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Ha pasado algo más de década y media desde que la escribió. Pero Antonio Soler sigue reconociéndose en el espejo de 'El sueño del caimán', la novela que publicó en 2006 y que acaba de volver a las librerías de la mano de la editorial ... Gutenberg. Literariamente no la ha tocado –como sí hizo con otras reediciones, caso de 'El nombre que ahora digo'–, aunque al leerla encontró un inesperado vínculo con la actualidad en ese personaje del exiliado en Toronto que trabaja como recepcionista de un hotel, donde reconoce a un antiguo camarada de la guerra civil, lo que le despierta las ganas de venganza. Un radicalismo que el autor ahora encuentra en la sociedad actual con la bipolaridad entre los partidos más extremos a izquierda y derecha. «Es un desbarre que la Guerra Civil tenga vigencia política en la actualidad», criticó ayer el escritor que presentó en el Aula de Cultura de SUR la nueva impresión de la que fue su séptima novela.
«Cuando la escribí hablaba del pasado, pero ahora que la he revisado me he dado cuenta de que casi transcurre en el presente», aseguró el autor de 'Las bailarinas muertas' y 'Sur' en referencia al fanatismo de su protagonista, antiguo militante del Partido Comunista, que parece anticipar el mundo actual en el que los fantasmas de la guerra siguen demasiado presentes. Y que provoca incluso que cualquier crítica o disidencia con la versión oficial sea anulada con la descalificación política. «La etiqueta de facha te la ponen en cuanto te descuidas o te sales de la línea marcada», lamentó el escritor, que estuvo acompañado por el codirector del Aula de SUR Javier López, en un acto organizado en el Museo Carmen Thyssen en colaboración con cerveza Victoria.
El autor malagueño contó que esta historia tuvo su detonante en un brigadista canadiense de la guerra civil que conoció durante su estancia en una universidad del país norteamericano y que fue su manera de escapar también del éxito de 'El camino de los ingleses', que hablaba de juventud y futuro y se ambientaba en Málaga. Una línea que muchos esperaban que siguiera, pero que Soler consideraba agotada, por lo que buscó un nuevo camino literario que lo llevó a Toronto y a la mirada al pasado bajo el título 'El sueño del caimán'.
En su charla, el autor recuperó su propia biografía familiar y reveló que su familia vivió el éxodo y el drama de la Desbandá, su padre luchó en el Madrid republicano y su abuelo, militante del PSOE, fue uno de los topos del franquismo. El propio Soler vivió en su juventud el final de la dictadura y, por ello, se mostró a favor del proceso de instauración democrática en España pese a las cuentas pendientes. «En la Transición, con sus imperfecciones, se decidió mirar al futuro y dar la Guerra Civil por concluida, pero ahora desde hace un tiempo nos encontramos con personas que hablan del 'régimen del 78' como un desastre y con gente en el otro extremo diciendo barbaridades», retrató Soler, que lamentó que «lo que tendría que ser contemplado como un hecho histórico porque han pasado 90 años se sigue utilizando como un arma política y arrojadiza».
En este sentido, el ganador de los premios Primavera y Nadal abogó por serenar el campo de juego político y social frente a la «intencionada manipulación» de anular la Transición en nuestro país. Y en este punto señaló lo que a su juicio encierra una contradicción histórica. «Cuando en algunas manifestaciones veo banderas republicanas usadas por determinados partidos me hace gracia y no porque yo sea monárquico ferviente ni mucho menos, sino porque esos partidos que utilizan la bandera de la II República, en su momento, del 31 al 39, estaban en su contra al considerarla una república burguesa a imagen de la francesa y la británica», aseguró Antonio Soler, que a continuación apuntó directamente al Partido Comunista «que quería desde dentro que esa república burguesa fracasara y dar lugar a una república que tuviera más que ver con sus padres de Moscú».
El escritor constató cómo la política actual ha vuelto a enterrar la tercera España y puso el ejemplo de Andrés Trapiello que ha sido objeto de «muchas pedradas» por defender esta vía y publicar a autores del pasado por su calidad literaria y no por su ideología. Un extremismo contra el que Soler también se revuelve, abogando por la pluralidad conciliadora: «Hay gente empeñada en que hay dos Españas. A lo mejor solo hay una en la cabe todo eso».
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