Marcel Proust.

Proust, el tiempo recobrado

Se cumplen cien años de la muerte del escritor que, con una sola y gigantesca obra, cambió el rumbo de la literatura en el siglo XX

César Coca

Sábado, 19 de noviembre 2022, 00:44

El autor de la novela que creó la literatura moderna publicó el primer tomo de la misma gracias a que pagó él la edición. Recibió un polémico Goncourt con el segundo y cuando tuvo la intuición de que moriría joven se encerró a escribir en ... noches interminables. Sin salir apenas de casa, sin ver a amigos ni amantes, renunciando a los placeres y los días que habían marcado su vida. Una renuncia a una existencia mundana y frívola a la que parecía orientado por razones familiares y sociales para escribir un libro que es mucho más grande que una vida. Murió sin ver publicados los tres últimos tomos.

Publicidad

En total, son siete volúmenes, unas 3.500 páginas. 'En busca del tiempo perdido'. Un océano de recuerdos que van y vienen; de escenas quizá reales, quizá soñadas, que retratan no solo al autor sino también a su clase social y a una generación de artistas, aristócratas y diletantes. Marcel Proust consiguió detener el tiempo y moldearlo a su gusto. Y todo empezó por algo tan simple como una magdalena mojada en té, con su sabor y sobre todo su olor. A partir de ahí, se desencadena una oleada de recuerdos expuestos de manera morosa y fascinante. Proust murió el 18 de noviembre de 1922, hace ahora un siglo, víctima de una neumonía. Tenía solo 51 años.

Había nacido en 1871 en Auteuil, un distrito entonces recién incorporado a París, situado entre el bosque de Boulougne y el Trocadero. Fue el primogénito de un médico importante y una judía descendiente de un ministro, que le condujo hacia la vida literaria. Ya desde su nacimiento su salud fue muy delicada. De niño sufrió asma y numerosas alergias. En un episodio especialmente grave estuvo a punto de morir. Por eso, la infancia y la adolescencia transcurrieron con viajes frecuentes a localidades próximas, donde tenían raíces sus padres, en busca de un aire sano que limpiara sus pulmones. De ahí sacará luego el retrato de los pueblos que aparecen en su obra, sobre todo Combray. Tan importante es esa influencia que el municipio, que se llamaba Illiers, fue rebautizado para el 50 aniversario de su muerte.

En el Liceo destacó por su magnífica y compleja escritura y por ser capaz de aprender de memoria largos fragmentos de novelas de grandes escritores franceses del siglo XIX. Son los años de su amor por la hija de un diplomático extranjero, con la que paseaba por los Campos Elíseos. Ese recuerdo, como tantos otros, será incorporado a su literatura. Tras ella, solo habrá una mujer en la vida de Proust: su madre. Y, sin embargo, era un joven seductor que encandilaba a las damas de la alta sociedad francesa. Sin haber cumplido los 18 años, frecuentaba los salones y exhibía en ellos su elegancia y su elocuencia, su capacidad para el chisme social y la reflexión lúcida sobre arte y pintura. Allí conocerá a escritores y artistas que serán sus amigos hasta el fin de sus días.

Publicidad

Allí hallará también a un hijo de Alphonse Daudet -el autor de 'Tartarín de Tarascón'-, con quien tendrá su primera relación homosexual. Antes de estudiar Derecho para complacer a su padre, hizo el servicio militar como voluntario e incluso quiso reengancharse, pero se lo impidieron por su débil estado físico. Veinte años después, cuando trató de participar en la Primera Guerra Mundial, su precaria salud también hizo que lo rechazaran. Fue en la Universidad donde se convirtió en admirador de Henry Bergson, cuyas teorías sobre cómo las vivencias afectan al sentido del tiempo tanto influirían en él y sobre todo en su literatura.

Encerrado para escribir

Con 25 años publicó 'Los placeres y los días', una mezcla de poemas, relatos breves y textos diversos, con prólogo de Anatole France. El libro apenas tuvo lectores, pero pudo haber sido el final de la carrera -y la vida- de Proust porque retó a duelo a un crítico que sugirió su homosexualidad. Cabe recordar que en 1895, un año antes, había tenido lugar el famoso juicio -y la condena- a Oscar Wilde, de manera que Proust quería mantener oculta a toda costa su tendencia sexual. El duelo terminó sin daños y el joven escritor pudo continuar con su vida frívola y despreocupada.

Publicidad

La muerte de su madre fue el gran drama de su existencia, uno de los detonantes de su memoria. Pero aún faltaban años de acumular experiencias e imágenes, de conocer amantes, artistas y aristócratas, de recorrer cada café, cada salón y cada hotel de moda de París.

Hasta que llegó el día en que decidió comenzar a escribir. Ya había hecho antes algo así como un ensayo general (se trata de 'Jean Santeuil', que quedó inconclusa y fue publicada tras una amplia 'reconstrucción' a mediados del siglo pasado). Pero esta vez fue en serio: se encerró en su casa del 102 del Boulevard Haussmann -muy cerca de la estación de St. Lazare y a un breve paseo de las flamantes Galerías Lafayette-, hizo que recubrieran de corcho las paredes de su habitación para aislarse del ruido y dio la vuelta a sus horarios como si fueran un calcetín: escribía de noche y dormía durante el día, con algunas salidas al hotel Ritz. Iba en busca de nuevas experiencias y de amantes.

Publicidad

Durante quince años quemó las noches escribiendo de manera compulsiva y corrigiendo hasta la extenuación. Añadía hojas pegadas a los originales, hasta formar rollos de papel de muchos metros de longitud. Y bebía continuamente café. En 1912 consiguió publicar varios fragmentos del primer volumen en 'Le Figaro', pero cuando estuvo terminado André Gide, responsable de 'La Nouvelle Revue Française', no aceptó su edición. No le gustaban ni el autor -en su opinión, un frívolo diletante- ni la obra, de la que solo leyó unas pocas páginas. De esa forma, el futuro Premio Nobel (lo ganó en 1947) entró en la no pequeña nómina de editores que han cometido catastróficos errores. La primera consecuencia fue que Proust debió pagar de su bolsillo la edición de ese tomo inicial, titulado 'Por el camino de Swann'. En ese momento, pensaba que probablemente solo habría otra entrega más.

Terminar su obra

Gide se rehabilitó ofreciéndose a publicar la segunda parte, 'A la sombra de las muchachas en flor', que vio la luz tras la guerra. Esta sería distinguida con el Premio Goncourt, aunque no sin polémica. Para entonces, Proust vivía ya únicamente para la escritura, temiendo que la muerte le llegara antes de terminar su obra. No fue exactamente así, pero solo le dio tiempo a ver la edición de dos títulos más: 'El mundo de Guermantes' y 'Sodoma y Gomorra'.

Publicidad

A comienzos del otoño de 1922 padeció una de sus crisis asmáticas, que derivó en una neumonía que los médicos no pudieron curar. Murió el 18 de noviembre, y está enterrado, rodeado de ilustres, en el cementerio de Père-Lachaise. En los cinco años siguientes se publicaron las tres últimas entregas de su descomunal proyecto novelístico: 'La prisionera', 'La fugitiva' y 'El tiempo recobrado'. El tiempo, la materia inasible sobre la que construyó una obra que cambió la literatura.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad