Gerda Grepp, la periodista con pantalones en el frente de Málaga

«¡Una mujer con pantalones largos! Algo tan extraño que ni las milicias de las montañas de Málaga lo había visto nunca», escribió Grepp en febrero de 1937 en una de las cartas a su familia que rescata el documentado libro de Vislie. «No era tan extraño en aquella época y más si se iba a primera línea, pero muchos de aquellos milicianos del frente de Alfarnate, gente de campo, jamás habían visto una mujer sin falda», cuenta el economista y experto en la figura de la periodista, Enrique Benítez, que firma el prefacio de 'En el frente. Gerda Grepp y la guerra civil española', la guerra civil española', que presentó la semana pasada durante la Feria del Libro en la librería Áncora junto a la editora Marta Koch-Meherin.

Benítez reclama a esta mujer como «parte de la historia de España». Y es que la periodista no solo fue la última en salir de Málaga, sino también de Bilbao cuando los republicanos perdieron la ciudad, además de relatar el frente de Madrid. Pero su figura cayó en el olvido más absoluto, incluso en su propio país, pese a que el periodista, espía y escritor Arthur Koestler la reivindicó en sus memorias y reportajes. Silenciada y olvidada como sus propios relatos del horror en Málaga previos a la desbandá. Unas crónicas que la también periodista Elizabeth Vislie encontró al indagar sobre la corresponsal a la que no duda en considerar como un personaje fundamental del siglo XX: «La historia de Gerda Grepp es historia de la prensa, historia de España e historia de las mujeres».

Ideológicamente comprometida con la socialdemocracia, Grepp vivió una época en la que el periodismo se contemplaba como parte implicada en el conflicto. Y tomaba parte desde la trinchera. Por ello, la periodista «viajó allí donde los frentes se endurecian, a las trincheras de la guerra española, a informar, costara lo que costase», cuenta su biógrafa sobre el idealismo de Gerda, que antepuso su lucha por la democracia y contra una nueva guerra mundial a su delicada salud y su vida privada. «Aunque tenía tuberculosis y solo un pulmón, aunque dejó a dos pequeños en casa, en Noruega, no se dejó amedrentar», cuenta Vislie, que se detiene en el viaje trascendental de la redactora junto a Koestler a Málaga y sus incursiones en los frentes de Alfarnate y Marbella. Con pantalones, cámara y su mirada cómplice. Como también la retrata el director malagueño José Antonio Hergueta en el reciente filme nominado al Goya, 'Caleta Palace'.

Al llegar a Málaga, Grepp fue consciente de que la república había dejado de enviar armas y del descontrol de la primera línea, además de asistir a la última incursión del escuadrón de cazas del escritor André Malraux, ya maltrecho y debilitado cubriendo la retirada por la carretera de Almería. «Ella quería estar donde estaba la acción y por eso acepta la propuesta de Koestler de venir a Málaga, pero también se dio cuenta de que los bombardeos de la retaguardia y el sufrimiento de la población no se estaban cubirendo por lo que cuando viene a Málaga hizo fotos de niños y habló con la gente cuya vida estaba en riesgo», destaca Benítez sobre la preocupación de la periodista por la población civil, unas víctimas que solían quedar silenciadas en las informaciones y que ella se ocupó de retratar en la serie de reportajes '10 días en la Málaga moribunda'.

No obstante, la república tampoco se lo puso fácil a Gerda, que solo pudo publicar una crónica desde la ciudad, ya que la censura embargó las informaciones sobre la caída de Málaga, por lo que ya lo hizo desde Valencia cuando se levantó la prohibición. Pese a ello y la desigual batalla, Grepp evitó la mirada crítica al abandono del Gobierno y puso el acento en la población –soldados, mujeres, pastores, niños…– ya que su intención siempre fue concienciar sobre el peligro de las democracias y sumarse a la propaganda antifascista. Y aunque fue la última redactora en abandonar Málaga, no pudo evitar un sabor amargo y confesar por carta que «una se siente cobarde dejando atrás una ciudad en la que tantos van a morir».

Un presagio de la tragedia de la Carretera de Almería que esta periodista intuyó a pie de trinchera. Tras su salida en febrero de 1937, Grepp siguió informando hasta el final del conflicto español, aunque su frágil salud comenzó a resentirse y acabó falleciendo en 1940, en los albores de una guerra mundial que no pudo evitar. «Si no se hubiera comprometido, probablemente no hubiera muerto tan pronto», considera Benítez sobre una mujer con pantalones, sensible, feminista y pionera que, paradójicamente, cayó en el olvido con su temprana muerte. Aunque, como tantos personajes invisibles, su obra ha acabado por rescatarla y reservarle un hueco en la Historia.