Martes, 4 de diciembre 2018, 00:34
A Juan Bonilla no le puedes decir que tal o cual libro ya no se puede conseguir. Ya sea por su pasado como dependiente en una librería, su etapa de editor o su condición de escritor, el autor cree que lo están poniendo a ... prueba. Le paso con un amigo. Y cuando volvió a casa removió Roma con Santiago para encontrar aquel volumen imposible de encontrar.
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Bueno, en realidad, removió Lisboa con Coimbra, porque después de localizar un librero de esta segunda ciudad que no vendía por Internet, llamó a un amigo de la capital portuguesa para preguntarle si tenía algún amigo en Coimbra que fuese a buscar el ejemplar. «Total, para llamar a mi amigo al final del día y decirle que ya tenía ese título», reconocía ayer Juan Bonilla, que ha dejado por escrito esta anécdota en 'La novela del buscador de libros', que en realidad es un ensayo que retrata su pasión enfermiza por los volúmenes. De cualquier tipo. Aunque eso no quiere decir que sea un coleccionista. Más bien todo lo contrario.
«De coleccionista no tengo nada y, si he estado a punto de terminar una colección, he parado», reconoció ayer el escritor, que presentó su última publicación en el Aula de Cultura de SUR, en un acto celebrado en la Sociedad Económica de Amigos del País con el apoyo de Obra Social La Caixa. En la obra, Bonilla categoriza esa afición a acumular libros para diferenciar entre los bibliómanos, los bibliófilos y los coleccionistas. Los primeros son los que tienen esa debilidad por los libros sin importar su edición porque el destino final es la lectura. «Lo llamo una enfermedad, pero en realidad es un placer», aclara. Los segundos son los que buscan además el valor del propio volumen, por ser primera edición o un ejemplar raro. Y los últimos son los que completan colecciones sin más interés que la posesión, sin importar el valor literario.
«Si me pongo kafkiano, el infierno esta lleno de coleccionistas de libros que es la gente más insoportable que conozco», aseguró el escritor que, a renglón seguido, pensó en el auditorio que lo escuchaba y deseó que nadie se sintiera aludido. Y aclaró que lo que no le gusta es el «coleccionista que atesora libros como si coleccionara zapatos». Frente a esa actividad racional que rinde culto al objeto, Juan Bonilla prefiere la enfermedad del que no le «interesa nada absolutamente de los libros, salvo la vida que hay en ellos», recalcó este bibliómano confeso.
La mejor prueba de que a Bonilla le pirran las obras por encima de las matemáticas o la economía es su propia biblioteca. «Tengo entre 8.000 y 20.000 libros», calcula a ojo de escritor, que demuestra que tampoco tiene mayor interés por afinar la cifra. Tirando por alto, sabe que no tiene más de 20.000 y, como los policías en las manifestaciones, ha mirado los metros de estanterías y las ha multiplicado por los que caben en una balda para llegar a la conclusión de que, por lo menos, tiene esos 8.000. Y la mejor prueba de que lo suyo no es la acumulación es que le encanta «podar» su biblioteca «para que el librero de viejo se los lleve y te libere espacio», admite. Y así seguir reponiendo y alimentando su gozosa enfermedad.
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Juan Bonilla es además un gran defensor de Internet por las infinitas posibilidades que ha abierto a los lectores para encontrar títulos que antes eran muy difícil de localizar. Sobre todo si buscas un libro o autor concreto. Pero cuando sigue hablando se le cuela su debilidad por las librerías de segunda mano y lo que tienen de inesperado. «Si buscas algo concreto probablemente no lo encuentras, pero sí das con obras que no te esperabas», defendió el escritor de 'Los príncipes nubios' y 'Tanta gente sola'.
La pregunta inevitable a la que se enfrentó el autor fue de qué libros nunca se desharía. «Lo malo de responder a quien venderías antes si a tu madre o a tu hijo es que aceptas que puedes vender a los dos», contestó Juan Bonilla que, no obstante, volvió a mostrar su desapego como coleccionista al reconocer que no hay libros «intocables». «Si tengo que vender mi librería la venderé y creo que los únicos intocables son aquellos libros de Alianza de mi juventud por lo que además no me van a dar nada, pero que son mi guardia de la noche», concluyó.
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