Secciones
Servicios
Destacamos
Domingo, 22 de agosto 2021, 00:06
SUR renueva su apuesta por el microrrelato, y le reserva un espacio este verano tanto en las páginas del periódico cada fin de semana como en la web, el sábado como el domingo. El certamen recibe el nombre de I Premio Pablo Aranda en ... memoria del genial escritor malagueño y columnista de este periódico, fallecido el año pasado. El ganador recibirá un premio de 1.500 euros y además habrá dos menciones especiales dotadas con 500 euros cada una. Los originales se pueden mandar microrrelatos@diariosur.es.
Felipe R. Navarro
El chef famoso despierta con un hambre desfallecedora en su día de descanso y decide hacerse unas tostadas con jamón, aceite y tomate. Y entonces lonchea el pan hasta casi transparentarlo, y después lo mete al horno con intención de transformarlo en una suerte de crujiente, y toma el jamón y lo enrolla y reboza en una tempura suave. Luego emulsiona el aceite y lo perfuma con orégano y albahaca, y con el tomate acomete una confitura que depositará, una vez fría y ya que estamos, bajo una espuma de queso de cabra levemente templada, pero cuando está finalizando la espuma de queso cae al suelo de la cocina, desfallecido, claro; ya lo habíamos advertido en la primera frase.
Lucas Romano Canales
El Lincoln presidencial recorrió la avenida principal entre vítores y llegó a la residencia del gobernador sin novedad. Un gozne oxidado del destino acababa de cambiar la historia: Lee Harvey Oswald se había dado un atracón en un burguer y amaneció sin cuerpo para magnicidios. JFK lo dejó todo para vivir con Marilyn Monroe en su casa de Malibú. Durante años tuvo las fiestas de cumpleaños más envidiadas de América, nadie imaginaba que en su paraíso de camisas de cuadros y zapatillas sólo eran John y Norma. Pronto descubrió que ella tenía zonas de penumbra a las que no llegaba la luz de los focos. Perdió el interés por la carrera espacial y se dedicó a explorarlas. La vejez los encontró tranquilos descubriendo con asombro de niños lo grandes que podían ser las cosas pequeñas, con la certeza tardía de que ya no necesitaban nada, salvo al otro.
María Gil Sierra
A Julia, por ser la mayor, le tocó tener la cabeza muy bien amueblada. Construyeron para ella una mesa con madera de sensatez. En las patas de las sillas, tornearon sentido común. Y la lija eliminó cualquier fantasía de los estantes para que solo albergaran libros de Ingeniería. De esta manera papá se aseguraba la continuidad en la empresa familiar, tal y como dictaban sus normas. Y así hubiera ocurrido de no ser por las obras del metro, que obligaron a cambiar el itinerario hacia la Universidad. Mi hermana empezó a tomar un autobús en una plaza donde actuaba un malabarista callejero. Nadie se percató de los agujeros ni del serrín que fue dejando como señal. Pero antes de terminar el curso ya se había fugado con el saltimbanqui. Entonces mis padres lo intentaron conmigo. Imposible. No cabía ni una astilla en mi cabeza, siempre llena de pájaros.
Piluka Ortín Sánchez
A las cinco tenía una visita. Hacía días que nadie se acercaba a la aldea. Únicamente el panadero tocando el claxon cada dos días y siempre iba acelerado.
Preparé café e hice un bizcocho de manzana, eso les encanta a los forasteros. Los aldeanos me miraban envidiosos a través de sus ventanas. A ellos nadie venía a verles.
A la semana siguiente tuve otra visita, esta vez traían tres niños. Era maravilloso volver a oír griterío de chavales correteando por la aldea.
A los pocos días me llamaron de la inmobiliaria diciéndome que esa familia me compraba la masía y que ya no tendría más futuros compradores.
Lo que no sabían es que yo jamás vendería mi casa. Me inventé una excusa y cambié de agencia. Mañana a las seis viene otra encantadora familia a verme.
Mónica Ruth Trujillo Gómez
Llega casi siempre sin avisar. Un nudo oprime tu estómago, galope de latidos en tus oídos, respiración agitada, gotas de sudor helado inundan tus manos y resbalan por tu espalda confirmando su presencia. El gran maestro te examina y da igual si había avisado o apareció por sorpresa, tu cuerpo reacciona para que salgas indemne.
Tiene vástagos por doquier, algunos simples y frenteros, llegan para evitar que tropieces o que te quemes, tus reflejos de supervivencia los devuelven a su guarida.
Otros se disfrazan para confundirte, se camuflan en tu vida diaria obligándote a parar, te atan cadenas invisibles que pesan toneladas. Cuando llega uno de esos tiranos, sientes sed de fuerza, quieres liberarte pero no es nada fácil porque batallan usando las peores tretas para paralizarte.
Pero hoy ha ganado la valentía, por fin lo miras a los ojos y te atreves a desterrarlo. Decides vivir sin dejarlo ganar.
Gabriel Pérez Martínez
Foucault demostró que su esfera podía estar balanceándose, durante meses, en distintos planos que corroboraban la rotación de la Tierra.
Lo mismo pasaría si, en lugar de la esfera, colgáramos del cuello a un hombre por el que sintiéramos el más profundo desprecio. Lo que la Física no sabe determinar es el momento exacto en el que, viendo aquello, se detendrían nuestros corazones.
Se rompen las Leyes de la Dinámica si el ahorcado es alguien a quien amamos tanto que el mundo deja de girar.
María Jesús Medina Cano
Todos vivíamos con la sensación de una obsolescencia programada incógnita y desconocida.
El Programador que concibió, tras el desarrollo de modelos cuánticos y una serie de algoritmos y leyes matemático geométricas que cada sujeto tuviese una caducidad biológica propia, exclusiva y oculta a ojos de genetistas, ha desistido de su sueño. Este mismo programador fue el que instauró la cualidad de la independencia de los propios cálculos usados en su origen y, salvo algún accidente o avería, a cada individuo le sobrevendría la extinción, suya y propia, de forma desconocida.
Pero tras el Golpe de Estado de la Oligarquía y la Ciencia, la cosa ha cambiado y la obsolescencia se ha hecho pública y grupal. Se han olvidado de antiguos modelos de supervivencia y los accidentes y averías se tratan como finiquitos existenciales, aparte de esto, la desconexión para cada ser humano se ha fijado en los 67 años.
Rosa Martínez Fernández
Amanece demasiado temprano para una noctámbula. Se mira al espejo. Aquí estoy. Yo, se dice.
Decide salir a caminar. Busca la margen sombría en el trazado que elige con criterio, calles silenciosas, poco concurridas, alejadas del centro.
Mientras, impremeditadamente, rememoriza las cinco mil quinientas palabras. Reconoce que después de muchos meses le cuesta separar su doble falsa identidad y eso la incomoda. Siente el deber de demostrarse que no se equivocó al abandonar una vida cómoda y segura. Su compañera de apartamento, la soledad, tampoco se lo facilita.
Sobrelleva las tórridas tardes veraniegas acortándolas con la siesta. A ella le aporta el necesario equilibrio,
entre el ánimo y el abatimiento,
entre la lucidez que necesita y el aplanamiento.
Lo tiene claro, duerme.
Anochece.
En unos minutos resurgirá su álter ego.
Respira.
Silencio.
Sola, a este lado.
Al otro, la esperan.
Se abre el telón.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.