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Conciliación. Pablo Aranda suele escribir en el cuarto de su hija, cuando no está, o en su propio dormitorio. Y sólo Turrón, su perro noble y asustadizo, tiene acceso permitido. Alberto Gómez
¿Dónde escriben los autores malagueños?

¿Dónde escriben los autores malagueños?

En grandes estudios o en la terraza, con el móvil encendido o liberados «de la tiranía» de los ordenadores... Seis novelistas y poetas revelan sus lugares y hábitos de trabajo

Domingo, 6 de enero 2019, 00:41

Prefieren que la inspiración, si existe, les pille trabajando. Poco más hay en común en estos seis autores nacidos o afincados en Málaga, que cultivan géneros tan dispares como la narrativa y la poesía y tienen entre 37 y 64 años. Algunos siguen una disciplina horaria que consideran imprescindible para construir historias tan poderosas como 'Sur', la premiada última novela de Antonio Soler, con más de quinientas páginas y una larga lista de personajes y tramas tejida con minuciosidad de artesano. Otros necesitan librarse «de la tiranía» de los ordenadores, que fuerzan posturas «muy poco hedonistas» para escribir poemas, como explica Aurora Luque. Hay quienes montan en autobús o acuden al supermercado en busca de gestos ajenos, estímulos de los que nutrir sus propios textos, como Isabel Bono, y quienes deben regirse por el calendario escolar porque la conciliación también está reñida con el arte, como recuerda Pablo Aranda. Todos, eso sí, tienen un lugar predilecto para escribir, un refugio atravesado por palabras. Hoy los muestran.

Pablo Aranda

«Escribo en la habitación de mi hija mayor»

A Pablo Aranda le cunden las cinco horas que tiene entre que deja a su hijo pequeño en el colegio y regresa a buscarlo: «Tengo que apañarme». Escribe dos artículos semanales para SUR, gestiona las actividades del Aula de Cultura de este periódico y de la Fundación Manuel Alcántara y todavía saca tiempo para sus novelas y libros infantiles. «Me concentro y escribo muy rápido, pueden salirme fácilmente dos páginas diarias», explica. Luego, antes de dar la historia por cerrada, llega la odisea de las correcciones y la reescritura. Usa el cuarto de su hija mayor como estudio: «Cuando está en casa, pongo un taburete frente a la cama y escribo en mi habitación». Sólo Turrón, su perro asustadizo, tiene acceso permitido: «Si hay más gente en casa, cierro la puerta». También intenta prescindir de la compañía eterna que ofrece el teléfono móvil: «No suelo atender llamadas cuando estoy escribiendo». Su última novela, 'La distancia', publicada en mayo, destila la agilidad que el autor necesita para compatibilizar familia y oficio: «Me rijo por el calendario escolar».

Sus historias suelen tener banda sonora; en 'Los soldados' fue 'Manhattan', de Enrique Morente y Lagartija Nick. En su próximo libro, que acaba de entregar, sonarán los ecos de 'Aunque es de noche', el poema de San Juan de la Cruz cantado por Rosalía, a quien no conocía hasta hace unas semanas. También 'Ciudad del aire', de Vicente Amigo. «Me gusta el flamenco», reconoce, aunque a veces necesita el rock de solistas como Janis Joplin: «Sobre todo cuando hay un martillo hidráulico trabajando en mi misma calle, que me ha pasado».

Isabel Bono

«Preferiría encerrarme, pero necesito el mundo»

Calle y casa. Isabel Bono colecciona «papelitos» donde anota ideas que le surgen en la calle y luego ordena en el estudio de su casa. Allí hace la labor de poda de sus textos y poemas. SUR

Quería ser como Vladimír Holan, el poeta checo que hizo del hermetismo una forma de vida, pero Isabel Bono se dio cuenta de que no puede escribir sin estímulos externos: «Preferiría encerrarme en casa, pero necesito el mundo para alimentarme». Aunque ha sido una novela el libro que le ha dado mayores alegrías ('Una casa en Bleturge' fue distinguida en 2016 con el Premio Café Gijón), Bono se considera esencialmente poeta. Y nunca pasea con inocencia, aunque lo parezca: «Siempre ando fijándome en las caras, los gestos y las conversaciones. A veces basta un detalle. Recuerdo que una vez, en el metro de Madrid, un hombre iba preocupado y una chica que debía de ser su hija le tocó la pierna, como para tranquilizarlo. Ya eso me dio pie para tirar del hilo e imaginar todo lo que podía haber detrás».

