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ANABEL NIÑO
Viernes, 24 de febrero 2023
dEscribía Isabel Allende que la escritura era como hacer el amor, donde no había que preocuparse tanto por el orgasmo sino por el proceso. Un acto que ella misma lleva disfrutando desde su infancia, marcada por la firmeza y las imposiciones de su abuelo, quien ... no le permitía siquiera ver la televisión o escuchar la radio sino simplemente leer, lo que la empujó a ser una lectora voraz desde una edad temprana.
Por aquel entonces, en una época marcada por la dictadura y donde los niños no podían disfrutar de un universo infantil sino que se veían obligados a vivir en el mundo de los adultos, una pequeña Allende ya comenzaba a transformar aquellos cuentos que devoraba con rapidez en otras historias que hacía suyas y que despertaron ese deseo por escribir pero que tuvo que mantener escondido debido a que «en esos tiempos las mujeres no se suponía que debían ser escritoras, en aquella época eran inglesas y habían cometido suicidios, estaban todas muertas», bromeaba por videollamada la autora desde su residencia en Los Ángeles, estando así presente en la tercera jornada del festival literario 'Escribidores', que se celebra en Málaga. En él habló de su infancia, su trayectoria como autora de éxito y otros temas actuales como el feminismo o las acusaciones de censura a través de las modificaciones sobre determinadas obras, como el caso de los libros de Roald Dahl.
En un auditorio del Museo Picasso que ayer reunió a numerosas personas de todas las edades, el carisma de Allende traspasó los casi 6.000 kilómetros que separan la ciudad del sur de California de la capital de la Costa del Sol, arrancando las carcajadas de todos los presentes en más de una ocasión, pero que también dejó varias declaraciones que más de uno no dudó en anotar en sus teléfonos móviles o libretas.
La autora, con más de 77 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, rememoraba su trayectoria como escritora, en la que destacó cómo fue capaz de sobrellevar el éxito de su primera novela, 'La casa de los espíritus' –que el año pasado cumplió 40 años–, cómo consiguió salir de ese bloqueo en la escritura tras el fallecimiento de su hija y de la autocensura que ella misma se ha autoimpuesto en muchas ocasiones a la hora de escribir: «Dentro de nosotros siempre existe esa figura del editor, esa sensación de la autocensura. A medida que uno escribe más y más en la vida, más te acabas censurando porque eres más crítico y los errores que antes se te pasaban volando y no los notabas, ahora aparecen con luces fluorescentes», valoraba la autora, quien ve esa forma de pulir la escritura como una «pérdida de frescura del texto».
Con décadas de experiencia a sus espaldas, Isabel Allende ha aprendido a no temerle a la página en blanco, a la que sabe cómo enfrentarse gracias a sus trucos periodísticos, sino más bien a ese deseo de tener algo que contar y no saber cómo, aunque tiene muy claro que esa pericia en el mundo de la escritura le ha dado algo, y es desprenderse de esa soberbia en la que muchos escritores pueden llegar a caer al pensar que sus obras pueden cambiar el mundo: «No tengo la arrogancia de pensar que un libro puede cambiar la mentalidad humana, la cultura o el tiempo, pero sí que puede ayudar a mejorar el mundo».
Un mundo que se le vino abajo con la muerte de su hija Paula, una conmoción casi antinatural que la obligó a no poder escribir sobre ficción durante cerca de tres años, produciéndole un bloqueo del que no conseguía salir ni siquiera contando con la novela prácticamente investigada en su totalidad. «Sabía lo que quería contar, pero todo lo que escribía era plano y feo, no tenía elevación de ninguna clase. Conozco el proceso de la página en blanco y ese bloqueo que uno siente, y aprendí que hay trucos para vencer el bloqueo, y uno es salir de tu zona de confort y exponerse al cambio, a cosas que te choquen y te impacten», explicaba ante un público que cambió las risas por el interés más puro. Fue en ese momento donde recordó su faceta de periodista, esa misma que Pablo Neruda le instó a abandonar al no querer concederle una entrevista ante su supuesta falta de objetividad: «Si me dan un tema y un tiempo para investigar, puedo escribir de casi cualquier cosa. Escogí un tema que fuera lo más ajeno posible a la muerte, al dolor, a todo lo que había vivido con mi hija, lo planteé como si fuera periodismo y eso me sacó del bloqueo, escribir no ficción», recordaba Allende.
