Pocos saben que el presidente del Círculo de Bellas Artes nació en Málaga. Juan Miguel Hernández León (Pedregalejo, 1945) llegó al cargo hace casi treinta años, cuando la institución con sede en la madrileña calle Alcalá atravesaba una profunda crisis económica: «Cortaban la luz y ... la calefacción». La institución ha florecido bajo su batuta como uno de los espacios culturales de mayor influencia en Europa. El miércoles, 26 de enero, Hernández León volverá a su ciudad natal para participar en 'Málaga, ida y vuelta', el nuevo ciclo del Centro Cultural La Malagueta que, en colaboración con el Aula de Cultura de SUR, reivindica la trayectoria de personalidades a menudo más valoradas fuera que dentro de la provincia. Como arquitecto ha firmado la remodelación del Eje madrileño Recoletos-Prado y la restauración del conjunto de fortificaciones de la Ciudad de Ceuta, entre otros proyectos. Pero además ha sido profesor, catedrático, ensayista y hasta campeón de España de karate. Aunque él insiste en que tiene poco de bohemio.
Publicidad
La cita en La Malagueta será a las 19 horas. Allí presentará 'Ser-arquitectura', su último libro, durante un encuentro con José Manuel Cabra de Luna y Javier Boned Purkiss.
–¿Cómo recuerda su infancia, aquellos años cincuenta en Málaga?
–Nací en Pedregalejo, que entonces estaba dividido por la vía del trenecillo que separaba la zona de pescadores de los chalés y villas. Recuerdo las piedras de la playa, sin arena, y los Baños del Carmen, donde se diferenciaba la zona de baño para mujeres y hombres. Yo me bañaba con mi madre y saludaba a mi padre a través de aquella malla separadora. Mi padre era militar y cambiaba a menudo de destino, así que estudié Bachillerato en Granada, hasta segundo curso. Luego nos trasladamos a Madrid porque tenía mayor oferta universitaria. La supervisión de mi padre me encaminaba hacia alguna formación de carácter técnico, sospecho que una ingeniería de caminos o telecomunicaciones. No hice exactamente lo que él quería porque pensé que la arquitectura me permitía desarrollar una dualidad entre lo humanístico y lo técnico.
–Pero nunca perdió el contacto con la ciudad.
–Volvíamos todos los veranos a Málaga, en aquellos veranos largos que no eran los de ahora. A la vuelta de Madrid siempre había una cuesta complicada donde veíamos las luces de Málaga, aunque pasaba casi una hora de curvas hasta llegar. A través de esos veranos recuerdo mi adolescencia, e incluso mis primeros amores, en esta tierra. Después modifiqué el acento de manera inconsciente, sobre todo en el ámbito académico, pero siempre mantuve cierta añoranza que se traduce en una condición básica: el concepto de horizonte. Para quienes nos hemos criado en lugares con mar el horizonte cobra una dimensión esencial, podríamos decir existencial: la mirada no puede ser detenida por nada. Me confirmó aquella sospecha un viaje al Valle de Arán, cuando descubrí que en el dialecto aranés no existe la palabra horizonte. Comprendí que el horizonte es una ampliación del espacio, la sensación de ir hacia adelante. Eso lo he echado siempre de menos, aunque haya vuelto muchas veces.
Publicidad
–¿Y cómo lleva ahora ser invitado en su propia casa?
–Supone un reencuentro. Estoy agradecido porque me permite retomar el contacto con mis raíces. Siempre que he vuelto, aunque sea por períodos cortos, me he encontrado con muchas sensaciones que van más allá de las relaciones complejas que se establecen entre el olvido y la memoria: el olor de las noches en Málaga siempre me ha acompañado. Es un olor a jazmín, a dama de noche...
–¿Qué imagen guarda de sus padres?
–Mi madre era malagueña. Murió con cien años y todavía tenía el acento que yo había disimulado por exigencias académicas. Mi padre, como una vez dije con cierto sentido del humor que nunca me perdonaron en otro sitio, nació en Sevilla porque nadie es perfecto. Éramos dos hermanos. Mi hermano era cinco años más joven. Murió en Málaga, donde había vuelto. Tengo Andalucía por los cinco costados. Mis hijos, aunque son madrileños, se reconocen cuando van al sur, sobre todo a la zona de la costa.
Publicidad
–He leído que se refieren a usted como bohemio contemporáneo.
–(Risas). No sé cómo entenderlo... Conocerse a uno mismo siempre es complicado, aunque no me parece que bohemio sea una definición exacta. Suelo llevar chaqueta y corbata. Adoro la tertulia, las reuniones nocturnas con amigos donde discutimos de arte, cine, literatura, poesía... Si eso es la dimensión bohemia, es posible.
