Ñito Salas

José Fernández, poesía joven en 'andalûh'

El autor esteponero publica 'Mesa camiya' en Letraversal, un poemario sobre su universo familiar que reproduce ortográficamente el sonido del habla malagueña

Martes, 19 de septiembre 2023, 00:15

Puede parecer extraño, pero es así, tal cual: José Fernández ha escrito un poemario que suena como él. Y no porque dentro esté la historia ... de su familia en verso, sino porque el libro contiene su acento. El joven poeta malagueño publica 'Mesa camiya' (Letraversal), un atrevimiento y también un reto: una treintena de poemas transcritos en 'andalûh' tomando como base la propuesta ortográfica del EPA (Êttandâ Pal Andalûh) junto con las particularidades fonéticas de su propio habla.

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Es un homenaje a sus raíces, al deje malagueño de su abuela, de su madre y al suyo propio. «¿Por qué ocultarlo? Expresa riqueza, habla de cómo somos y de dónde somos», reivindica Fernández (Estepona, 1998). Y es también el resultado de un objetivo personal, «casi de una obsesión»: «Quería coger un libro, abrirlo y que sonara». Y con esta fórmula lo consigue. Son poemas concebidos para ser leídos en voz alta y dejarse llevar por ese universo sonoro, con su cadencia y su ritmo. No sin antes, como él mismo admite, acostumbrar el ojo a esta otra ortografía extraoficial donde la 'b' asimila la 'v', la 'h' solo tiene sentido cuando es aspirada, la 'y' reemplaza a la 'll' y el acento circunflejo (^) refleja la aspiración de la consonante al final de la sílaba, entre muchas otras particularidades. Tras unos segundos de confusión, todo fluye.

Pero 'Mesa camiya' va un paso más allá en la búsqueda del sonido. Varios códigos QR repartidos por el poemario remiten a voces andaluzas. En unos casos, es la cantaora Lola Dolores quien pone su garganta flamenca al servicio de unos fandangos escritos por José Fernández. «En mi casa, cuando había una reunión familiar, había un momento en el que una persona empezaba a cantar. Primero era mi bisabuela, después mi abuela y ahora son mi madre y mi tía. Quería que ese folclore estuviera dentro del libro». En otros casos, es su madre quien explica con absoluta naturalidad –no sabía que su audio acabaría en el libro de su hijo– qué son los 'lijos' de la playa; o su suegra define la palabra esteponera 'padereta'.

Como en una de esas mesas camillas llenas de fotografías bajo el cristal, José Fernández invita al lector a entrar en el salón de su casa para presentarle a su familia. El poema que abre el libro es una declaración de intenciones y su carta de presentación. Se titula 'Negozio familiâh':

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No abía echo la comunión

la primera bêh que bi a un muerto.

Me lo enseñó mi padre

entre ataúdê apiláô en una êttantería

y êpponhâ con forma de corona de florê.

Abrió la cámara frigorífica y me diho azércate.

Lo sentí como una âbbertenzia:

así te bâ acôttumbrando.

Aún no sé a qué se refería

Su padre regentaba una funeraria en la Línea de la Concepción, una profesión a la que llegó después de trabajar el campo, estar en la obra y ser conductor de ambulancias de Estepona. Así conoció a su madre, enfermera. «Y pasó de trabajar con la gente enferma a hacerlo con los muertos», explica José Fernández. En su mundo, la muerte nunca ha sido un tema tabú. «Era muy normal hablar de muertos en la sobremesa, acompañar a mi padre a la funeraria y ver la sala de autopsias, el velatorio...», detalla. Eso le ha hecho concebir la muerte de una forma totalmente diferente a la mayoría de los mortales, una normalización que se refleja en un poemario por donde desfilan sus antepasados (como su abuelo: «Nunca lo conozí, /pero mi padre me ha recordao la fecha/ mientrâ dêccuartizamô la mesa de su panadería») y donde habla de apariciones, voluntades vitales y ataúdes («un ataûh pesa mâh que er berano en la pizina munizpâh»). En ningún caso aborda la muerte con un tono trascendente, más bien al contrario, siempre pegado a la tierra y a lo cotidiano. Porque, en realidad, 'Mesa camiya' es un retrato sincero y también tierno de su familia, que se convierte también en la de cualquiera.

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Para José Fernández, este trabajo es una especie catarsis personal. Escribe poesía desde la adolescencia, pero fue a partir de 2017 con los pUMA –el colectivo formado en torno a los talleres de poesía que imparte Violeta Niebla en la Universidad de Málaga– cuando empezó a pulir su lenguaje. A Niebla le agradece, de hecho, por escrito haberle «azuzao en cá una de êttâ palabrâ». El poemario, con prólogo de Violeta Niebla y Ángelo Néstore, quedó finalista en el Premio de Poesía Letraversal, alzándose después con el I Premio de los lectores Miss Simpatía de la editorial.

Antes, sus versos habían aparecido en las antologías 'Voy de cabeza', 'Mantra' (Vicerrectorado de Cultura de la UMA) y 'De qué hablamos cuando hablamos de amor' (Cántico). Pero este es su primer poemario y la primera vez que escribe en 'andalûh'. Y supone un punto de inflexión en su trayectoria. Licenciado en Filología Hispánica y profesor de español para extranjeros a media jornada, su próximo desafío es «ir de romería por los pueblos de Málaga y Andalucía» para escuchar el acento, las expresiones y las palabras singulares de cada lugar. «Sentarme con ellos en su mesa camilla y que hablen y hablen». Y con eso construir un mapa sonoro de cada rincón como fondo de investigación o de creación.

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Le preocupa que ese patrimonio oral e inmaterial se pierda y «se desvanezca». En su opinión, este es un momento crucial. «Nunca antes hemos estado en contacto dos generaciones una predigital y otra posdigital, y la digitalización ha cambiado nuestra forma de relacionarnos con lo íntimo (...) Llegará un momento en el que los no nativos tecnológicos desaparezcan y habremos perdido una oportunidad grande a nivel social, cultural y antropológico de saber cómo era la vida en este universo íntimo de familias, de barrios y pueblos», reflexiona. 'Mesa camiya' es su aportación contra el olvido.

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