Abierta en canal en cada poema, llevó su honestidad hasta el dolor propio y ajeno. Amó a muchos hombres pero sólo escribió de uno: Onetti. Él la acusó de crear una relación «para la historia de la literatura». Ella nunca cedió: «Éramos dos monstruos»
Cuentan que a su entierro, hace ahora una década, no acudieron más de diez personas. Idea Vilariño murió sola. Fue el precio de una libertad insobornable, pero también de un carácter rugoso y una honestidad que llevó hasta el límite, hasta el dolor propio. Se descarnaba en cada poema. Por eso no le hicieron falta artificios, paisajes, imágenes que adornaran la intención de su escritura. Renunció pronto a las distorsiones, también al pudor. Nada de retórica: en sus libros sólo caben la herida abierta, la poesía despojada. Parecía taciturna, lo era, pero siempre mantuvo «unas ganas / unas vulgares ganas / de seguir». Padeció problemas respiratorios y de piel, una fragilidad física que contrastaba con una personalidad poderosa, capaz de desafiar el machismo del Uruguay de mitad del siglo pasado, haciéndose hueco como una de las voces imprescindibles de la Generación del 45. Amó a muchos hombres pero únicamente escribió de uno: Juan Carlos Onetti. Se quisieron hasta la extenuación, hasta colisionar como trenes a alta velocidad: «Éramos dos monstruos».
Su padre, poeta, era anarquista. Su madre, una enferma crónica que adoraba la literatura. Murieron con cinco años de diferencia cuando Vilariño era joven. También en ese tiempo falleció uno de sus cuatro hermanos. En apenas un lustro se quedó huérfana «de madre, de padre, de hermano». La infancia, que concentró casi todos sus momentos felices, se convirtió entonces en un «paraíso perdido», como tituló uno de sus libros. Se agravó su problema dermatológico, un eccema feroz por el que recibía baños especiales hasta que la piel mudaba. Ya se había ganado el respeto de sus colegas y de maestros como Juan Ramón Jiménez. También de Mario Benedetti, con quien entabló una amistad incomprendida entre las élites literarias de Montevideo, incapaces de encajar que ella, poeta de culto, comiese en la misma mesa que un autor al que consideraban menor, un escritor de escaparate. Pero incluso en las relaciones personales, o sobre todo en ellas, Vilariño se mostró exigente hasta la crueldad, un látigo que azotaba también contra ella misma. En 1998 se dirigió sin filtros a Benedetti: «Te debo una carta, pero se trataba de una carta difícil. Porque te dije que escribiría sobre tu libro y no sé cómo decirte que no me gustó».
Los años cincuenta resultaron fundamentales en la vida y obra de Vilariño. Lo resumió así en el documental 'Idea', dirigido por Mario Jacobs: «Empieza la enseñanza, la militancia política. Me enamoro de Onetti». Él, escritor colosal, hombre inseguro y tímido, acababa de publicar 'La vida breve' y de ser padre por segunda vez. Ella aún no había escrito sus mejores poemas. Arrastraban prejuicios cruzados. Antes de conocerse no tenían una buena opinión uno del otro, pero su primer encuentro provocó una pequeña revolución en ambos. «Esa misma noche me enamoré», confesaría Vilariño años después. Onetti mendigaba por unas cuantas frases suyas: «Si se encuentra con Idea», escribía, «dígale que ella y yo estuvimos o estamos histéricos, que mi última carta era asombrosamente imbécil».
Pasión tóxica
Nunca fue una relación estable. Irrumpían cada varios meses en sus respectivas vidas para voltearlo todo, como fantasmas de presencia intermitente y poder absoluto: «Cerrábamos las puertas y las ventanas, no sabíamos si era de día o de noche». Onetti se separó en 1953, pero para casarse con otra mujer, Dorotea Muhr, con quien pasaría el resto de su vida y que permitió el idilio discontinuo con Vilariño. Se amaban para luego destrozarse en discusiones sonoras, hasta que alguno ponía tierra de por medio y, poco después, volvía a girar la rueda de su pasión tóxica. Una noche, cuenta la poeta uruguaya, él llamó desesperado. Ella estaba con otro hombre, «alguien que me amaba», pero lo dejó para atender la súplica del autor de 'El astillero': «Y recuerdo que lo único que hicimos fue ponernos de espaldas, leyendo un libro él y otro yo. A la mañana siguiente le agarré la cara y le dije: 'sos un burro, Onetti, sos un perro, sos una bestia. Y me fui».
Aquel episodio quebró algo entre ambos. Vilariño publicó 'Poemas de amor', su obra cumbre, que incluía 'Ya no', considerado paradójicamente uno de los mejores poemas de desamor escritos en español: «Nunca sabrás quién fui / por qué me amaron otros. / No llegaré a saber / por qué ni cómo nunca / ni si era de verdad / lo que dijiste que era / ni quién fuiste / ni qué fui para ti / ni cómo hubiera sido / vivir juntos / querernos / esperarnos / estar». Él, con el ego roto, primero por verse reducido a musa y luego al saber que Idea mandó eliminar la dedicatoria inicial («A Juan Carlos Onetti»), la acusó de no haberlo amado nunca, de haber creado una relación «para la historia de la literatura». Ella se defendió: «No podés hacer eso cuando estás escribiendo las barbaridades que yo he escrito para él».
Completó su obra, apenas trescientas páginas brillantes, con 'Pobre mundo' y 'No', este último tras su relación con un alumno veinte años más joven. El corazón de Vilariño se paró en 2009. Había dejado escrita su última exigencia: «Nada de cruces. No morí en la paz de ningún señor». Y ni muerta se atrevieron a cuestionarla.
IDEA VILARIÑO
Ya no
Ya no será ya no no viviremos juntos no criaré a tu hijo no coseré tu ropa no te tendré de noche no te besaré al irme nunca sabrás quién fui por qué me amaron otros. No llegaré a saber por qué ni cómo nunca ni si era de verdad lo que dijiste que era ni quién fuiste ni qué fui para ti ni cómo hubiera sido vivir juntos querernos esperarnos estar. Ya no soy más que yo para siempre y tú ya no serás para mí más que tú. Ya no estás en un día futuro no sabré dónde vives con quién ni si te acuerdas. No me abrazarás nunca como esa noche nunca. No volveré a tocarte. No te veré morir.
(Sin título)
Alguno de estos días se acabarán las bromas y todo eso esa farsa esa juguetería las marionetas sucias los payasos habrán sido la vida.
Quiero
Si acaso estás jugando si llevaste el juego hasta ese punto porque yo no aceptaba nada menos bueno juego me gusta sigo quiero. No podría jurar que yo hago más.
Puede ser
Puede ser que si vieras Hiroshima digo Hiroshima mon amour si vieras si sufrieras dos horas como un perro si vieras cómo puede doler doler quemar y retorcer como ese hierro el alma desprender para siempre la alegría como piel calcinada o vieras que no obstante es posible seguir vivir estar sin que se noten llagas quiero decir entonces puede ser que creyeras puede ser que sufrieras comprendieras.
Anoche
Anoche entre mis sueños puñado de cenizas hice el amor contigo sereno y exquisito contigo que hace tanto hace tanto estás muerto.
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