–Es posible que haya contribuido esa imagen suya con la pipa de fumar, tan característica.
–La pipa se ha convertido en parte de la esencia. Proviene de mi etapa universitaria: en los años sesenta se podía fumar en clase y tenía un gran profesor de Física que fumaba en pipa. Eso nos obligaba a sentarnos en las primeras filas porque si no era imposible ver nada por la nube de humo que se formaba en el aula. De algún modo la pipa facilitaba la toma de apuntes porque dejaba las manos libres para escribir y dibujar, pero al mismo tiempo es evidente que en el contexto de aquella juventud en la que uno intentaba formarse como intelectual la pipa daba una personalidad especial. Desde los dieciocho años se ha convertido en una extensión, una muleta bucal, aunque ya no pueda fumar. Así lo hacía, por cierto, George Steiner. Cenando con él cometí la incorrección de ofrecerle tabaco y me echó una bronca terrorífica sobre lo malo que es fumar. Yo no entendía nada, hasta que me di cuenta de que Steiner tenía una mano deformada y la pipa disimulaba esa deformación. Entonces le aprecié todavía más.
Publicidad
–Es como un escudo.
–Sí, además marca una cierta distancia en la conversación. Tal vez sea un defecto no del todo asimilado por mí. La pipa crea una célula espacial que permite cobijarte de una relación más estrecha. He tenido colaboradores que decían de mí: «Es amable, pero distante».
–¿Siempre tuvo claro que quería dedicarse a la arquitectura?
Publicidad
–Cuando tenía catorce años quería ser escritor. A veces publicaba artículos que me censuraban en el colegio. Como niño reservado tenía lecturas que iban más allá de lo que se suponía permisible. Tenía de referencia literaria a Azorín por sus frases cortas, incisivas. Esa atracción a la escritura, pero también hacia la pintura y el dibujo... Me presenté a Dirección en la escuela de cine de Madrid e incluso hice cortometrajes y películas de carácter experimental. Todo eso me hizo llegar a un pacto con mi padre. Le dije: «He cogido los programas de ingeniero de telecomunicaciones y de caminos, pero ofrezco una vía intermedia: arquitectura, que me permite incidir en las humanidades, la estética y el arte y al mismo tiempo tiene una formación politécnica importante». Siempre se me dieron bien materias como matemáticas, representación gráfica... Tenía cierto conocimiento en cuanto al cálculo de estructuras y la resistencia de materiales, sin abandonar mis aficiones profundas: estudiar cine y filosofía. Mi primera plaza por oposición en la Politécnica de Madrid fue de profesor adjunto de Estética.
–Va camino de cumplir treinta años como presidente del Círculo, supongo que es una fecha proclive a hacer balance. Han cambiado mucho las cosas.
–Es una larga historia. El Círculo de Bellas Artes ha sufrido crisis endémicas. Yo lo conocí como estudiante. En 1982, durante una de esas crisis, el ministro de Cultura, Javier Solana, planteó un consorcio con cierta protección económica para el Círculo, con Martín Chirino como presidente. Fue él quien me pidió que me incorporase a la junta directiva. Cuando me presenté a la presidencia por primera vez, la situación del Círculo era desastrosa: se había publicado la subasta del edificio por impagos de la hipoteca y los trabajadores llevaban seis meses sin cobrar. Cortaban la luz y la calefacción. Mis amigos me dijeron que estaba loco, que no sabía dónde me metía, pero había un vínculo emocional y era un reto que reverdeciera. Negocié la devolución periódica de la deuda, un plan de viabilidad con Hacienda, reestructuramos la plantilla y le dimos un nuevo aliento. Saneamos la institución no sólo en el sentido económico, sino en la apertura del Círculo y su irradiación cultural. La libertad de creación artística y de expresión supone un elemento determinante. Si hay algo que define la naturaleza de la institución, es esa: la idea de la cultura no como adorno o artificio, sino como elemento para reflexionar sobre la condición de lo real.
Noticia Patrocinada
–¿Cómo se mantiene la independencia del poder político? Imagino que habrá habido injerencias, sobre todo cuando el modelo de financiación es mixto.
–Los políticos lo han aprendido poco a poco, e incluso diría que han acabado apreciando esa libertad. El Círculo no depende del consorcio, sino que está asociado con administraciones y empresas. Las aportaciones económicas públicas cubren un siete o un ocho por ciento del presupuesto que manejamos. El resto de la financiación viene por la explotación de la azotea, los restaurantes, las actividades... Una vez se lo tuve que explicar a una política que pensó que podía destituirme: le aclaré que era la masa social del Círculo la que elige la presidencia cada cuatro años. No pueden cambiar la línea del Círculo. La independencia económica tiene esa libertad como beneficio. Sería mucho más cómodo ser una institución casi totalmente financiada con dinero público, pero perderíamos libertad. Y el Círculo es ya una referencia europea. Los partidos incluso presentan aquí sus candidaturas.