Tampoco le tuvo ni le tiene miedo al éxito, ese que le llegó casi por sorpresa con la publicación de su primera novela, del que ella no tuvo conocimiento hasta un año después de su lanzamiento, debido a que se encontraba viviendo en Venezuela y el eco de esa notoriedad que estaba teniendo su libro en Europa era inexistente. «No alcancé a tener ese pánico de la segunda novela, y después salió publicada otra y otra novela. El éxito de 'La casa de los espíritus', que fue muy grande al principio, se fue acumulando con el paso de los años, pero he estado escribiendo durante 40 años y nunca he alcanzando a tener demasiado miedo», destacaba en un momento de su intervención, en la que no dejó de sonreír durante ningún momento.
Habiendo recordado la figura de su abuelo y de sus hijos, quienes aparecen reflejados en algunas de sus novelas, Allende quiso tener presente a una figura a la que, a pesar de su fallecimiento, sigue teniendo muy presente: su madre, de la que no ha podido escribir de manera directa, a pesar de conocerla como la palma de su mano. «Tengo 24.000 cartas que intercambié con ella durante décadas, conozco su vida mejor que la mía, pero no puedo escribir sobre ella, entonces inventé un personaje que fuera como mi mamá, con sus ojos color espinaca y con la misma audacia ante la vida que ella tenía. Pero le di algo que ella no tenía, y fue la capacidad de mantenerse sola y contar con una independencia económica». Y es que para Allende, esa concepción del feminismo comienza precisamente con la liberación del bolsillo de la mujer, ya que si dependes de otra persona «no tienes la libertad de hacer lo que quieras, básicamente porque estás sometida de una manera u otra», destacaba.
Romper con esas cadenas económicas supone un cambio de vida de manera radical, a pesar de que ese afán de independencia era algo de lo que Allende disfrutaba pero que aterraba a su madre, que había nacido dentro de una generación en la que ser mantenida y protegida por la figura masculina de un padre, un marido o un hijo era lo común. «Ella me decía que yo era como el loro que se pone en las patas de los caballos y al que luego aplastan y no le queda ni una pluma en el cuerpo. Y es cierto, pero la compensación es tremenda porque por cada bofetada que recibes, das dos. Eso es una cosa maravillosa y mi mamá lo vino a entender bien tarde y cuando lo entendió miró a su vida con otra perspectiva», recordaba con nostalgia al pensar que si su progenitora hubiese gozado de esa independencia económica desde una edad temprana, habría conseguido «hacer maravillas en la vida».
Esa fuerza del feminismo también se traduce dentro de la literatura, un mundo en el que cada vez destacan más las figuras femeninas, y de las que Allende siente tremendamente orgullosa, especialmente al ver cómo se «están rompiendo barreras», además de crear un «lenguaje poderosísimo» puramente femenino. «Siempre se pensó que las novelas escritas por mujeres eran sentimentales, y no hay ningún sentimentalismo barato en lo que escriben mujeres como Mariana Enríquez, Samanta Schweblin o Brenda Navarro. Hay novelas que cuestan leerlas de lo fuertes que son, y es un cambio brutal y maravilloso que estén invadiendonos con esta literatura».
Terminaba Allende con su intervención en este ciclo recordando que los años, su experiencia dentro del universo literario y aprender a relajarse la han ayudado a desprenderse de ese yugo y esa presión que desde pequeña le inculcó su abuelo y que la han acompañado durante sus 80 años de vida. «Veía un millón de inconvenientes y me sentía culpable de no haber escrito suficientes horas o porque lo que había escrito no era lo suficientemente bueno y tenía que borrarlo.Ahora me da lo mismo, lo que quiero es contar una historia, contarla con mi ritmo y mucho placer». Ese mismo que puede llegar a producir un orgasmo, aunque Allende se siga manteniendo fiel a disfrutar del proceso hasta llegar a él.
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