Escribe en cualquier sitio, aunque pone en orden sus ideas en el estudio que tiene en casa, con la ayuda inestimable de su marido, convertido en improvisado bloc de notas: «Hay veces que se va a trabajar por la mañana y me quedo durmiendo. Le digo, por ejemplo: Recuérdame luego la palabra botón. Y me envía un mensaje: botón. Así no me olvido de los sueños o las ideas que tengo». Bono, autora de libros de poemas como 'Lo seco' o 'Pan comido', tiene tendencia a podar sus textos: «Tacho mucho. A veces un poema de once versos se queda en tres. En novela eso me complica las cosas, aunque tengo capítulos de una frase». También colecciona «papelitos» donde apunta ideas que luego tira a la basura o guarda en una cajonera con varias etiquetas: poesía, prosa, pamplinas. Y odia corregir: «A veces me encargan cosas que, si no me salen del tirón, no hago. No quiero poemas ni textos ortopédicos».

José Antonio Garriga Vela

«Soy un forofo, no desconecto»

Pasión. José Antonio Garriga Vela vive «obsesionado» con los personajes y las tramas de sus novelas, una dedicación «que me divierte porque lo considero una pasión». Blanca Machuca

Se ha mudado tantas veces que José Antonio Garriga Vela está habituado «a acoplarme a diferentes sitios para escribir». Ahora ha convertido la terraza de su casa en un estudio repleto de películas y bandas sonoras, aunque cuando escribe prefiere escuchar jazz. Su escritura, sin embargo, tiene poco de improvisación: «Me levanto temprano. Por la mañana suelo escribir y por la tarde releo y corrijo». Esa rutina puede prolongarse durante años, los que tarda entre una novela y otra: «Pero me lo paso muy bien, me divierte estar obsesionado con una historia de ficción». Porque el autor de 'Pacífico' apenas abandona a sus personajes durante el proceso de escritura: «Confieso que soy un forofo, no desconecto. Nunca lo paso mal ni me supone un problema, porque no lo vivo como un trabajo sino como una pasión».

En octubre entregó su última novela, de la que prefiere no desvelar nada, y descansará unas semanas más antes de comenzar a dar forma a su próximo libro. El articulista de SUR reconoce «ser un desastre con el móvil», que apenas atiende: «Tengo uno, pero es como si no lo tuviera, porque casi nunca lo llevo encima o suelo dejarlo en una habitación y no lo escucho, y eso que escribo mucho sobre teléfonos». No falla a su cita con Billie Holiday, pero su próxima historia también se ha escrito al son de las bandas sonoras de obras maestras como 'París, Texas' y 'Cinema Paradiso'. Garriga tuvo claro que la escritura sería su oficio a los nueve años, cuando escribió un poema titulado 'Contrariedad'. Luego estudió Derecho y trabajó como camarero y vendedor de rosas, un bagaje que le sirvió para sus novelas. En su último libro, 'El cuarto de las estrellas', publicado en 2014, volcó las consecuencias de una caída que le hizo perder la memoria a corto plazo y cambiar la trama inicial.

Antonio Soler

«Esto no va de musas ni de inspiración»

Disciplina. Antonio Soler sólo conoce una fórmula, el trabajo diario, para escribir novelas. Y la pone en práctica con rigor y disciplina. Alberto Gómez

Hace algunos meses, una mujer le preguntó: «Cuando estás escribiendo, ¿coges el teléfono?». «Claro, y abro la puerta si llaman». «Qué poco romántico», espetó la señora. Disciplinado y metódico, Antonio Soler lo tiene claro: «Esto no va de inspiración ni de musas. Quizá quería imaginarme atormentado en una torre gótica o tirando la máquina de escribir por la ventana. El trabajo de escritor tiene mucho de pedestre, de trabajar a diario. Así es como se escriben las novelas. Nada cae del cielo». Tal vez por eso lo primero que hace tras levantarse es salir de casa y tomar contacto con la calle, aunque sea para comprar el periódico y el pan: «Eso me da la sensación de ir al trabajo. Luego leo la prensa y sobre las nueve y media de la mañana empiezo a escribir». El autor de 'Las bailarinas muertas' atiende el teléfono «como si estuviera en la Redacción», aunque confiesa que le molesta especialmente que la interrupción le pille en mitad de una frase.

