Secciones
Servicios
Destacamos
isabel ibáñez
Martes, 20 de febrero 2018, 00:33
En una ocasión, Edith, la esposa de Tolkien, bailó para él en una pradera repleta de flores blancas y él dibujó en un papel aquel mágico momento, que le inspiró para crear el primer encuentro de ‘Beren y Lúthien’, protagonistas del gran romance de la Tierra Media entre hombre y elfa integrado como cuento en ‘El Silmarillion’ y citado en ‘El Señor de los Anillos’. El tercer hijo de ambos, Christopher, que tiene 93 años y es su albacea literario, rescató el año pasado la novela que su padre escribió un siglo antes para editarla en solitario (incluye las distintas versiones de la historia, en prosa, verso y con diferencias argumentales). En solo un mes, se vendieron más de 30.000 ejemplares en inglés. Minotauro la publica ahora en castellano.
«Era la doncella más hermosa que jamás existió –escribió Tolkien–. Tenía el cabello oscuro, los ojos grises y su piel era blanca como nieve. Siempre cantaba y bailaba en los bosques de Doriath (...). Un día entró a esos bosques un hombre llamado Beren y encontró a Lúthien bailando entre los árboles (...) Al verla quedó prendado de ella». Tolkien y Edith Bratt también vivieron juntos una temporada en una cabaña del bosque. Eran muchas las cosas que les distanciaban, aunque solo la muerte de ella pudo separarlos, y dos años después el escritor seguía sus pasos. Es un hecho que los dos descansan bajo la misma lápida, donde aparecen los nombres de ambos y debajo de cada uno, el del personaje que inspiraron.
«Se quisieron mucho, no hay más que leer sus cartas, y también hay muchas analogías con el libro», reconoce uno de los mayores expertos del mundo en Tolkien, el profesor de la Universidad de Granada Eduardo Segura (Valladolid, 1967), licenciado en Historia Moderna y en Filosofía que dedicó su tesis doctoral al escritor y sus mundos. «Pero hay que recordar que, como en toda relación de larga duración, hay etapas difíciles, pese a que algunos quieran hacer creer que vivieron juntos flotando por el aire, como elfos».
Recuerda Segura que Michael, el segundo de los cuatro hijos de Tolkien, le escribió una carta pidiéndole consejo para casarse y en su contestación el escritor le revela la crisis que pasaron cuando estaba entrando en la cuarentena, «fruto quizá del cansancio por la crianza de los hijos y por su excesivo sentido del amor romántico». En aquel tiempo se consolaba con su amigo C. S. Lewis, autor de ‘Las crónicas de Narnia’, lo que provocaba los celos de su esposa. Eso sí, ambos se mantuvieron fieles.
Autor: J. R. R. Tolkien.
Estilo: Prosa.
Editorial: Minotauro. 298 páginas. España. 2018.
Precio: 21,95 euros.
Sus diferencias empezaban desde el origen, ella era tres años mayor que él cuando se enamoraron, 19 frente a los 16 de Tolkien. Además, mientras él profesaba el catolicismo, ella era anglicana, fe a la que tuvo que renunciar para casarse. Y a esto se une el que Edith estaba muy lejos del nivel cultural de él, tenían sensibilidades muy distintas, lo que supuso fricciones cuando, ya casados, se trasladaron a vivir a Oxford y el ambiente académico se volvió opresivo para ella. Pero Edith le ayudó mucho en la época en la que empezó a escribir, justo cuando acababa de regresar enfermo de la guerra: sobrevivió contra todo pronóstico a la cruenta batalla de Somme, que parecía una sentencia de muerte segura, algo que los llevó a casarse justo antes de que él marchara al frente.
Ambos fueron huérfanos criados en los estertores de la época victoriana bajo la vigilancia de tutores. El de Tolkien le impidió ver a Edith durante tres años, hasta que lograra la beca para Oxford. «Aquí podría encontrarse otra analogía con la obra: Beren se mantiene alejado de su amada cuando el padre de Lúthien lo envía a recuperar uno de los tres Silmaris (piedras sagradas) para separarlo de su hija». A los progenitores de Edith tampoco les gustaba Tolkien por ser católico. «Los detractores ignorantes y pusilánimes de Tolkien le achacan que nunca escribe de sexo, pero esta novela tiene uno de los momentos más eróticos de la literatura; cuando Lúthien seduce con su danza al enemigo primordial, Melkor, y despierta su lujuria».
Segura señala que «a medida que Tolkien y Edith se fueron haciendo mayores, se ve una ternura mutua, una preocupación por la salud del otro. Las fotos los muestran juntos, viendo cómo crecen las flores del jardín, los hijos...». Con la muerte de su mujer, él se sumió en un desgaste total, también físico, que le impedía incluso escribir, así que no pudo culminar la revisión de ‘El Silmarillion’. Escribió una carta a su hijo Cristopher en la que hablaba de su abrumadora sensación de pérdida y del amor que disfrutaron pese a las dificultades: «La historia se ha torcido, he quedado abandonado y yo no puedo implorarle al inexorable Mandos. (...) Siempre, en especial cuando me siento solo, nos encontramos en el claro del bosque y vamos de la mano para escapar a la sombra de la muerte inminente antes de nuestra última partida».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.