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Cristina Pinto
Jueves, 19 de octubre 2023
Como un vendaval entraba Quan Zhou a la fábrica de Cervezas Victoria ayer. Pletórica de alegría. Esa tarde iba a ser «la gran presentación» de su libro 'La agriDolce vita' (Astiberri) en una cita con el Aula de Cultura de SUR (con la colaboración de ... Cervezas Victoria y Fundación Unicaja). «Esto es muy especial para mí, ¡es la puta hostia!», celebraba con efusividad y una gran sonrisa. Y así pasó todo el encuentro que llenó la fábrica con alrededor de 100 asistentes para vivir una cita de lo más divertida y espontánea, como el puro reflejo de Quan Zhou. Debutó en 2015 con su primera novela gráfica, 'Gazpacho agridulce' y justo ayer salió a mercado su nuevo libro en el que cuenta su año nómada recorriendo una decena de países, una obra que se gestó en Villanueva del Rosario durante su residencia en Rara, el refugio que lideran Verónica Ruth Frías y Cyro García. «¿Cómo no voy a escribir sobre mi vida? ¿Nací en un taxi? Es verdad. Mi vida es muy desordenada y todo lo que he escrito es inspirado en lo que vivo, aunque con un poco de autoficción», detalló la ilustradora, diseñadora gráfica y activista.
Nació en Algeciras y se crió en Estepona, «pero siempre me siguen preguntando que de dónde soy», lamentó la andaluza Quan Zhou en la charla en la que se sentó junto a la periodista Regina Sotorrío, codirectora del Aula junto a Alberto Gómez. «Yo cuando era pequeña no sabía que era china, tenía una tata española y le preguntaba que me explicara qué era ser china, me dijo que era tener los ojos rasgados. Yo me los veía normales, no entendía nada», confesó la ilustradora.
«Me he sentido muchas veces parte de la cuota de diversidad, eso es el postureo. Por tener rasgos chinos querían que fuese como un llavero, pero la realidad es que la cuota de diversidad es que tengas visibilidad y poder. Tenemos que seguir luchando porque hay que estar en los puestos de poder, en los políticos, en jefas de creativo... La diversidad es valor, valor real, no sólo una foto bonita para aparentar», reivindicó Quan Zhou, que confía en que una sociedad mejor está por llegar. «El activismo también es comer mierda, lo sufres», añadió.
Al igual que para ser artista, según confesó también ella misma en esta conversación con Regina Sotorrío: «La realidad es que si te quieres dedicar a la cultura es muy difícil y precario, si quieres ser artista vas a comer mucha mierda». En ese momento se estaba refiriendo a por qué se fue de Málaga a Madrid para buscarse un futuro mejor: «Dejas tu casa y tu familia que es difícil, pasas muchas horas trabajando en un entorno muy competitivo, te montas la vida que siempre habías pensado pero dices... ¿Esto me hace feliz? Y mira que yo tenía un piso con dos balcones... Que ahora el privilegio ya no es ser mujer blanca, es tener un piso con dos balcones en Madrid», comentó de forma irónica entre risas.
Y ahí fue cuando se planteó lo que quería en la vida y dejó la oficina para dedicarse a lo que le gustaba: «pintar, crear historias y comunicar». Además, confesó que con la publicación su primera obra, 'Gazpacho agridulce', «no quería canalizar nada, quería ser rica. Cuando me preguntan la intención que tenía digo la verdad, no tenía intención de nada, sólo quería contar cosas, vender muchos libros y tener mucho dinero», admitía Quan Zhou.
«¿Es tan bonito como parece?», le preguntó Regina. «Bueno, ser autónoma en España es un mojón gordo. Es una vida sin certezas, no sabes si vas a cobrar, si vas a tener trabajo... Estoy deseando volver a ser asalariada y eso que soy feliz haciendo cómics, podcasts, escribiendo; en realidad he hecho los proyectos más interesantes de mi vida después de dejar el trabajo de oficina. Ojalá no tuviera que volver nunca a eso porque esto que hago ahora es vocacional, estar aquí es vocacional, hablar con nuevas generaciones es vocacional... Yo no puedo estar sentada ocho horas en una oficina trabajando», apuntó.
Ha sido totalmente autodidacta y reconoce que «no es algo guay, es muy solitario». Y consiguió llegar a su editorial, Astiberri, en un networking. «Es muy importante eso, lo bueno de estar en Madrid es que las editoriales están allí y pueden conocer y saber quién eres tú. Desde tu casa siempre va a ser muy difícil que te vean. Yo cuando les escribí se acordaban de mí porque nos habíamos conocido antes», recordó Quan Zhou. Nunca antes había sido lectora de cómics, «yo he empezado todo al revés», pero tras comenzar en este mundo se puso a día con la gente más potente del sector para conocer al mundillo. «Cuando llevaba nueve meses surgió mi primera novela y a los tres meses de dibujar viñetas empecé a editar en El País. La visibilidad, si no se traduce en contrataciones y novelas, no aporta nada», concretó.
Terminó el Aula tras las preguntas del público y, luego, firmó libros que estaban vendiendo los amigos y compañeros de Proteo. Todo un éxito con colas y compras de sus ejemplares para terminar y poner el mejor broche de oro para la que, sin duda, fue una presentación que jamás olvidará Quan Zhou.
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