Escribe en el despacho que tiene en casa y nunca termina una jornada con el final de un capítulo: «Es una manía. Me gusta dejar flecos para el día siguiente, para que haya continuidad y no parezca que debo empezar de nuevo, porque arrancar y encontrar el ritmo preciso me cuesta mucho». Tras el éxito de 'Sur', alabada por la crítica como una de las mejores novelas de los últimos años, Soler se enfrenta a una poligamia literaria pocas veces explorada: «Tengo varias ideas, incluso para dos o tres libros muy distintos. No sé por cuál me decantaré. Estoy dando tiempo a mis preferencias para que se vayan destilando». Pero habrá noticias suyas pronto: Galaxia Gutenberg ultima la reedición de 'El nombre que ahora digo', publicado en 1999.

Aurora Luque

«El ordenador fuerza una postura poco hedonista»

Hedonismo. Aurora Luque rechaza las «posturas incómodas» a las que obligan los ordenadores y prefiere una de las butacas de su terraza para leer y escribir. Alberto Gómez

Aurora Luque no distingue entre lo vivido y lo leído: «Lo leído es vida también». Escribe «de manera un poco caprichosa, involuntaria, a partir de sensaciones o estímulos, por lo general extremos, de mucho gozo o de una tristeza tremenda, y también cuando estoy alejada de rutinas». Entonces surgen los gérmenes de sus poemas, que luego requieren un trabajo formal que poco tiene que ver con los golpes de inspiración: «Los guardo, los retomo meses después y descarto bastante. A veces hay cosas que me abochornan y otras que creía menos interesantes me sorprenden para bien, pero suelo esperar porque casi nunca da buen resultado entregar un poema poco fermentado». La poesía encaja con dificultad la disciplina que requieren otros géneros: «No es cuestión de ponerse de ocho a doce a escribir poemas, aunque sí tengo cierta rutina para las traducciones y las conferencias, o cuando tengo que cerrar un libro o atender un encargo».

La autora de 'La siesta de Epicuro' y 'Camaradas de Ícaro', una apasionada de la literatura clásica, trabaja mejor cuando escribe a mano, especialmente desde su terraza, con vistas al mar: «El ordenador fuerza una postura incómoda, muy poco hedonista. Me gusta tumbarme, sentarme en una butaca al sol, leer, anotar, echar una cabezada, tomar una copa, poner los pies en la mesa... La tecnología es maravillosa pero tiránica, impone una austeridad muy poco epicúrea». Por eso a menudo se regala libretas que luego, cuando ha llenado de versos, colecciona: «Las tengo desordenadas, pero me gusta conservarlas porque anoto ideas para que no se me olviden», algo para lo que también usa el teléfono móvil: «Aunque acabe pasando las notas a mano».

Violeta Niebla

«Si pongo música, tiene que sonar muy sexy»

Terraza. Violeta Niebla prefiere escribir en la terraza de su casa en invierno y las noches de verano, aunque opta por su cuarto cuando hace mal tiempo. V. Niebla

Violeta Niebla suele escribir en la terraza de su casa en invierno y las noches de verano, aunque cuando hace mal tiempo trabaja desde la habitación: «Necesito estar sola, y si hay alguien en casa cierro la puerta, aunque prefiero que no haya nadie, sobre todo si estoy escribiendo poemas. Si pongo música tiene que ser algo que suene muy sexy, y a veces leo un poco antes de ponerme a escribir». Cuando se trata de artículos o encargos, Niebla imagina que está en una oficina «y me da igual que haya gente alrededor». Publicó su primer libro, 'No serás mi baby', en 2015. Ahora prepara su siguiente poemario, 'Compro oro', «aunque no lo termino porque no paro de darle vueltas y más vueltas».

Su obra abarca la fotografía, el teatro, la performance y el arte relacional: «Me gusta ir picando, por eso soy tan lenta escribiendo y publicando». La responsable de Irreconciliables, el festival de poesía que dirige junto a Ángelo Néstore, tiene aún mucho que contar.

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