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Cuenta que de pequeña corría y jugaba con los otros niños en ese mismo lugar donde ahora habla. Los coches pasaban por la cercana calle Granada, «pero por aquí no». Sus abuelos vivían justo enfrente, sus tíos al lado, sus amigos un poco más allá… ... detalla señalando cada ventana con los dedos de una mano mientras con la otra se apoya en su bastón. Aquella Málaga de los años 30 era «como un pueblo en una ciudad». Y allí ella fue una niña «feliz, muy feliz». «Este lugar me trae los mejores recuerdos de mi infancia y de mi vida», expresa María Victoria Atencia frente al número 1 de la céntrica calle Ángel.
Allí, en la primera planta, llegó al mundo la escritora el 28 de noviembre de 1931. Y allí volvió este martes, recién cumplidos los 91 años, para descubrir una placa que lo celebra. «En esta casa nació la poeta María Victoria Atencia (1931), de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, Hija Predilecta de Andalucía, Medalla al Mérito de las Bellas Artes, Premio Reina Sofía de Poesía, Premio Real Academia Española y Dra. Honoris Causa por la UMA», se lee en ella, un testigo de otros tiempos que forma parte del plan 'Málaga hace Historia' que promueve el Ayuntamiento a través del Área de Cultura. Justo arriba un cartel señala que en ese edificio hay apartamentos turísticos, un signo de este tiempo.
Hoy el que fue su primer hogar es el despacho de abogados de Antonio Checa, como antes lo fue de Eugenio Taillefer y mucho antes, sede del Colegio de Médicos. Comparte vía con una taberna andaluza, un bar de tapas y una tienda de 'delicatessen', un paisaje radicalmente diferente al que tenía hace 90 años. Pero sigue conservando el número 1 que lucía hace ya casi un siglo, el carácter señorial de la burguesía malagueña y esos escalones altos y robustos a los que las piernas de ahora no acostumbran.
A media mañana, esa calle habitualmente de tránsito se abarrotó de familiares, amigos y académicos compañeros de la poeta. Delante de todos ellos, con su voz dulce y serena, reconoció el «gozo y el regalo» que significa este gesto: «En este pedazo de tierra donde en aquellos momentos mis padres me mostraron entre sus brazos la luz de Málaga». Un homenaje que la une más a la ciudad de sus padres, hermanos y del que fue su «compañero y maestro» Rafael León, al que siempre lleva en su corazón. «Era por quien tenía sentido toda mi vida», añadiría después, fuera ya del micrófono. Y aunque se trataba de celebrar su cumpleaños, fue ella quien hizo un presente a los que le acompañaban con la lectura de un poema de adolescencia, uno de sus primeros escritos titulado 'Calle'.
Antes, el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, y la concejala de Cultura, Noelia Losada, elogiaron la trayectoria de la poeta. De la Torre aplaudió el apego por sus raíces de esta «malagueña universal». «Que sepan que aquí nació una gran creadora de la poesía española que proyectaba el nombre de Málaga cada vez que era premiada», declaró. Losada, por su parte, resaltó el carácter divulgativo y educativo de esta propuesta: «Que muchos al pasar por aquí se animen a buscar quién es y qué significa ella para la literatura».
La poeta lo escuchaba todo emocionada y agradecida. Pero después, en las distancias cortas, María Victoria Atencia se sacudía los halagos y daba una vez más muestras de su absoluta sencillez. «¿Malagueña universal? No, no. no. El alcalde es muy cariñoso», decía quitándose importancia. «Esas cosas han salido porque me lo ha provocado todo lo que había alrededor. La ciudad, los amigos, los viajes… Todo eso me ha sido dado a mí», argumentó sin rastro alguno de vanidad.
«Gracias por existir», le dijo el alcalde. «Gracias por dejarnos compartir contigo estos momentos», le dedicó un amigo. Y ella sonreía. «Me siento querida, son muchos años», aseguró tras innumerables fotografías y saludos a todo el que la reclamaba. Hace tiempo que ya no escribe. «Yo ya he escrito mucho», sentencia cuando se le pregunta. Pero sí lee a los grandes poetas. «Cuando era joven leí tantísimos libros que ahora, como tengo mucho tiempo, los vuelvo a leer y les saco verdaderamente el sentido». Le pasa incluso con sus propios versos: «Ahora los comprendo de otra manera». Las lecturas y la compañía de los suyos, de sus hijos y sus nietos, lo son todo a sus 91 años cumplidos gracias «a la genética y a la medicina». «Porque los abuelos ya vivimos mucho», concluyó con ternura.
Abríase la calle lentamente desierta,
encendiendo fachadas
y levantando flores por aleros y tejas.
Estaban de un subido color las buganvillas.
La luz inauguraba su rayo más hermoso.
Distinta parecías en la hora primera,
desprendida de todo,
viviendo a manos llenas del silencio y la calma,
privilegio tan solo de ese instante indeciso.
Cruzando por aleros te embellecían pájaros,
diciéndote su hermoso improvisado vuelo,
cayendo desde arriba, haciendo mil diabluras
igual que colegiales los jueves por la tarde.
No te llenaban niñas de florecidos ojos
estrenando valientes canciones ya pasadas,
ni muchachos abriendo
la clave siempre nueva de su empezada vida.
De vez en cuando un hombre te cruzaba despacio,
ensimismado casi, deletreando problemas
de su vida en tus muros, llenándote de un aire
de gris melancolía.
Tu olor no era de asfalto como otras veces fuera:
era un aroma dulce
de campo descubierto
por donde se asomaba tu corazón de tierra.
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