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Cuando está saturado, cuelga la bata blanca de médico e investigador y se lanza al precipicio de la escritura. «Y cuando cierro el cajón de ... la poesía y vuelvo a abrir el cajón de la medicina, parece que tengo las ideas más claras», confiesa Francisco Tinahones, jefe de Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Clínico. Catedrático de Medicina y autor de poemas, acaba de publicar 'Sin pensamiento'.
–¿Cuándo nace esta segunda vocación, tras la medicina?
–Escribo desde mi adolescencia. He escrito cuentos y relatos cortos. En SUR publicaba una columna titulada 'Comer y vivir' y escribía más de vivir que de comer.
–¿Cómo llega de ahí a la poesía?
–Desde el principio. Siempre me ha gustado leer poesía. Es una forma de expresión que tiene que ver con las emociones. Quizá la haya utilizado como terapia.
–Se habrá ahorrado bastante dinero en psiquiatras a base de escribir poemas, entonces.
–Exactamente. Es un ejercicio intimista que dejaba en discos duros, libretas y pendrives. Con la pandemia hice un esfuerzo compilatorio y me di cuenta de que en los últimos diez años había una estructura definida, homogénea. Al principio eran poemas más pastoriles, de adolescente, pero vi que había una evolución. Cuando hice la selección, dividí los poemas en cuatro apartados y me encontré con Miguel Gómez, que me animó y me dijo: «Paco, están muy bien». Inicialmente sólo quería autopublicarlos para que no se perdieran, pero este amigo editor me ayudó a compartirlos con otra gente que quiera leerlos.
–¿Cómo se vence el pudor a exponer emociones? Los médicos están acostumbrados a revisar la intimidad ajena a diario, pero no muestran la suya con facilidad.
–En una etapa de madurez como la que atravieso ya te da igual andar desnudo porque no dependes de lo que la gente opine. Ya has construido tu forma de ser y de verte. Tal vez lo que comenta fue una de las principales resistencias que tuve, porque hay poemas intimistas en los que muestro miedos y puntos débiles. Es verdad que da pudor exponer todo eso, pero mis amigos me animaron y también hice una prueba: publiqué algunos poemas en Facebook para ver qué repercusión tenían, porque las redes sociales a veces sirven para eso, y tuve un feedback positivo. Si alguien disfruta de estos poemas, no los guardo en el desván de mi casa.
–En uno de sus poemas más nostálgicos escribe: «Y maldije todas las tardes / Por no pasear a tu lado / Un poco / Y que me contaras tus cosas / Otra vez».
–Habla de la pérdida. El poemario tiene una estructura. Cuando vienes de la ciencia, aunque hagas poesía tienes que encontrar una estructura. Tal vez sea un defecto: tenemos que usar la razón para todo. Hay un tango que me gusta, 'Naranjo en flor', que en su estribillo dice: «Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin pensamiento». De ahí el título. Probablemente haya que pasar por el sufrimiento para madurar. Si no sufres tal vez tengas poca capacidad de amar. En la complacencia es difícil aprender a amar de verdad.
–¿Pero no es esa una forma de sobrevalorar el dolor, encontrarle utilidad?
–Me refiero a sufrimientos como la frustración. No hablo de dolores hondos, físicos o emocionales. Hay veces que te chocas contra la pares. Y si no has fracasado, unas te han salido bien y otras mal, es difícil madurar y pasar de etapa. Y esta segunda etapa sería del amor. Luego está el momento en el que has pasado ya por esos dos sentimientos. Es una tercera etapa en el que puedes iniciar un camino de madurez, de trazar una trayectoria. Y luego hay una época enigmática. He reflexionado mucho sobre qué significa «vivir sin pensamiento», pero debe de ser algo agradable, que nos quite las cadenas y todo lo que nos reprime. Y ahí es donde estoy experimentando. Algunos poemas son muy locos: poemas sueltas, sin represión. Es la última etapa del libro.
–Pero también percibo influencias de la poesía social. Hay un poema que, si no he interpretado mal, surge de la imagen del niño sirio que murió ahogado en una playa de Turquía.
–Es un poema de la primera etapa. Empecé hablando de cosas dramáticas del noticiero, que veía para buscar inspiración. Y después de esa imagen ya no puedes escribir, se te queda el corazón helado. No es posible hacer poesía.
–En otro, de corte irónico, hace una crítica al capitalismo: «Empresario de uno mismo / Sin corazón caminante / Lo que importa es el balance / De la cuenta virtual / En su propio superyó / perdió el hígado y el sexo / Cartera llena de nadas».
–Es una crítica al capitalismo desbordante, sí, al propio superyó. Cada poema tiene una imagen, pero si metíamos fotografías ya se disparaban los costes. La imagen de este poema es una escultura cuyo título no recuerdo ahora (luego aclara que es 'Les Voyageurs, de Bruno Catalano, ubicada en Marsella): una figura masculina incompleta con una cartera. Le falta el corazón. Me inspiró ese poema. A veces uno pierde el corazón, el hígado y hasta el sexo en ese objetivo de conseguir y conseguir.
–En otro poema titulado 'Macho' lanza un dardo al machismo.
–Sí, hay una vertiente social. Hay algunos poemas que nacen de la reflexión sobre los grandes azotes que tiene la humanidad. Los poemas, ya lo decía Machado, nacen de las cosas que están mal, de la nostalgia. Es difícil escribir poesía desde el bienestar. Pero siempre intento buscar un punto de luz. Hay un poema, 'Humano', que me gusta mucho: habla de alguien que todas las mañanas se levanta buscando su deseo. No es un poemario del todo nostálgico. Tiene un punto de esperanza. Y eso me refleja: soy un optimista nato.
–Ha citado antes a Machado. ¿Qué otros autores le han influido?
–Lorca y Miguel Hernández son dos de los poetas que más me emocionan. También Alberti y Rilke. Me gusta leer poesía.
–¿Qué es más complicado: dar por terminado un poema o ser padre de un adolescente?
–Sin duda, ser padre de un adolescente. Hay un poema sobre ese cambio que supone pasar de niño a adulto. Nuestra biología y nuestra psicología sufren mucho. Ojalá la adolescencia pudiera resolverse como se resuelve un poema.
–¿Ha encontrado algún nexo entre la poesía y la medicina?
–La escritura es una válvula de escape. Muchos colegas me dicen que la poesía y la ciencia son antagónicas. No tienen nada que ver, pero tal vez por eso me atraen. Puedo cambiar de paradigma. A veces, cuando la cabeza se atora, busco una salida. Y es la poesía.
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