–Pero habrá habido más de un intento de apropiación por parte de los políticos.
–Sí, ha habido llamadas, recriminaciones e incluso amenazas soterradas en algún momento. Pero hemos conseguido navegar por encima de eso. Sin sectarismos, reivindicamos que el Círculo es un espacio para creadores, artistas e intelectuales que reivindica la libertad.
Publicidad
–¿Cómo se combina la necesidad de bajar la cultura de su atalaya a veces elitista, inaccesible, sin que acabe convertida en un fenómeno de masas sujeto a las modas?
–Hay una estrategia: tenemos exposiciones, proyecciones de cine, presentaciones de libros, teatro, música... Intentamos que haya cierta transversalidad. Tenemos ahora una gran exposición de público masivo sobre Stanley Kubrick. Pero a la vez programamos conferencias en un ciclo que se llama 'Los lunes al Círculo', en un juego de palabras que hace referencia la película de León de Aranoa, que por cierto es miembro de la junta directiva, e invitamos a personalidades para que hablen sobre la obra de Kubrick, proyectamos sus películas... No sólo reivindicamos su obra, sino que extendemos sus contenidos para explicar las cosas, no divulgarlas en el sentido de deteriorarlas, y con especial atención a las redes sociales porque hay que asumir el paradigma contemporáneo, conociendo los riesgos de esa lógica. Hay que llevar la cultura a esa tensión entre la necesidad de aportar contenidos y abrirlos al público general.
–Es un equilibrio complicado.
–Lo es, pero nos permite estar vivos. La vida es compleja.
–¿Qué opinión le merece el periodismo cultural? Me da la sensación de que a menudo está demasiado ligado a la promoción, y me temo que la gestión cultura sigue también esos pasos.
Publicidad
–Posiblemente lleve razón en una serie de indicios... Lo mediático atiende a la subjetividad, al personaje. A veces las páginas culturales parecen responder más a la presentación casi carnal del autor que a la reflexión sobre la obra, pero cualquier obra, ya sea escrita, musical, filmada o pintada, se independiza. Es como cuando alguien escucha su propia voz grabada: ni siquiera puedes rectificarla. El sonido se hace externo a uno mismo. Esa insistencia sobre el personaje no creo que sea afortunada. Lo importante es la obra en sí. Ahora se celebra el aniversario del 'Ulises' de Joyce y han salido miles de referencias biográficas de Joyce, pero lo relevante es el 'Ulises'. Es lo que queda. Y tiene autonomía. Se generan además malas interpretaciones. Eso, además, conduce a plantear cuestiones tan delicadas como si sería conveniente enseñar a Platón en las universidades porque tiene contenidos machistas. Para entender una obra filosófica no interesan las condiciones sociales o los índices de ética o moralidad de su autor.
–Hablando de universidades, ¿qué le ha aportado la docencia?
–La docencia obliga a preguntar, no se trata de divulgar conocimientos existentes. Si un libro está bien, les digo a los alumnos que lo lean directamente, con independencia de que escuchen lo que yo tenga que decir de ese libro, que será menos importante que su lectura. Pero eso te obliga a preguntarte, a reflexionar y generar tensiones. El contacto con las nuevas generaciones me ha aportado mucho porque han presentado, en sus preguntas y en sus anhelos y problemas, una modificación que, si estuviera aislado o enclaustrado, hubiera perdido. Necesitamos a los demás para sentirnos exigidos. Y eso es fundamental en la enseñanza universitaria.
Publicidad
–¿Qué proyecto le hubiera gustado firmar como arquitecto?
–Cualquiera de Álvaro Siza Vieira, aunque hemos firmado alguno juntos. Me hubiera encantado firmar el Centro Gallego de Arte Contemporáneo de Santiago de Compostela.
–¿Cómo ha encontrado Málaga a su vuelta, por cierto?
–Ha cambiado mucho. Conocí calle Larios con aceras y circulación. Cuando la vi peatonalizada me produjo cierta tensión el cambio que sufrían los edificios ante la pérdida de ese pedestal que es la acera, aunque no es que defienda la circulación de coches. Ha mejorado, pero no puedo evitar la sensación de extrañamiento. Y la apuesta por una ciudad cultural ha recogido algo que ya estaba en el ambiente: la condición poética es fundamental en Málaga. Ahí está la revista Litoral. Soy poco sustancialista, pero ese horizonte de progreso siempre ha estado en la ciudad. Y al mismo tiempo se conserva: reconozco, cuando ando por sus calles, los lugares que no he olvidado.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Te puede interesar
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.