El escritor Rodrigo Blanco Calderón, en la Librería Luces de Málaga. Marcos Alvárez
Literatura

Rodrigo Blanco Calderón: «Venezuela es una herida abierta a la que vuelvo siempre»

Afincado en Málaga desde hace casi tres años, el escritor firma en 'Simpatía' una vibrante reflexión sobre la crueldad y el amor con la crisis de su país de origen como telón de fondo

Martes, 17 de agosto 2021

Si la vida imita al arte, también podrá hacer el camino de vuelta. Desde las calles de París donde Rodrigo Blanco Calderón y su mujer cuidaban de los perros de sus vecinos hasta las páginas de una novela que gira alrededor de esos animales como ... asunto y metáfora; desde la fundación que su familia creó en Venezuela para acoger los canes abandonados hasta las habitaciones de Los Argonautas, la antigua residencia del militar retirado Martín Ayala convertida en sede de la Fundación Simpatía por el Perro que debe levantar su antiguo yerno, Ulises Kan, cuyo apellido suena justo a eso, a perro, en un eco de amor y crueldad, sordidez y lirismo que brota de cada párrafo de 'Simpatía' (Alfaguara), la palpitante novela donde Blanco Calderón vuelve a asomarme a lo más oscuro de la condición humana con la crisis de su país de origen como telón de fondo. Casi como un personaje más.

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«Tengo obsesiones literarias, claro. Me interesa el surrealismo, la Generación Beat, el espiritismo, la segunda guerra mundial... Pero Venezuela lo veo en términos de trauma. Es un trauma porque es el espacio en el que nací, donde se construyó mi identidad y ese país y esa identidad ya no existen, han sido progresivamente destrozados hasta su base. Todo lo que escribo pasa por esa zona de daño. Como si hubiera caído y un meteorito y yo lo que hiciera es dar vueltas alrededor del cráter que ha dejado. Venezuela es una herida abierta y a la que vuelvo siempre, con independencia de mi grado de conciencia sobre eso», comparte Blanco Calderón (Caracas, 1981), sentado en una cafetería del centro histórico de Málaga, donde reside junto a su mujer desde hace casi tres años.

Eran unos recién llegados a Málaga cuando recibía la invitación para viajar a Guadalajara (México) como uno de los cinco finalistas del premio de la tercera Bienal Mario Vargas Llosa, que acabó ganando por 'The Night' (Alfaguara), también escrita en torno a la situación de su país. Pero con notables diferencias. Las esgrime su autor: «'Simpatía' fue una novela escrita fuera de Venezuela, entre la primavera y el verano de 2018 en nuestro último año en París y es un dato importante, porque 'The Night' está escrita por entero en Venezuela. Por eso creo que 'Simpatía' sí se contagió de esa sensación de orfandad que produce abandonar tu país, tu familia, tener a todos tus amigos dispersados por todo el mundo y sobre todo sin tener una certeza en el futuro inmediato de cuándo vas a volver a tu país, de cuándo vas a volver a ver a tu familia y de lo difícil que es establecer nuevas relaciones de amistad cuando uno no está en su entorno natural».

Porque 'Simpatía' brinda una emocionante –y también por momentos, truculenta– aproximación a las relaciones entre padres e hijos, a través de una cadena de hombres «huérfanos, viudos y estériles». Y en esa senda la novela se cruza de nuevo con la historia de Venezuela. «Los temas de una novela –ofrece Blanco Calderón– me surgen después de haberla terminado. Es mi modo de concebir la escritura. Escribo siguiendo la tensión de las historias. Luego uno la lee y van apareciendo esos temas como la orfandad o la relación entre padres e hijos y eso enlaza con el papel que juega un personaje como Bolívar en la psicología de un país como Venezuela. Creo que Bolívar encarna perfectamente la figura del padre castrador y todos los venezolanos hemos pagado el peso de esa paternidad de una figura histórica que además, como recoge el libro, fue huérfano, fue viudo a una edad muy temprana y fue estéril. Que ese sea el padre de la patria dice mucho de las carencias afectivas y psicológicas del venezolano».

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Y así, casi sin pretenderlo en primera instancia, 'Simpatía' también ofrece «una lectura muy dura sobre la masculinidad, contextualizada en Venezuela, pero que puede aplicar a una visión en cualquier contexto». Una masculinidad capaz de volcar su frustración y su inquina en sus congéneres, pero también y sobre todo en animales indefensos, abandonados por muchos de los que dejan el país en busca de un futuro.

El amor por los perros

«Me preguntaba –sigue el escritor– qué podía pasar por la mente de una persona que era capaz de abandonar un perro. Esa imagen fue el disparador de la historia y tiene que ver con un perro en particular que cuidamos en París, un Leonberger inmenso que me marcó mucho. Me conmovía tanto verlo que a veces pensaba que si Dios existe, los perros tienen que ser una prueba de esa existencia. Ese cúmulo de cosas me llevaron a escribir la novela. La primera versión la escribí en tres meses y medio, fue un arrebato».

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Porque, para Blanco Calderón, «los animales no son únicamente una metáfora de las emociones de la gente, son miembros de esa sociedad que merecen derechos y cuidados». Y ese debate le llevó de nuevo a Venezuela en las páginas de su novela más reciente: «Ya no me interesaba sólo ver los efectos del poder en una sociedad sometida, como pasaba en 'The Night', sino ver también cómo el poder y la crisis prolongada degenera a la propia sociedad y convierte a muchas personas en verdugos de seres más frágiles, que en el contexto venezolano son los perros».

Un contexto en el que Blanco Calderón ha ido ganando distancia y, con ella, pesimismo. «He ido entendiendo la gravedad del asunto y eso ha ido sucediendo a partir de un progresivo desencantamiento», comparte el autor. Y abrocha: «Nunca me gustó el chavismo, siempre me opuse a él desde el primer día, pero la distancia de mi país me permitió entender que los principales actores de oposición en Venezuela forman parte del mismo sistema y no tengo ninguna esperanza puesta en ninguno de los políticos que lideran la oposición en Venezuela, llámese Juan Guaidó, llámese Leopoldo López, llámese quien sea».

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«Creo que ya es bastante obvio –cierra el escritor– que han tenido oportunidades de que la situación cambie, pero los intereses personales han primado sobre los intereses colectivos. Eso sí ha cambiado: mi pesimismo, o mi visión más realista del conflicto, creo que se ha vuelto mucho más lúcida por la distancia. Ahí tenemos el caso de Cuba, que ya van por 60 años de esa historia, Venezuela va por 22 y es el mismo sistema de poder y no hay ninguna razón para que la historia de Venezuela vaya a ser muy distinta».

Porque si la vida imita al arte, la Historia, demasiado a menudo, se repite.

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