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La república de Bilmore limita al Norte con las Islas Postigo y el Mar de Aldright y al Sur con el Peñón del Cuervo. El flanco Oeste lo cubren la Farola de Diazpardo, el Golfo Bayón, el Cabo Solé y el exgolfo de Juvenal. ... El Este es para la Punta García Baena y, sobre todo, para el Puerto Pérez Estrada. El interior, en fin, hace parada en el templo de la Duda Razonable, el Valle Steros, el Laberinto de Nogueras o el Lago Sanjuan.
La república de Bilmore decretó que el día nacional era los miércoles, que todas las anexiones eran bien recibidas y que los referéndum se aprobaban al abrigo de un buen plato. Su árbol de Gernika o su madroño era un baobab; su bandera, un mantel inmaculado y su himno, una buena tertulia.
La república de Bilmore tenía su capital en una de las mesas del restaurante de La Malagueta; y el rey, por aclamación de todos sus súbditos, era Rafael Pérez Estrada (1934-2000).
Ese lugar imaginario existió gracias al mapa del escritor Santiago Gascón: la cartografía asignaba a cada uno de esos fieles un relieve concreto de la república. El espacio físico, el de cada miércoles, también existió y estaba en la mesa, al lado de Rafael.
Ayer no fue miércoles sino viernes, pero se cumplían 21 años de la muerte del abogado, escritor, poeta, artista y amigo. Con él se fueron esas tertulias, pero no los recuerdos ni el afecto. Tampoco era hora de sobremesa sino de nube y pitufo, pero la reunión tuvo el sabor de los mejores tiempos de tertulia. Son justo los que se recuerdan gracias a una placa que desde ayer luce a la entrada del restaurante Bilmore, en el corazón de La Malagueta, donde aún permanece el latido del poeta y de todos los suyos.
La iniciativa forma parte del plan municipal 'Málaga Hace Historia', impulsado por el Área de Cultura del Ayuntamiento de Málaga y que rescata desde hace unas semanas los espacios frecuentados por personas relevantes de la ciudad a través de placas conmemorativas. Antes de él vinieron Villa Maya o el Colegio de Prácticas Número 1 en la plaza de la Constitución; y el tercero en incorporarse a este itinerario sentimental es Pérez Estrada. El restaurante Bilmore, cercano a su despacho del Paseo de Reding y a su casa fue, en efecto, el epicentro donde el autor fue capaz de reunir a artistas de diversas disciplinas, edades y sensibilidades bajo la bandera de una tertulia cultural que «prestigió la ciudad». Así lo destacó el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, quien admitió su «envidia sana por los que disfrutasteis de Rafael».
Entre ellos, y también ayer, Francisco Ruiz Noguera, José Infante o Antonio Soler, cada uno con un lugar en el mapa de Gascón y en la mesa del poeta. Juntos recordaron que por allí también pasaron José Ignacio Díaz Pardo, Pablo García Baena, Juvenal Soto, Rafael Ballesteros, Fernando Arcas, Gumersindo Ruiz, Antonio García Berrio, Luis Sanjuan o Mark Aldrich, todos ellos recordados por el propio Rafael en una carta manuscrita que el poeta José Ángel Cilleruelo encontró hace unos días entre los documentos que conserva la Fundación Pérez Estrada y que parece «escrita para la ocasión». Así lo celebraban la edil de Cultura, Noelia Losada, y la gerente de la fundación, Ana Cabello, quien leyó emocionada esa misiva del 22 de octubre de 1997 donde Rafael expresaba su deseo de que la tertulia del Bilmore fuera llevada a un libro. «Toda realidad no traducida a libro es olvido», decía Pérez Estrada en unas líneas salpicadas de su fino sentido del humor.
El del afecto lo puso, como en todos los actos que lo recuerdan desde hace 21 años, su hermano Esteban Pérez Estrada, quien compartió en un par de ocasiones «el privilegio de esas reuniones». «Mi hermano comía en mi casa los martes y siempre me contaba lo bien que lo pasaba...», recordó Esteban, que incluso abrió al grupo las puertas de su finca El Almoraduj, en Canillas de Aceituno, para que su hermano, ya enfermo, siguiera disfrutando de sus tertulias de los miércoles. De aquellos días quedaron mil recuerdos y algunas fotos: una de ellas, enmarcada y conservada en la finca, viajó ayer con Esteban hasta la república de Bilmore para seguir armando la memoria entre sus cuatro paredes. Que si el libro de la tertulia no se escribió, nada de eso se olvida siempre que quede el afecto. Y porque desde ayer, esas páginas están en placa y en foto. ¡Viva el rey!
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