Hace tiempo que abandonó el primer plano de las presentaciones, cada aparición elegida con mimo, pero María Victoria Atencia ha soplado este año noventa velas ... y la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo lo celebra con la edición de 'Certeza de la luz', un libro que, en colaboración de la Fundación de la Confederación de Empresarios de Málaga (CEM) y la familia Torres, reúne algunos de sus poemas y congrega a casi un centenar de colegas como Juana Castro, Enrique Brickman, Pere Gimferrer, Juan Antonio González Iglesias y Clara Janés, que aportan cartas y obras, confesiones y agradecimientos.
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Ya nonagenaria, consolidada como una de los mejores poetas españoles del último siglo, eterna candidata a premios como el Princesa de Asturias y el Cervantes, para cuya concesión sin embargo nunca ha movido un dedo, enredada en asuntos para ella más importantes como repartir en la casa «amor y pan y fruta», Atencia ya no concede entrevistas. Ya todo está dicho, ya todo está escrito. Rafael León, marido y maestro, editor, amante, a veces enemigo, cómplice todo el tiempo, murió hace ahora una década, horas después de que Atencia fuese investida doctora honoris causa por la Universidad de Málaga (UMA). «Si la escritura viene», adelanta ahora, «estupendo». Pero no parece que sea el caso: «Creo que el parón es definitivo, aunque eso viene si Dios quiere». En esa mano etérea a la que se ha agarrado tantas veces deja cualquier horizonte, incluso el de la muerte.
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