo esto / podemos llamarlo / insomnio».
A 690 kilómetros, Virginia Aguilar llega a la exosfera. En sus versos se cuela el telescopio Wise, los núcleos protoestelares, el Servicio Internacional de Rotación de la Tierra, la basura espacial, los asteroides, La Voyager y, de nuevo, John E. Bortle. Deja una recomendación: «La sección 'internacional' / de todos los diarios del mundo / debería incluir las noticias sobre el espacio». Y un aviso: «Harta ya de asteroides / potencialmente peligrosos. / Nosotros también podríamos / amenazar con / caer / sobre / otros / planetas».
Es la última parada del viaje espacial de Virginia Aguilar, pero solo de momento. Ella sabe que seguirá con sus observaciones, con sus lecturas de astronomía y con sus seguimientos 'online' de cualquier lanzamiento al espacio, «como quien ve un partido de fútbol». Le queda mucho por contemplar y que decir. «No he agotado para mí este tema. Me parece emocionante ver el cielo, me remueve y me hace cuestionarme cosas».
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